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sábado, 2 de diciembre de 2017

Rodolfo Julio Guiral, por una psiquiatría nacional


 Pedro Marqués de Armas


 
Fue uno de los neuropsiquiatras más notables de la República; y sin duda, el clínico mejor formado de la generación que emerge a finales de los años veinte. Estuvo al frente de aquel grupo llamado a introducir el psicoanálisis, el órgano-dinamismo y la psicología experimental, dotando de amplitud a la disciplina.
 En buena medida concilia las teorías de Freud y Pavlov, si bien se decanta finalmente por la reflexología.
 Se suma su influencia sobre la sólida promoción de 1940 que lo erige en el maestro por excelencia de la psiquiatría cubana.
 Rodolfo Julio Guiral González nació en La Habana el 14 de marzo de 1900. Comenzó la carrera de medicina en 1918, recibiendo el influjo de Enrique Saladrigas y Pedro Castillo. Graduado en 1922, ya había decidido dedicarse a la neuropsiquiatría estimulado por las enseñanzas de José A. Valdés Anciano y de Armando de Córdova y Quesada.
 El 17 marzo de 1924 fue nombrado ayudante de la Cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales. Y dos años más tarde, en el verano de 1926, completa su formación en el Instituto Neurológico de New York bajo el magisterio del neurólogo irlandés Foster Kennedy:
Una circunstancia fortuita me acercó al maestro. Dio la casualidad que en el primer pase de visita de Kennedy, a que yo acudiera, él me seleccionó entre otros muchos médicos alumnos suyos, norteamericanos y extranjeros allí presentes, para que hiciera el examen de fondo de ojo del paciente. Para mí, hijo de oftalmólogo, que había hecho oftalmología durante largos años, la circunstancia no podía ser más afortunada; hice el examen y advertí el edema de la papila del enfermo, lo que era un elemento importante de diagnóstico... Al terminar el pase de visita, Kennedy me llamó y me invitó a trabajar en íntimo contacto con él.
 Pocos años antes Kennedy había descrito los efectos motores y visuales de algunos tumores frontales, mientras el joven cubano, hijo del oftalmólogo Rodolfo Guiral Viondi, era ya un avezado oculista resuelto a adentrarse en el terreno de las encefalitis y sus consecuencias neurológicas y psiquiátricas, aunque también en las psiconeurosis.

 Vientos de cambio

 En realidad desde 1924 soplaban vientos de cambio en un momento caracterizado por la confluencia, alrededor de la sección de Neuropsiquiatría de la Revista Cubana de Medicina Legal, de una plataforma que reúne a psiquiatras, médicos forenses y juristas desde la cual se realizan los primeros intentos para establecer una liga de higiene mental y otras dirigidas a la profilaxis de las enfermedades venéreas y las toxicomanías.
 Guiral tiene el mérito de refundar, en este contexto, la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría después de más de una década de disolución. A él se debe la convocatoria en este sentido. En marzo de 1926 logró poner en marcha dicha asociación, aunando a jóvenes como Juan Portell Vilá, René de la Vallete, Agustín Abril y Valdés Anciano Mc Donald, junto a otros de mediana o larga trayectoria.
 La directiva de la Sociedad quedó integrada por Armando de Córdova, como presidente; José Ramón Valdés Anciano Mc Donald, como vicepresidente; Rodolfo Julio Guiral, como secretario; Perfecto Suárez, como vicesecretario; Francisco Arango y Julio V. Collazo en calidad de tesoreros; mientras los veteranos Arístides Mestre, José A. Malberty y Lucas Álvarez Cerice figuran en tanto miembros honorarios.
 Pero Guiral es sin duda la cabeza visible de este impulso renovador al que corresponde, además de la consolidación de la Sociedad, la “reforma científica” del Hospital de Dementes (notable entre 1926 y 1930) y el establecimiento en 1929 de la Liga de Higiene Mental.
 En estos años se muestra más activo desde la Cátedra de Enfermedades Nerviosas y Mentales, como promotor de las juntas psiquiátricas y en tanto asiduo colaborador de la Revista Cubana de Neurología y Psiquiatría.
 Por su carácter pionero, pero también integrador, habría que destacar su ponencia “Un caso de psiconeurosis en relación con las teorías de Janet, Freud y Wunt”, que presentó el 10 marzo de 1926 en la sesión extraordinaria en que queda constituida la Sociedad de Neurología y Psiquiatría. Meses más tarde presenta otras dos ponencias que expresan su acercamiento a la neurología y el psicoanálisis desde la clínica: “Charcot y su obra científica” y “Observaciones sobre casos de psiconeurosis”.



 A estos trabajos sigue su exposición “Histeria Ocular”, leída ante la Sociedad de Estudios Clínicos, en la que aborda cuatro casos de ceguera histérica, uno de los cuales, el de la “señorita M.L.”, desarrolla en extensión, expresando haberle curado por medio de “un psicoanálisis”.
 Según Guiral, se trataba de una paciente que hacía un “uso de la enfermedad como refugio ante el fracaso sexual y otros traumas de la infancia”. Sin embargo, concluía su exposición afirmando que no intentaba asimilar sus observaciones a la teoría de Freud, ni a ninguna otra, sino solamente recabar el criterio de la Sociedad.
 Esta exposición sería considerada años más tarde como la primera experiencia de terapia psicoanalítica en Cuba. (Mariano Sánchez Roig, Historia de la Nación Cubana, T-X, p. 162.)

  Inicios del psicoanálisis

 Aunque los comienzos de la práctica del psicoanálisis en la isla resultan bastante inciertos, todo indica que ya desde 1927 el método era empleado en el ámbito privado por René de la Valette, y en el público, por Gaspar LLovet, sin que pueda precisarse, en relación a la norma freudiana, el rigor con que se desempeñaban.
 Guiral asegura haber apelado a la “asociación de palabras” y Jovet habla de un “psicoanálisis sintético”. Existen referencias sobre el “análisis didáctico” recibido por de la Valette en Estados Unidos, pero todo indica que ello ocurre entrada la década de 1930. El más temprano y tenaz promotor de la teoría freudiana en Cuba, con extensa producción al respecto ya desde 1925, fue sin dudas Juan Portell Vilá, quien procura aplicarlo en el ámbito de la educación y en la psiquiatría infantil.
 En realidad, Guiral intenta en estos trabajos iniciales complementar las dos escuelas psiquiátricas más importantes de su época, a propósito de lo cual escribiría:
La Escuela de Pavlov le da fundamento psicológico a la Escuela de Freud. Freud se orientó hacía el aspecto psicológico, Pavlov vio el fundamento anatomopatológico.
 Pero ya desde mediados de la década del treinta se inclina al pavlovismo, distanciándose progresivamente de las teorías freudianas. En general, integra en el marco clínico y desde la docencia diversas escuelas y experiencias, anticipando en este sentido a la generación de 1940.

 Un repaso a su bibliografía

 Alrededor de 1926 y tras su regreso de Estados Unidos, Guiral comienza a publicar con frecuencia en diversas revistas nacionales y extranjeras. Su experiencia en intoxicaciones con alcohol metílico y, de modo particular, en casos de encefalitis letárgica durante su estancia en Norteamérica, tienen en la ponencia "Psicoencefalitis", presentada al Congreso Médico Latinoamericano de 1928, una de sus expresiones más acabadas.  
 Si bien consolida sus investigaciones en enfermedades neurológicas y oftalmológicas, y a finales de los años veinte escribe, como hemos visto, sobre casos de psiconeurosis, sus intereses se expanden luego a terrenos tan variados como la higiene mental, las psicosis funcionales, las enfermedades psicosomáticas, los trastornos de la personalidad, el análisis del “carácter nacional” y la psicofarmacología.  
 Su labor asistencial había comenzado en la sala Muñoz del Hospital Calixto García, donde radicaba el Servicio de Observación de Presuntos Enajenados, alcanzando notoriedad a propósito del caso Daniel Mc Sweeney, ciudadano inglés que daría muerte en La Habana a su compatriota A. Morris. Declarado enajenado, y por tanto, irresponsable de sus actos, Guiral examinó a Mc Sweeney junto al profesor Arístides Mestre, diagnosticando un delirio de persecución que influyó en el dictaminen de “ingreso a perpetuidad en un manicomio” para el autor de aquel homicidio. 
 En un número que la revista Vida Nueva dedicó en 1936 al estudio de las razas, publicó “Comunicación previa sobre la constitución del cubano”, donde analiza los “componentes” de la nación a partir de criterios biomédicos. En la misma revista, aparece al año siguiente su artículo “Una forma de psiconeurosis”, en el que prosigue sus búsquedas pero ahora desde el punto de vista de la sexualidad. 
 Consideró el “relajo criollo” como una forma de defensa maníaca del pueblo frente a las frustraciones, variante de existencia social exaltada que, según afirma, ocultaba el lado trágico, melancólico, de un pueblo al que finalmente califica de “maniacodepresivo”.
 Siguiendo la tradición de los estudios de “psicología nacional” ahonda en la superficialidad, la inconstancia, y la imprevisión, como rasgos de la personalidad básica del cubano.
 Uno de los artículos más celebrados de Guiral, y reproducido en la prensa extranjera en varias ocasiones, fue "Los instintos y la actitud en el tiempo de los enfermos mentales", publicado en 1943 también Vida Nueva.
 Ya en el ámbito docente, reclama desde temprano la necesidad de que la enseñanza de la psiquiatría fuese precedida por el aprendizaje de la psicología médica, logrando que su propuesta fuera aprobada por la Facultad de Medicina, si bien en la práctica se desestimó.
 Desde 1938 circula, mimeografiado, un libro de neuropsiquiatría de la cátedra que contiene sus conferencias, junto a las dictadas por Valdés Anciano y Armando de Córdova; en el mismo, Guiral se ocupa de la anatomía, la histología y la fisiología del sistema nervioso central.
 En 1940 publicó su monografía Higiene Mental, punto de partida de cierta política psiquiátrica nacional de carácter promocional, preventivo y asistencial, cuyos principios influirían de modo notable en la nueva generación, en especial en educadores como Aurora García, y psiquiatras como José Galigarcía, José Ángel Bustamante y Julio Reymondez.
 Muy probablemente sus propuestas contribuyeron a la refundación, en 1948, de la Liga de Higiene Mental, establecida ahora al calor de un nuevo dispositivo de orientación comunitaria: el Dispensario de Higiene Mental del Hospital Municipal de La Habana.  
 En 1942, cuando por iniciativa de Julio Reymondez, Rafael Larragioti, Oscar Sagredo Acebal y José A. Bustamante, se reinician las actividades de la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría, Guiral es designado como presidente.
 En 1944 entregó a la imprenta su libro Psiquiatría, del que solo apareció un primer tomo con parte de sus conferencias y clases, el cual constituiría durante algunos años el texto básico de la Cátedra, combinado luego con Enfermedades Nerviosas y Mentales (Imprenta Isidro Fernández, 2 V., mimeografiado), compendio que Guiral actualiza parcialmente en 1957 en sus Lecciones en la Cátedra de Neurología y Psiquiatría (Curso 1955-56, mimeografiado). 
 Un año antes había prologado el Manual de psicología médica y psiquiatría de José A. Bustamante (Cultural S. A, 1943), libro de texto que venía a superar todo lo producido hasta la fecha. Guiral lo calificó de “ejemplo de los nuevos tiempos entre nosotros”, al introducir por primera vez la psicología normal como aspecto básico de la docencia, incluir un amplio espectro de escuelas desde el psicoanálisis clásico y cultural hasta la reflexología, y por el lugar decisivo atribuido a la higiene mental como razón de ser de una política psiquiátrica nacional.
 En este prólogo (publicado como “Psicología médica y psiquiatría” en la revista Medicina Latina) vuelve a demandar la incorporación de la psicología al programa docente de la especialidad, propuesta realizada también, a lo largo el tiempo, por los psiquiatras Rogelio Sopo, Miguel Ángel Nin y Frisso Potts, y concretada por fin gracias a la gestiones de Bustamante. 
 En junio de 1946, Guiral escribió el editorial Archivos de Neuropsiquiatría, órgano de la influyente Clínica Galigarcía, que sin embargo se extingue en poco tiempo; y ese mismo año aparece su folleto La personalidad humana, sus componentes somáticos y psíquicos en relación con las enfermedades mentales (Tiempo de Cuba, 1946), con el que comienza sus acercamientos a los trastornos de la personalidad.
 También de 1946 es su notable “Estudios sobre reflejos condicionados”, presentado al Primer Congreso Médico Social Panamericano, celebrado en La Habana, y donde se muestra claramente partidario de la concepción pavloviana de los reflejos condicionados, contexto en el que algunos psiquiatras comienzan a acercarse a la “psiquiatría soviética” desde posiciones marxistas que, sin embargo, Guiral nunca compartió.
 En 1956 publicó en la prestigiosa revista Encephale: "États de dystonie végétative en médecine psychosomatique", ámbito que venía explorando desde la década anterior.
 De valor en el marco somaticista habría que mencionar otros dos artículos: “El lóbulo frontal”, publicado en 1957 en Archivos de Neurología y Psiquiatría, y sobre todo, el muy citado “La pupiloscopía en esquizofrenia” (Cuba Profesional, 1953). Inicialmente expuesto en la Sociedad de Psiquiatría, seguía en este estudio la teoría de Bunke sobre los trastornos miopupilares de los esquizofrénicos, aplicada a una muestra de 512 pacientes.
 Los últimos trabajos mencionados marcan de modo ejemplar su etapa reflexológica, cuyos comienzos se remontan a 1944. En una conferencia que bajo el título “La teoría reflexológica” pronuncia para la Universidad del Aire en abril de 1960 –ya a finales de su carrera-, Guiral recordaba su primacía en este tipo de estudios y caracterizaba la reflexología como una escuela que, si bien comenzó en Rusia con los experimentos de Pavlov, se había convertido en una corriente internacional que no se la podía reducir a un marco nacional o ideológico. Destacaba, en este sentido, la necesidad de evitar los perjuicios del dogmatismo, pues se trataba de un modelo experimental que hacía acopio de tesis diversas y experiencias múltiples. 
 Para Guiral, tampoco podía reducirse al hombre al resultado de experimentaciones en modelos animales. En este sentido, se muestra cercano de estudios que involucren a la palabra y el lenguaje, es decir, al segundo sistema de señales, si es que se quiere indagar en el origen de las neurosis y obtener resultados -insiste- a través de una amplia gama de tratamientos, desde los propiamente conductuales hasta los basados en la palabra “como estímulo condicionado”.
 En esta dirección, relata un experimento de diseño propio que denominó “reflejo bidireccional” (“Lóbulo frontal”, Vida Nueva, 1957) y que lo muestra próximo a las investigaciones de condicionamiento operante que se iniciarían a finales de la década del cincuenta.
 Acerca de la esquizofrenia, reconocía entonces su condición de afección cerebral, colocándose a favor de combinar los nuevos tratamientos farmacológicos con las más amplias variantes de psicoterapia. 
 Cree todavía en una conciliación, más bien complementación, entre la reflexología y el psicoanálisis. Para Guiral, son enfoques diferentes en la medida en que el primero se fundamenta en la fisiología, mientras el segundo es exclusivamente psicológico. Consideraba, ingenuamente, que la reflexología venía a cumplir una carencia incluso reconocida por Freud, la de una fisiología de lo psíquico que, a su juicio, el maestro vienés siempre habría echado en falta.  Pavlov, aseguraba, había aportado la solución. En definitiva, la palabra y lo simbólico jugaban un papel importante en su teoría, que hacía de ambas escuelas más que sistemas opuestos conocimientos paralelos. Así, no es que fueran del todo ajenos los “mecanismos de defensa” y los “mecanismos de inhibición refleja”.
 Defiende que el hombre es un animal meta-instintivo, que lo fisiológico en el caso de las neurosis no puede ser separado de lo psíquico; pero rechaza categóricamente la existencia del Complejo de Edipo y de las etapas de la libido. El temor a la castración no es una regla, y en caso que lo fuera, tendría una explicación fisiológica.
 Su posición está lejos de ser crítica. No solo rehúye el cuestionamiento sociológico y la confrontación teórica e ideológica, sino que se enclaustra en la cátedra como ámbito de “conocimiento constituido”, donde todas las posiciones ocupan el lugar apacible del programa de enseñanza. Persigue legitimar su disciplina en un espacio eficientemente institucional que asegure el rol magisterial. 
 En diciembre de 1961, Guiral prologó el folleto Personalidades Psicopáticas (1962) de su alumno, el también reflexólogo Eduardo Gutiérrez Agramonte. Reconocía que el autor siguiera la clasificación de Kurt Schneider pero enfatizaba, sobre todo, la atención que debía prestarse a la escuela reflexológica o pavloviana, de la cual se declara su introductor en Cuba.
 Sin dudas, Gutiérrez Agramonte (pavloviano pre-revolucionario) recepciona el mensaje; ya entonces promueve, en un marco cada vez más sectario, la psiquiatría soviética y el tratamiento conductual de homosexualidad. Guiral había escrito:
Al tener una base reflexológica es muy probable que al inhibirse una tendencia, por inducción, surja un tipo de conducta contraria a la anterior, o sea, la curación de la homosexualidad.      
 No deben olvidarse artículos de carácter histórico y de glorificación de la especialidad: “Foster Kennedy; una capacidad creadora”, y “Rafael Pérez Vento; pionero de la psiquiatría en Cuba”.
 El primero es un homenaje a su influyente profesor, cuyo nombre acababa de dársele a una sala de neurología recién inaugurada en el Hospital Calixto García, y para quien se devela además un busto. Los trabajos del neurólogo irlandés radicado en Estados Unidos marcaron a algunos psiquiatras cubanos, sobre todo tras su visita la isla invitado por la Clínica Galigarcía. El segundo, es un recorrido por la obra de su antiguo profesor de fisiología y, sin dudas, primer psiquiatra cubano en el sentido moderno del término.

 Cátedra y otras gestiones

 Rodolfo Julio Guiral fue ratificado como ayudante graduado de la Cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales en varias ocasiones. Se desempeñaba como tal en diciembre de 1930, cuando el gobierno de Gerardo Machado clausuró la Universidad, y se mantuvo en ese cargo hasta enero de 1937. Es nombrado entonces profesor agregado interino, y más tarde, en noviembre de 1946, profesor auxiliar en propiedad. Cuatro años después, en febrero de 1950, se convierte en el último profesor titular de la cátedra con el nombre de Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales y el primero con el de Psiquiatría.
 Fue secretario de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y Neurología entre 1926 y 1929, y sería su presidente en 1946, estando al frente además de la Comisión de Cursos Postgrados (1955) para ingresar en la misma.


 En 1935, al inaugurarse el Hospital Municipal de la Infancia y establecerse allí un departamento y una consulta externa de psiquiatría infantil, fue nombrado consultante honorario. En 1940, al instituirse el Departamento de Neuropsiquiatría de la Cátedra de Patología y Clínica Infantiles, organizado y dirigido por Víctor Santamaría, es designado consultante.
 En septiembre de 1949 presidió la delegación cubana al Congreso Internacional de Psiquiatría de París. El 21 de abril de ese año fue electo miembro de número de la Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana; y al año siguiente presentó ante la misma su  ponencia “Medicina psicosomática”, que lo eleva a miembro de mérito. En 1958 fue elegido vicedecano de la Facultad de Medicina.
 Se suma a ello su promoción de técnicas diagnósticas y terapéuticas, desde tests psicológicos diversos hasta la electroencefalografía, el electroshock y la psicocirugía.
 Desde 1933 y por largos años figuró como miembro del comité de redacción de Vida Nueva; y en 1937 era director de la recién fundada Revista de Sanidad Militar. Fue además miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos e integrante del Biltmore Yacht and Country Club de La Habana. 

 Tras la Revolución

 Al inicio de la Revolución la Cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades Mentales y Nerviosas estaba integrada por Guiral en calidad de profesor titular, Luis Viamonte como auxiliar y José Galigarcía en tanto agregado. En calidad de vicedecano de la Facultad de Medicina, tiene entonces que enfrentar las tensiones generadas a consecuencia de la suspensión, por orden del gobierno, de la autonomía universitaria.
 En enero de 1959 el Directorio Revolucionario ocupó la Universidad, comenzado, como señala el historiador Gregorio Delgado, “una lucha entre éstos y la fracción más radical del movimiento 26 de Julio (Ernesto Che Guevara y Raúl Castro), la que, con los aliados del PSP, pugna por llevar a cabo la reforma universitaria al tiempo que se procede a la depuración del profesorado que había colaborado con la dictadura de Batista”. (Delgado: "Desarrollo histórico de la Cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales de la Universidad de La Habana (1906-1961)", Cuadernos de Historia de la Salud Pública, núm. 84, La Habana, 1998). 
 A finales de mes comienzan los expedientes universitarios, y ya el 2 de febrero, la FEU ocupa los edificios y solicita la depuración del Consejo Universitario “por considerar que actuaba con lentitud”; Guiral queda así suspendido temporalmente de su cargo y de sus funciones docentes.
 En julio de 1960 el gobierno genera nuevas tensiones, al querer sustituir al Consejo Universitario. Como expresa Delgado, 37 profesores votan en contra de aquella decisión, por lo que son declarados contrarrevolucionarios. Guiral no asiste a la votación pero se solidariza por escrito con la moción presentada por el bando opositor. Como consecuencia, se le suspende de empleo y sueldo el 5 de agosto. En otras palabras resulta definitivamente expulsado, lo que se le comunica en enero del año siguiente.
 En 1952, su alumno Diego González Martín, continuador en Cuba de la reflexología pavloviana y pieza clave de la política psiquiátrica del nuevo estado revolucionario, había publicado en Bohemia el artículo “Profesor Rodolfo J. Guiral, destacado neuropsiquiatra", donde recorre sus contribuciones y señala su temprana adscripción a la escuela corticovisceral. En otro artículo de 1967 lo recordará nuevamente, pero sin entrar a considerar el final de su carrera. 
 Falleció en La Habana 1976, a la edad de 75 años.

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