Lino Novás Calvo
Dormidos,
Dormidos,
en el
pesebre de las mulas,
como dos
jesucristos,
nos
fustigó la aurora que nacía,
en
nuestro pecho mismo.
Y
pensamos ser, como el mesías,
envoltura
de un algo
divino.
(Envoltura
del pan de la inocencia
y de los
peces del instinto)
Lloramos
soles
por
aquella cruz que se aburría
en el
calvario del catecismo.
Y, luego,
soñamos
que nos crucificaban
en su
vértice,
como los
dos bandidos.
Éramos
héroes.
Saboreábamos
el martirio
como el
manjar que en justas proporciones
nunca
habíamos tenido.
Y, aunque
de dura piedra,
el lecho
era sabroso
y no
sentíamos los huesos molidos,
ni el
mayar de los gatos
sobre el
tejado vecino.
Teníamos
a qué aplicar nuestra existencia,
éramos
jesucristos.
En la
mañana,
el amo
del pesebre,
nos metió
par de gritos
hasta la
entraña, adentro.
Fuera —nos
dijo—, pillos.
Y nos
echamos de golpe
por la
ventana del instinto.
Corrimos
mucho, mucho,
no sé
cuánto corrimos.
Tú,
violando cercas y alambradas;
yo, recto
en el camino.
Hasta hoy...
No sé
cual habrá sido tu cruz:
la mía
la he
lanzado al abismo.
Revista de Avance, 15 enero de 1929.
Revista de Avance, 15 enero de 1929.
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