Acaba de ofrecernos la Ciudad de
Nápoles extraño exemplo de suicidio. El que le ha cometido era muchos años ha
Dependiente de un Tribunal de Justicia, persona muy arreglada de costumbres,
que siempre había merecido la confianza de sus Gefes, y la estimación de sus
amigos. Gozaba de suficiente renta, sin que se sepa haya tenido motivo de
disgusto por asuntos de intereses. Nadie conoció en él aquellas pasiones
violentas arrebatadas que alteran a menudo el Genio y los humores; antes bien
se le tenía por hombre mui sereno, acreditándose de tal en el sosiego con que
tomó la resolución de quitarse la vida. Ignoramos las causas que le movieron
ello, pues no las dexó dichas. Solo se sabe que un corto rato antes de morir no
había manifestado la menor inquietud, y que en una mesa de su quarto se
encontró escrito de su puño un papel concebido en estos términos…
“Es axioma incontestable de Derecho que un
hombre que no está ya sujeto a la potestad paterna, puede disponer de su
persona. Yo me hallo en este caso. Teniendo acción para usar de mi libertad,
ninguna es en mi opinión más apreciable que la de poder darme la muerte.
Encargo a mi heredero que pague mis deudas, me despido de él para siempre.”
Apenas escribió estas palabras se arrojó a la
calle desde una ventana mui alta, se estrelló la cabeza contra el empedrado.
Este hombre había tenido un hermano, que
también murió desgraciadamente, aunque por una casualidad pues pasando por una
plaza, se desprendió del techo de un edificio una pesada piedra que alcanzó
darle en la cabeza.
Mercurio histórico y político, 5/1772, p. 21.
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