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domingo, 27 de diciembre de 2015

Navidades en los pueblos cubanos






 Samuel Feijóo


 Las navidades cubanas unen tradiciones de todo tipo, desde el arbolito exótico y el nórdico Santa Claus hasta el Nacimiento clásico y la tremenda cena de Nochebuena. En nuestros pueblos estas pascuas abren una época de paz bienhechora, suavizando la tensión de nuestras desventuras políticas y sociales.

 Las Navidades se festejan en los pueblos cubanos con idénticas celebraciones, guardando las mismas costumbres, porque nuestra Navidad es una, pareja, de un cabo al otro de la Isla. Las tradicionales fiestas pascuales se mantienen vigorosamente, en campos y ciudades, con las naturales ligeras variantes de la ubicación. En el campo, por ejemplo, las fiestas son más íntimas y serenas; en los pueblos: más desbordadas, sin que este desbordamiento indique mayor alegría. En general, los cubanos celebramos las Navidades con entusiasmo, apasionadamente, chicos y grandes. Los unos contentos por las golosinas y la animación y la esperanza de los futuros juguetes, los otros alegres por las pascuas en sí, por las comelonas tradicionales, los bailes de Navidad y Año Nuevo, las visitas de los familiares para celebrar en alegre reunión la cena grande de la Nochebuena.

 CENTRO DE LAS PASCUAS CUBANAS

 El verdadero centro de nuestras pascuas es la noche del 24 de diciembre, la noche de la gran cena. Esto es obvio en la Isla toda. Alrededor de este centro organizamos una serie de celebraciones menores: que tienen también su festivo y excitante cumplimiento. En las ciudades se construyen Nacimientos en muchos hogares. Los pastores, los camellos, el niño, las vacas y burritos de loza se reparten sobre una verde extensión de papel corrugado y reciben múltiples visitas que vienen a verificar la belleza de la tradicional construcción alegórica. Muchos hogares citadinos levantan también su arbolito de Navidad (made in U. S.) y lo iluminan y colman de globos y zarandajas coloreadas, para admiración de los niños. Los pueblos de campo adentro, los pequeños pueblos sin visos de ciudad o pueblo grande, ni construyen Nacimiento ni iluminan arbolitos navideños. Lo que sí organizan en ellos son los «guateques» y los «batacunes» para bailar profusamente. La juventud asiste como hechizada a esos bailes pascuales, «los grandes bailes del año». El embullo por ellos cunde en colores o colocando grandes telas en las guaguas rurales, avisando la noche de la celebración.

  NOCHEBUENA

 Pero todas las celebraciones anunciadas sirven como pretexto o fondo para la gran cena. El lechón asado de Nochebuena es un rito cubano pascual, de los mayores y más alegres. Esto se siente respirando el aire del día famoso. El día de Nochebuena por las calles de los pueblos pasan teorías de olorosas tártaras con lechones asados al horno. Siempre pasan, sea el año bueno o malo, porque el cubano se sacrifica, se empeña, con tal de celebrar «dignamente» la Nochebuena. El campesino de los pequeños pueblos asa su lechón; lo asa en «puya», en «barbacoa» o sobre piedras. Para el campesino que no cuenta con las diversas celebraciones pascuales del habitante de las ciudades, el lechón asado es la pura fábula que se realiza. El lechón asado del 24 de diciembre es la Navidad campesina. Y el guajiro se aprovecha de él en grande. Esa noche es la noche del año, la noche en que no cuenta la miseria. Para celebrarla acude a todos sus recursos. No poder cumplir con la tradición es un golpe muy recio para un mortal. Y es por ello que vende si es preciso, para lograr «fondos», desde su punta de malanga hasta la cría de guanajos, o bien se va al central para quien trabaja, de machetero generalmente, a solicitar un anticipo misericordioso. Cualquier cosa es capaz de hacer el cubano para no perder su gran noche. El cubano en general, insistimos, es celoso de su Nochebuena. Celebrarla «espléndidamente» con mucha comida y bebida y alborotada asistencia de familiares y amigos a su mesa, le proporciona un goce memorable. (En este sentido derrochador, «por una sola vez», son legendarias las fabulosas proporciones que algunas familias de aventajada posición económica dan a sus Nochebuenas.) Un 24 de diciembre bien celebrado se comenta con agrado y orgullo durante mucho tiempo. Empezar el año con comelonas en Nochebuena y Año Nuevo es de buen augurio para muchos. Aunque este año ha sido año de un largo tiempo muerto y de abrumadora tensión política, esperamos que las pascuas sean un paréntesis de paz ciudadana, porque nuestras navidades, con sus alegrías, se bastan para apaciguar los encendidos espíritus, para suavizar las iras con sus días bienhechores, gozosos, claros.


 Publicado en Bohemia (51), La Habana, 16 de diciembre, 1956, pp. 22-23, 170. Fotografías y pies de fotografías Samuel Feijóo. Tomado de Signos, 62, 2011, pp. 33-38.

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