Idelfonso Estrada y Zenea
Fijad os ruego, un momento, vuestros ojos
divinos en la bellísima figura de mujer de la lámina que acompaña nuestra
entrega de hoy, y decidme con el candor y la ingenuidad propios de vuestro
carácter, si hay nada más seductor y elegante que ese traje preciosísimo y
sencillo que la adorna y que en vuestro cuerpo delicado, adquirirá seguramente,
la gracia que vuestros naturales movimientos suaves, voluptuosos y envidiados
habrán de comunicarle.
El vestido, amables lectoras mías, es blanco
todo, así como las guarniciones y lazos del peto. El blanco es el color que
demanda la estación y el que, a no dudarlo, está en última. Vuestra pureza,
modestia y candor, están perfectamente simbolizados en él y hasta que los
calurosos meses de Julio y Agosto hayan pasado, no debéis usar otro.
Una joven vestida de tarlatana punzó, por
ejemplo, con su sola presencia nos sofoca y no hay ni la amistad, ni el tesoro de
todas sus gracias, si las posee, lo que no es difícil; ni su bondad, si la
tiene, ni su talento si fuésemos capaces de creer que tenga talento una joven
que viste túnico de tarlatana color de fuego en el mes en que parece este
descender derretido desde el cielo, ni las más insinuantes miradas, ni nada que
nos haga arrimar a un vestido de color chillón, en esta época en que solo el
blanco, o los medios colores, deben llevarse; porque, como mis bellas lectoras
saben, la imaginación toma mucha parte en nuestros afectos y sensaciones y una joven,
vestida de tarlatana punzó, si tiene además ojos de esos que brotan chispas,
sin que por esto se crea que son las chispas que revelan la inteligencia, sino
como las que arroja el leño cuando se le echa al fuego, es capaz de hacernos
pensar que a su contacto habremos de abrasarnos y a su sola presencia quedar asfixiados,
por lo que evitaremos su lado como el de una cosa que consideramos perjudicial
y nociva a nuestra naturaleza.
Volviendo a nuestro figurín, os haré observar,
amigas queridísimas, el elegante peinado que sin más que ahuecar un poco el
pelo por la parte que cubre las sienes y traer la trenza un poco hacia adelante
y casi basta tocar la coronilla, transformará vuestras cabezas y os dará un
aire interesantísimo, asemejandoos con las bellas griegas, cuya hermosura es
proverbial y cuyos rostros divinos nos ofrecen las colecciones de modelos para
dibujos, de quien podéis servir entonces.
Los brazaletes están en última: en el brazo
izquierdo se llevan tres y en el derecho uno solo. Las flores de la cabeza son
artificiales y los bouquets bastante grandes, como podréis observarlo en el figurín.
Los zapatos a la francesa blancos y de corte
bajo. Las sortijas se llevan en un solo dedo, y se combinan por el orden de los
colores a formar el emblema de la Fe, Esperanza y Caridad. Esta última virtud
debemos recomendarla a nuestras bellas.
El traje de caballero, es pantalón de dril de
cuadros, levita de casimir, merino o algún otro género propio de verano, el
color azul o carmelita y el talle y corte, como se observa en el figurín que es
el último del Correo de Ultramar, que
llegó por el vapor del día 2.
Las patillas se han desterrado y el bigote se
lleva hacia abajo en demostración de la languidez y abatimiento que imprime en
el ánimo la estación calurosa. El pelo sobre corto, aunque batido y la raya por
detrás hasta la mitad.
Esto es, amables lectoras, cuanto en punto a
modas y con relación a los trajes, hemos podido ofreceros. Pero como quiera que
la voluble deidad no solo extiende su imperio al vestido sino que ella manda,
dispone, ordena y gobierna a su antojo cuanto le parece, creando unos usos,
destruyendo otros, dando vida a las débiles, matando las más fuertes, sacando a
unos del olvido, a otros sumergiéndolas en el más profundo de todos, en fin,
haciendo y deshaciendo a su antojo y sin masque por satisfacer sus caprichos, tenéis
que el vecino pueblo de Jesús del Monte parece que ni aun siquiera existe, en tanto
que la alegre Villa dispone fiestas y bailes, y se divierte y goza y ostenta un
bellísimo salón de baile, se ocupa en la construcción de otro, y todo en ella
es vida y animación. El domingo, la Sociedad de Isabel II obsequió a sus amigos
con un brillantísimo baile al que asistió una numerosa y escogida concurrencia,
habiéndose repartido dulces, refrescos y helados con profusión a las Señoras y
Caballeros. La Sociedad de Isabel II tiene simpatías y le auguramos una larga y
próspera vida.
Así como la Villa es de los pueblos de
temporada el que está de moda, así entre las buenas orquestas para bailes con
que contamos en el día, la de la Concha de Oro que dirige el simpático y
generalmente estimado Claudio Brindis, obtiene la preferencia para los saraos
elegantes y de buen tono. El gusto, la inteligencia y escogido repertorio de
danzas que posee su profesor y director ya nombrado, la hace digna del favor
que nuestra juventud la dispensa, y nosotros que estamos en el deber de
recomendar a nuestros suscritores todo lo verdaderamente útil, le recomendamos
eficazmente La Concha de Oro, en cuya orquesta está de clarinete primo, el tan
conocido y celebrado Isidoro.
Fragmentos del artículo “Modas”, El Almendares, 1852, vol. 1 y 2, pp.
46-48.
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