Comerciante francés
emigrado a Cuba tras la revolución de Haití.
El 25 de agosto de
1807 asesinó a su amante, la acaudalada criolla natural de Puerto Príncipe,
Vicenta Agramonte, una de las mujeres más bellas de la época, dándose a
continuación la muerte.
Los cuerpos
aparecieron cada uno con dos disparos en la cabeza.
Una versión apunta a
que Marliani obligó a su amante a firmar una carta, de modo que pareciera un
pacto suicida.
Otra sostiene que fue
un verdadero pacto.
En su novela La Fuerza del Destino Julieta Campos
recrea esta escena trágica. Vicenta, casada con un primo al que no amaba (José
María Zequeira Acosta, con quien contrajo matrimonio en Camagüey el 19 de marzo de
1794), se dejó seducir sin titubeos por el forastero francés, años más tarde
perseguido por las autoridades coloniales y sobre quien pendía una orden de
expulsión.
El hecho tuvo lugar en
el número 71 de la calle Zanja, entonces esquina a Galiano, frente a la casa de
baños.
J. M. de la Torre
recogió en Lo que fuimos y lo que somos
esta crónica de Tomás Agustín Cervantes, una de las más antiguas sobre sucesos
criminales:
“En la casa número 71,
frente a dicha casa de baños ocurrió el trágico fin de Mr. Luis Marlianí
(hermano de Mde. Vigné) y de doña Vicenta Agramonte (de Puerto Príncipe),
conocida por la Vicenta (que relata la curiosa crónica inédita) del señor don
Tomás Agustín Cervantes, de la manera siguiente:
Así murió La Vicenta...
25 de Agosto de 1807,
día de San Luis. En la tarde, como a las seis, fueron hallados doña Vicenta
Agramonte y Mr. Luis Marliani, encerrados en un cuarto, ya difuntos y pasados
cada uno con dos balas.
El caso, como se da
por verdadero, es que éste Marliani, después de haber comido con la Vicenta y
bebido con exceso, mandó salir fuera de la casa (que lo era la que linda con el
fondo de la de Chávez, extramuros, y por consiguiente hace frente a la Zanja),
a un negro, una negra, y al hijo de la Vicenta, y encerrándose en el cuarto con
ésta, la comprometió a escribir un papel a su tía doña María Loreto Velasco, en
que le encargaba la educación de su hijo, mandaba pagar una deuda, y se
despedía para siempre.
Marliani escribió otro
en que decía que por mutuo acuerdo y por
el amor se iban a quitar la vida.
Efectivamente, se oyó
la explosión de las pistolas, y rompiendo los indicados negros e hijo los balaustres
de la ventana, que caía a la calle, entraron y encontraron a los dos ya
difuntos; Vicenta con un brazo tendido y acostada sobre él, Marliani; y éste,
con las manos cruzadas hacia arriba y, en cada una, una pistola, una apuntando hacia
Vicenta y la otra hacia a sí propio.
Se encontraron dos
pomitos con esencia de opio, y se supone que el francés aletargó a Vicenta con
este narcótico. Así murió la bella Vicenta.”
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