Pedro Marqués de Armas
Fue uno de los neuropsiquiatras más notables de la República; y sin duda, el clínico mejor formado de la generación que emerge a finales de los años veinte. Estuvo al frente de aquel grupo llamado a introducir el psicoanálisis, el órgano-dinamismo y la psicología experimental, dotando de amplitud a la disciplina.
En buena medida concilia las teorías de Freud y
Pavlov, si bien se decanta finalmente por la reflexología.
Se suma su influencia sobre la sólida
promoción de 1940 que lo erige en el maestro por excelencia de la psiquiatría
cubana.
Rodolfo
Julio Guiral González nació en La Habana el 14 de marzo de 1900. Comenzó la
carrera de medicina en 1918, recibiendo el influjo de Enrique
Saladrigas y Pedro Castillo. Graduado en 1922, ya había decidido dedicarse a la
neuropsiquiatría estimulado por las enseñanzas de José A. Valdés Anciano y de Armando
de Córdova y Quesada.
El 17 marzo de 1924 fue nombrado ayudante de
la Cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales. Y
dos años más tarde, en el verano de 1926, completa su formación en el Instituto
Neurológico de New York bajo el magisterio del neurólogo irlandés Foster
Kennedy:
Una
circunstancia fortuita me acercó al maestro. Dio la casualidad que en el primer
pase de visita de Kennedy, a que yo acudiera, él me seleccionó entre otros
muchos médicos alumnos suyos, norteamericanos y extranjeros allí presentes,
para que hiciera el examen de fondo de ojo del paciente. Para mí, hijo de
oftalmólogo, que había hecho oftalmología durante largos años, la circunstancia
no podía ser más afortunada; hice el examen y advertí el edema de la papila del
enfermo, lo que era un elemento importante de diagnóstico... Al terminar el
pase de visita, Kennedy me llamó y me invitó a trabajar en íntimo contacto con
él.
Pocos años
antes Kennedy había descrito los efectos motores y visuales de algunos tumores
frontales, mientras el joven cubano, hijo del oftalmólogo Rodolfo Guiral
Viondi, era ya un avezado oculista resuelto a adentrarse en el terreno de las
encefalitis y sus consecuencias neurológicas y psiquiátricas, aunque también en
las psiconeurosis.
Vientos de
cambio
En
realidad desde 1924 soplaban vientos de cambio en un momento caracterizado por
la confluencia, alrededor de la sección de Neuropsiquiatría de la Revista Cubana de Medicina Legal,
de una plataforma que reúne a psiquiatras, médicos forenses y juristas desde la
cual se realizan los primeros intentos para establecer una liga de higiene
mental y otras dirigidas a la profilaxis de las enfermedades venéreas y las toxicomanías.
Guiral tiene el mérito de refundar, en este
contexto, la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría después de más de una
década de disolución. A él se debe la convocatoria en este sentido. En marzo de
1926 logró poner en marcha dicha asociación, aunando a jóvenes como Juan
Portell Vilá, René de la Vallete, Agustín Abril y Valdés Anciano Mc Donald,
junto a otros de mediana o larga trayectoria.
La
directiva de la Sociedad quedó integrada por Armando de Córdova, como presidente;
José Ramón Valdés Anciano Mc Donald, como vicepresidente; Rodolfo Julio Guiral,
como secretario; Perfecto Suárez, como vicesecretario; Francisco Arango y
Julio V. Collazo en calidad de tesoreros; mientras los veteranos Arístides
Mestre, José A. Malberty y Lucas Álvarez Cerice figuran en tanto miembros
honorarios.
Pero Guiral
es sin duda la cabeza visible de este impulso renovador al que corresponde,
además de la consolidación de la Sociedad, la “reforma científica” del Hospital
de Dementes (notable entre 1926 y 1930) y el establecimiento en 1929 de la Liga
de Higiene Mental.
En estos años se muestra más activo desde la
Cátedra de Enfermedades Nerviosas y Mentales, como promotor de las juntas
psiquiátricas y en tanto asiduo colaborador de la Revista Cubana de
Neurología y Psiquiatría.
Por su
carácter pionero, pero también integrador, habría que destacar su ponencia “Un
caso de psiconeurosis en relación con las teorías de Janet, Freud y Wunt”, que
presentó el 10 marzo de 1926 en la sesión extraordinaria en que queda constituida la Sociedad de
Neurología y Psiquiatría. Meses más tarde presenta otras
dos ponencias que expresan su acercamiento a la neurología y el psicoanálisis
desde la clínica: “Charcot y su obra científica” y “Observaciones sobre casos
de psiconeurosis”.
A estos trabajos sigue su exposición “Histeria Ocular”, leída ante la Sociedad de Estudios Clínicos, en la que aborda cuatro casos de ceguera histérica, uno de los cuales, el de la “señorita M.L.”, desarrolla en extensión, expresando haberle curado por medio de “un psicoanálisis”.
Según Guiral,
se trataba de una paciente que hacía un “uso de la enfermedad como refugio ante
el fracaso sexual y otros traumas de la infancia”. Sin embargo, concluía su
exposición afirmando que no intentaba asimilar sus observaciones a la teoría de
Freud, ni a ninguna otra, sino solamente recabar el criterio de la Sociedad.
Esta exposición sería considerada años más
tarde como la primera experiencia de terapia psicoanalítica en Cuba. (Mariano
Sánchez Roig, Historia de la
Nación Cubana, T-X, p. 162.)
Inicios del psicoanálisis
Inicios del psicoanálisis
Aunque los
comienzos de la práctica del psicoanálisis en la isla resultan bastante
inciertos, todo indica que ya desde 1927 el método era empleado en el ámbito
privado por René de la Valette, y en el público, por Gaspar
LLovet, sin que pueda precisarse, en relación a la norma freudiana, el rigor con
que se desempeñaban.
Guiral asegura haber apelado a la “asociación
de palabras” y Jovet habla de un “psicoanálisis sintético”. Existen referencias
sobre el “análisis didáctico” recibido por de la Valette en Estados Unidos,
pero todo indica que ello ocurre entrada la década de 1930. El más temprano y tenaz promotor de la
teoría freudiana en Cuba, con extensa producción al respecto ya desde
1925, fue sin dudas Juan Portell Vilá, quien procura aplicarlo en el ámbito de
la educación y en la psiquiatría infantil.
En
realidad, Guiral intenta en estos trabajos iniciales complementar las dos
escuelas psiquiátricas más importantes de su época, a propósito de lo cual
escribiría:
La
Escuela de Pavlov le da fundamento psicológico a la Escuela de Freud. Freud se
orientó hacía el aspecto psicológico, Pavlov vio el fundamento anatomopatológico.
Pero ya desde mediados de la década del
treinta se inclina al pavlovismo, distanciándose progresivamente de las teorías
freudianas. En general, integra en el marco clínico y desde la docencia
diversas escuelas y experiencias, anticipando en este sentido a la generación
de 1940.
Un repaso
a su bibliografía
Alrededor
de 1926 y tras su regreso de Estados Unidos, Guiral comienza a publicar con
frecuencia en diversas revistas nacionales y extranjeras. Su experiencia en
intoxicaciones con alcohol metílico y, de modo particular, en casos de
encefalitis letárgica durante su estancia en Norteamérica, tienen en la ponencia
"Psicoencefalitis", presentada al Congreso Médico Latinoamericano de
1928, una de sus expresiones más acabadas.
Si bien
consolida sus investigaciones en enfermedades neurológicas y oftalmológicas, y
a finales de los años veinte escribe, como hemos visto, sobre casos de
psiconeurosis, sus intereses se expanden luego a terrenos tan variados como la
higiene mental, las psicosis funcionales, las enfermedades psicosomáticas, los
trastornos de la personalidad, el análisis del “carácter nacional” y la
psicofarmacología.
Su labor
asistencial había comenzado en la sala Muñoz del Hospital Calixto García, donde
radicaba el Servicio de Observación de Presuntos Enajenados, alcanzando
notoriedad a propósito del caso Daniel Mc Sweeney, ciudadano inglés que daría
muerte en La Habana a su compatriota A. Morris. Declarado enajenado, y por
tanto, irresponsable de sus actos, Guiral examinó a Mc Sweeney junto al
profesor Arístides Mestre, diagnosticando un delirio de persecución que influyó
en el dictaminen de “ingreso a perpetuidad en un manicomio” para el autor de aquel homicidio.
En un
número que la revista Vida
Nueva dedicó en 1936 al
estudio de las razas, publicó “Comunicación previa sobre la
constitución del cubano”, donde analiza los “componentes” de
la nación a partir de criterios biomédicos. En la misma revista, aparece al año
siguiente su artículo “Una forma de psiconeurosis”, en el que prosigue sus
búsquedas pero ahora desde el punto de vista de la sexualidad.
Consideró el “relajo criollo” como una forma
de defensa maníaca del pueblo frente a las frustraciones, variante de
existencia social exaltada que, según afirma, ocultaba el lado trágico,
melancólico, de un pueblo al que finalmente califica de “maniacodepresivo”.
Siguiendo la tradición de los estudios de
“psicología nacional” ahonda en la superficialidad, la inconstancia, y la
imprevisión, como rasgos de la personalidad básica del cubano.
Uno de los
artículos más celebrados de Guiral, y reproducido en la prensa extranjera en
varias ocasiones, fue "Los instintos y la actitud en el tiempo de los
enfermos mentales", publicado en 1943 también Vida Nueva.
Ya en el
ámbito docente, reclama desde temprano la necesidad de que la enseñanza de la
psiquiatría fuese precedida por el aprendizaje de la psicología médica,
logrando que su propuesta fuera aprobada por la Facultad de Medicina, si bien
en la práctica se desestimó.
Desde 1938 circula, mimeografiado, un libro de
neuropsiquiatría de la cátedra que contiene sus conferencias, junto a las
dictadas por Valdés Anciano y Armando de Córdova; en el mismo, Guiral se
ocupa de la anatomía, la histología y la fisiología del sistema nervioso
central.
En 1940
publicó su monografía Higiene
Mental, punto de partida de cierta política psiquiátrica nacional de
carácter promocional, preventivo y asistencial, cuyos principios influirían de
modo notable en la nueva generación, en especial en educadores como Aurora
García, y psiquiatras como José Galigarcía, José Ángel Bustamante y Julio
Reymondez.
Muy probablemente sus propuestas contribuyeron
a la refundación, en 1948, de la Liga de Higiene Mental, establecida ahora al
calor de un nuevo dispositivo de orientación comunitaria: el Dispensario de
Higiene Mental del Hospital Municipal de La Habana.
En 1942,
cuando por iniciativa de Julio Reymondez, Rafael Larragioti, Oscar Sagredo
Acebal y José A. Bustamante, se reinician las actividades de la Sociedad Cubana
de Neurología y Psiquiatría, Guiral es designado como presidente.
En 1944
entregó a la imprenta su libro Psiquiatría, del que solo apareció un
primer tomo con parte de sus conferencias y clases, el cual constituiría durante
algunos años el texto básico de la Cátedra, combinado luego con Enfermedades Nerviosas y Mentales (Imprenta Isidro Fernández, 2 V.,
mimeografiado), compendio que Guiral actualiza parcialmente en 1957 en sus Lecciones en la Cátedra de
Neurología y Psiquiatría (Curso
1955-56, mimeografiado).
Un año
antes había prologado el Manual
de psicología médica y psiquiatría de José A. Bustamante (Cultural S.
A, 1943), libro de texto que venía a superar todo lo producido hasta la fecha.
Guiral lo calificó de “ejemplo de los nuevos tiempos entre nosotros”, al
introducir por primera vez la psicología normal como aspecto básico de la
docencia, incluir un amplio espectro de escuelas desde el psicoanálisis clásico
y cultural hasta la reflexología, y por el lugar decisivo atribuido a la
higiene mental como razón de ser de una política psiquiátrica nacional.
En este prólogo (publicado como “Psicología
médica y psiquiatría” en la revista Medicina Latina) vuelve
a demandar la incorporación de la psicología al programa docente de la
especialidad, propuesta realizada también, a lo largo el tiempo, por los
psiquiatras Rogelio Sopo, Miguel Ángel Nin y Frisso Potts, y concretada por fin
gracias a la gestiones de Bustamante.
En junio
de 1946, Guiral escribió el editorial Archivos
de Neuropsiquiatría, órgano de la influyente Clínica Galigarcía, que sin
embargo se extingue en poco tiempo; y ese mismo año aparece su folleto La personalidad humana, sus componentes
somáticos y psíquicos en relación con las enfermedades mentales (Tiempo de Cuba, 1946), con el que
comienza sus acercamientos a los trastornos de la personalidad.
También de
1946 es su notable “Estudios sobre reflejos condicionados”, presentado al
Primer Congreso Médico Social Panamericano, celebrado en La Habana, y donde se
muestra claramente partidario de la concepción pavloviana de los reflejos
condicionados, contexto en el que algunos psiquiatras comienzan a acercarse a
la “psiquiatría soviética” desde posiciones marxistas que, sin embargo, Guiral
nunca compartió.
En 1956
publicó en la prestigiosa revista Encephale:
"États de dystonie végétative en médecine psychosomatique", ámbito
que venía explorando desde la década anterior.
De valor en el marco somaticista
habría que mencionar otros dos artículos: “El lóbulo frontal”, publicado en
1957 en Archivos de Neurología
y Psiquiatría, y sobre todo, el muy citado “La pupiloscopía en
esquizofrenia” (Cuba Profesional, 1953). Inicialmente expuesto en la
Sociedad de Psiquiatría, seguía en este estudio la teoría de Bunke sobre los trastornos
miopupilares de los esquizofrénicos, aplicada a una muestra de 512 pacientes.
Los últimos trabajos mencionados marcan de modo ejemplar su
etapa reflexológica, cuyos comienzos se remontan a 1944. En una conferencia que
bajo el título “La teoría reflexológica” pronuncia para la Universidad del
Aire en abril de 1960 –ya a finales de su carrera-, Guiral recordaba su
primacía en este tipo de estudios y caracterizaba la reflexología como una
escuela que, si bien comenzó en Rusia con los experimentos de Pavlov, se había convertido en una corriente internacional que no se la podía reducir a un marco nacional
o ideológico. Destacaba, en este sentido, la necesidad de evitar los perjuicios
del dogmatismo, pues se trataba de un modelo experimental que hacía acopio de
tesis diversas y experiencias múltiples.
Para Guiral, tampoco podía reducirse al hombre al resultado de experimentaciones en modelos animales. En este sentido, se muestra cercano de estudios que involucren a la palabra y el lenguaje, es decir, al segundo sistema de señales, si es que se quiere indagar en el origen de las neurosis y obtener resultados -insiste- a través de una amplia gama de tratamientos, desde los propiamente conductuales hasta los basados en la palabra “como estímulo condicionado”.
En esta dirección, relata un experimento de diseño propio que denominó “reflejo bidireccional” (“Lóbulo frontal”, Vida Nueva, 1957) y que lo muestra próximo a las investigaciones de condicionamiento operante que se iniciarían a finales de la década del cincuenta.
Acerca de la esquizofrenia, reconocía entonces su condición de afección cerebral, colocándose a favor de combinar los nuevos tratamientos farmacológicos con las más amplias variantes de psicoterapia.
Cree todavía en una conciliación, más bien complementación, entre la reflexología y el psicoanálisis. Para Guiral, son enfoques diferentes en la medida en que el primero se fundamenta en la fisiología, mientras el segundo es exclusivamente psicológico. Consideraba, ingenuamente, que la reflexología venía a cumplir una carencia incluso reconocida por Freud, la de una fisiología de lo psíquico que, a su juicio, el maestro vienés siempre habría echado en falta. Pavlov, aseguraba, había aportado la solución. En definitiva, la palabra y lo simbólico jugaban un papel importante en su teoría, que hacía de ambas escuelas más que sistemas opuestos conocimientos paralelos. Así, no es que fueran del todo ajenos los “mecanismos de defensa” y los “mecanismos de inhibición refleja”.
Defiende que el hombre es un animal meta-instintivo, que lo fisiológico en el caso de las neurosis no puede ser separado de lo psíquico; pero rechaza categóricamente la existencia del Complejo de Edipo y de las etapas de la libido. El temor a la castración no es una regla, y en caso que lo fuera, tendría una explicación fisiológica.
Su posición está lejos de ser crítica. No solo rehúye el cuestionamiento sociológico y la confrontación teórica e ideológica, sino que se enclaustra en la cátedra como ámbito de “conocimiento constituido”, donde todas las posiciones ocupan el lugar apacible del programa de enseñanza. Persigue legitimar su disciplina en un espacio eficientemente institucional que asegure el rol magisterial.
Para Guiral, tampoco podía reducirse al hombre al resultado de experimentaciones en modelos animales. En este sentido, se muestra cercano de estudios que involucren a la palabra y el lenguaje, es decir, al segundo sistema de señales, si es que se quiere indagar en el origen de las neurosis y obtener resultados -insiste- a través de una amplia gama de tratamientos, desde los propiamente conductuales hasta los basados en la palabra “como estímulo condicionado”.
En esta dirección, relata un experimento de diseño propio que denominó “reflejo bidireccional” (“Lóbulo frontal”, Vida Nueva, 1957) y que lo muestra próximo a las investigaciones de condicionamiento operante que se iniciarían a finales de la década del cincuenta.
Acerca de la esquizofrenia, reconocía entonces su condición de afección cerebral, colocándose a favor de combinar los nuevos tratamientos farmacológicos con las más amplias variantes de psicoterapia.
Cree todavía en una conciliación, más bien complementación, entre la reflexología y el psicoanálisis. Para Guiral, son enfoques diferentes en la medida en que el primero se fundamenta en la fisiología, mientras el segundo es exclusivamente psicológico. Consideraba, ingenuamente, que la reflexología venía a cumplir una carencia incluso reconocida por Freud, la de una fisiología de lo psíquico que, a su juicio, el maestro vienés siempre habría echado en falta. Pavlov, aseguraba, había aportado la solución. En definitiva, la palabra y lo simbólico jugaban un papel importante en su teoría, que hacía de ambas escuelas más que sistemas opuestos conocimientos paralelos. Así, no es que fueran del todo ajenos los “mecanismos de defensa” y los “mecanismos de inhibición refleja”.
Defiende que el hombre es un animal meta-instintivo, que lo fisiológico en el caso de las neurosis no puede ser separado de lo psíquico; pero rechaza categóricamente la existencia del Complejo de Edipo y de las etapas de la libido. El temor a la castración no es una regla, y en caso que lo fuera, tendría una explicación fisiológica.
Su posición está lejos de ser crítica. No solo rehúye el cuestionamiento sociológico y la confrontación teórica e ideológica, sino que se enclaustra en la cátedra como ámbito de “conocimiento constituido”, donde todas las posiciones ocupan el lugar apacible del programa de enseñanza. Persigue legitimar su disciplina en un espacio eficientemente institucional que asegure el rol magisterial.
En
diciembre de 1961, Guiral prologó el folleto Personalidades
Psicopáticas (1962) de su
alumno, el también reflexólogo Eduardo Gutiérrez Agramonte. Reconocía que el autor
siguiera la clasificación de Kurt Schneider pero enfatizaba, sobre todo, la
atención que debía prestarse a la escuela reflexológica o pavloviana, de la
cual se declara su introductor en Cuba.
Sin dudas, Gutiérrez Agramonte (pavloviano pre-revolucionario) recepciona el mensaje; ya entonces promueve, en un marco cada vez más sectario, la psiquiatría
soviética y el tratamiento conductual de homosexualidad. Guiral había escrito:
Al
tener una base reflexológica es muy probable que al inhibirse una tendencia,
por inducción, surja un tipo de conducta contraria a la anterior, o sea, la
curación de la homosexualidad.
No deben
olvidarse artículos de carácter histórico y de glorificación de la
especialidad: “Foster Kennedy; una capacidad creadora”, y “Rafael Pérez Vento;
pionero de la psiquiatría en Cuba”.
El primero es un homenaje a su influyente
profesor, cuyo nombre acababa de dársele a una sala de neurología recién
inaugurada en el Hospital Calixto García, y para quien se devela además un
busto. Los trabajos del neurólogo irlandés radicado en Estados Unidos marcaron
a algunos psiquiatras cubanos, sobre todo tras su visita la isla invitado por
la Clínica Galigarcía. El segundo, es un recorrido por la obra de su
antiguo profesor de fisiología y, sin dudas, primer psiquiatra cubano en el
sentido moderno del término.
Cátedra y
otras gestiones
Rodolfo
Julio Guiral fue ratificado como ayudante graduado de la Cátedra de Patología y
Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales en varias ocasiones. Se
desempeñaba como tal en diciembre de 1930, cuando el gobierno de Gerardo
Machado clausuró la Universidad, y se mantuvo en ese cargo hasta enero de 1937.
Es nombrado entonces profesor agregado interino, y más tarde, en noviembre de
1946, profesor auxiliar en propiedad. Cuatro años después, en febrero de 1950,
se convierte en el último profesor titular de la cátedra con el nombre de
Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales y el primero con
el de Psiquiatría.
Fue
secretario de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y Neurología entre 1926 y 1929,
y sería su presidente en 1946, estando al frente además de la Comisión de
Cursos Postgrados (1955) para ingresar en la misma.
En 1935, al inaugurarse el Hospital Municipal de la Infancia y establecerse allí un departamento y una consulta externa de psiquiatría infantil, fue nombrado consultante honorario. En 1940, al instituirse el Departamento de Neuropsiquiatría de la Cátedra de Patología y Clínica Infantiles, organizado y dirigido por Víctor Santamaría, es designado consultante.
En septiembre de 1949 presidió la delegación
cubana al Congreso Internacional de Psiquiatría de París. El 21 de abril de ese
año fue electo miembro de número de la Academia de Ciencias Médicas Físicas y
Naturales de La Habana; y al año siguiente presentó ante la misma su
ponencia “Medicina psicosomática”, que lo eleva a miembro de mérito. En 1958
fue elegido vicedecano de la Facultad de Medicina.
Se suma a
ello su promoción de técnicas diagnósticas y terapéuticas, desde tests
psicológicos diversos hasta la electroencefalografía, el electroshock y la
psicocirugía.
Desde 1933
y por largos años figuró como miembro del comité de redacción de Vida Nueva; y en 1937 era
director de la recién fundada Revista
de Sanidad Militar. Fue además miembro titular de la Sociedad de Estudios
Clínicos e integrante del Biltmore Yacht and Country Club de La Habana.
Tras la Revolución
Al inicio
de la Revolución la Cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades Mentales
y Nerviosas estaba integrada por Guiral en calidad de profesor titular, Luis
Viamonte como auxiliar y José Galigarcía en tanto agregado. En calidad de
vicedecano de la Facultad de Medicina, tiene entonces que enfrentar las
tensiones generadas a consecuencia de la suspensión, por orden del gobierno, de
la autonomía universitaria.
En enero
de 1959 el Directorio Revolucionario ocupó la Universidad, comenzado, como
señala el historiador Gregorio Delgado, “una lucha entre éstos y la fracción
más radical del movimiento 26 de Julio (Ernesto Che Guevara y Raúl Castro), la
que, con los aliados del PSP, pugna por llevar a cabo la reforma universitaria
al tiempo que se procede a la depuración del profesorado que había colaborado
con la dictadura de Batista”. (Delgado: "Desarrollo histórico de la Cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales de la Universidad de La Habana (1906-1961)", Cuadernos de Historia de la Salud Pública, núm. 84, La Habana, 1998).
A finales
de mes comienzan los expedientes universitarios, y ya el 2 de febrero, la FEU
ocupa los edificios y solicita la depuración del Consejo Universitario “por
considerar que actuaba con lentitud”; Guiral queda así suspendido temporalmente
de su cargo y de sus funciones docentes.
En julio
de 1960 el gobierno genera nuevas tensiones, al querer sustituir al Consejo
Universitario. Como expresa Delgado, 37 profesores votan en contra de aquella
decisión, por lo que son declarados contrarrevolucionarios. Guiral no asiste a la
votación pero se solidariza por escrito con la moción presentada por el bando
opositor. Como consecuencia, se le suspende de empleo y sueldo el 5 de agosto.
En otras palabras resulta definitivamente expulsado, lo que se le comunica en
enero del año siguiente.
En 1952,
su alumno Diego González Martín, continuador en Cuba de la reflexología
pavloviana y pieza clave de la política psiquiátrica del nuevo estado
revolucionario, había publicado en Bohemia el artículo “Profesor Rodolfo J.
Guiral, destacado neuropsiquiatra", donde recorre sus contribuciones y señala su temprana adscripción a la escuela corticovisceral. En otro artículo de 1967 lo recordará nuevamente, pero sin entrar a considerar el final de su carrera.
Falleció
en La Habana 1976, a la edad de 75 años.
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