El burro te persigue en el Circo, y el
detective que no da pie con bola, y la risa del público que no entiende. Pero
el león te respeta, ¿o te desdeña pensando que nada vale la pena? Estás solo,
Charlie, solo en el Polo de Klondike, y en la ciudad confusa, y en el campo,
solo con la gente sola, solo.
Eres tal vez el hombre actual, en medio de las
máquinas, trastabillando en la tierra de donde Dios emigró. Como él, tú ni
lloras ni ríes, si acaso te sonríes a veces, con extraña sonrisa ingenua,
asombrada, y cuando por amor, renuncias al amor, te sientas sobre una caja
vacía, en el campo vacío, mientras se marcha el Circo, y te quedas allí, tú
solo, como siempre estuviste.
Con tu bastoncito ridículo, con tu sombrerito
ridículo; solo, y después sales andando, sin rumbo (porque todos los rumbos son
en el fondo iguales), sin palabras, sin gestos, sin risas ni llanto. Hablan en ti tan sólo tus zapatos, torcidos hacia
arriba, vueltos desesperadamente hacia arriba, como las catedrales.
L.R.E
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