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domingo, 16 de agosto de 2015

Un niño prodigio en La Habana

 
 
 
 Richard Rosell

 Un hecho inusual en la historia del Gran Teatro de Tacón tuvo lugar a finales del año 1872, cuando el gran tenor Enrique Tamberlick contrató al niño prodigio italiano Romeo Dionesi para actuar junto a su compañía lírica. Nacido en Génova el 5 de marzo de 1867 de padres concertistas, Dionesi llegó a La Habana precedido de una enorme fama gracias a sus triunfales presentaciones en la española ciudad de Granada, y en Guayaquil, Lima, Montevideo, Santiago de Chile, Rio de Janeiro y otros lugares donde fue homenajeado con varias condecoraciones, entre ellas tres medallas de oro.
 Desde su arribo a la capital de la isla acompañado por su padre -se hospedó en el Hotel Cabrera, en el número diez de la Calzada del Monte- el párvulo también fue objeto del más cariñoso recibimiento y de las más delicadas atenciones.
 La reacción del público ante las interpretaciones de Dionesi no fue menos entusiasta, y el pequeño recibió grandes aplausos y fue reclamado varias veces al palco escénico.
 Y así lo hizo en la capital cubana, donde su galantería junto a sus nada comunes cualidades artísticas se tradujo en un incremento de los asistentes al coliseo y en el flujo de regalos con que fue obsequiado.
 La reaparición de Dionesi en el Tacón -"con igual aplomo que en su debut", diría después el Diario de la Marina-fue fijada para el día veintiséis de noviembre, oportunidad en que interpretó un recitado y romanza de Martha, y una escena y aria de Maria de Rudenz en los intermedios de una puesta de La sonámbula. Al concluir su actuación el niño fue de nuevo muy aplaudido y generosamente obsequiado, en especial, para su contento, con un cesto de dulces que recibió de manos de dos niñas mientras saludaba, gestos que agradeció dirigiendo algunas palabras al numeroso auditorio, pues en cada una de sus funciones el gran coliseo se tornaba pequeño para acoger a las muchas personas que asistían.
 En sus restantes actuaciones, el 28 de noviembre y los días 1, 4, 13 y 15 de diciembre, además de las obras mencionadas aquel prodigio italiano interpretó en carácter y con acompañamiento de orquesta fragmentos de las óperas Luisa Miller (escena y aria), El barbero de Sevilla -su creación del aria "de la calumnia" que interpreta el personaje Don Basilio le valió el mayor éxito y en consecuencia la repitió varias veces, como también ocurrió con la de Hernani cantada en su debut- Los normandos en París (aria), La favorita -se lució en el "Spirto gentil"- y Jone ("O, Jone di quest'anima"); y "La romanza de las tumbas", de la zarzuela Barba Azul; lo que todos reconocieron como un verdadero alarde de repertorio.
 La serata d'onore de Dionesi, "dedicada al bello sexo", se produjo el 13 de diciembre, espectáculo en el que cantó las citadas partes de Barba Azul y El barbero de Sevilla, y la popular canción de Tomás Iradier La paloma, en los intermedios de una interpretación de Rigoletto. Aquel día las trombas de aplausos, las flores y los regalos se prodigaron a manos llenas como no había ocurrido hasta aquella fecha -entre otros presentes fue obsequiado con un costoso reloj de oro con su leontina, con un portamonedas con billetes de banco, y con un juego de botones de oro y perlas para camisa.
 Ya por aquella fecha la popularidad de Romeo Dionesi en La Habana había ido aumentando con cada una de sus salidas a escena, sobre todo entre el público infantil, que de la noche a la mañana lo había convertido en uno de sus más caros ídolos al que no sabían ya cómo halagar. No pocos adultos también quedaron sumergidos en esa fascinación, como fue el caso de José Valero -el director junto al señor Mario de una compañía dramática-, quien lo invitó a presentarse junto a su grupo, el día 10 de diciembre, en el teatro de Guanabacoa.
 

 La última función del contrato de Dionesi con Tamberlick tuvo lugar como ya se dijo el 15 de diciembre, función en la que el pequeño genovés interpretó una vez más el aria de Hernani y La paloma, y declamó un poema titulado Adiós, promotor de una verdadera catarsis entre el público que de nuevo se tradujo en muchísimos aplausos y regalos.
 Después de la temporada de la Compañía de Ópera de Enrique Tamberlick correspondió a la empresa de Elisa Zamacois, Juan Prats y Enrique Ferrer proseguir el curso de las actividades líricas en el Gran Teatro de Tacón, a partir del 5 de abril de 1873. La temporada coincidió con el regreso de Dionesi del interior del país, y la dirección de la compañía lo contrató para que actuara en varias funciones. La reaparición del prodigioso chiquillo ante el público capitalino se produjo el 19 de abril, función a la que asistió Cándido Pieltain y Jove Huergo, el Capitán General interino de la isla. Para la ocasión Dionesi preparó un programa integrado por el aria "de la calumnia" de El barbero de Sevilla, y por la del Conde Luna de El trovador, obra en la que se presentaba por primera vez en La Habana, y de nuevo alcanzó un resonante éxito de público y de crítica.
 Restablecido de una ligera enfermedad que le impidió realizar la segunda función de su nuevo contrato en la capital, fijada para el 29 de abril, Dionesi volvió a la escena del Gran Teatro de Tacón el día 6 de mayo, oportunidad a la que se le otorgó el carácter de su "noche de gracia". Además de la puesta en escena de Los diamantes de la corona la función comprendió la cavatina de Ezio, de Atila -el niño la aprendió en La Habana como una manera de demostrar su agradecimiento al público-, fragmento que interpretó en carácter ataviado fastuosamente; el aria para barítono "Ah, non avia piu lagrime" de María de Rohan por la orquesta del coliseo bajo la dirección de Dionesi; y la canción Las ventas de Cárdenas, por primera vez en la interpretación del párvulo.
 No faltaron los regalos en distintos momentos de la función, y la singular celebridad fue obsequiada con una lluvia de versos en su honor que se dejaron caer desde los pisos altos de la sala, una caja con un bonito teatro en miniatura, y una medalla de oro que el doctor Antonio Andrés Azoy junto a dos niñas le colgó a cuello en nombre de los admiradores. Luego Azoy se dirigió al público y dijo estas palabras: "En nombre del pueblo de La Habana, señores, ofrecemos este premio al talento del niño Romeo Dionesi".
 Pocos días más tarde, el viernes 9 de mayo de 1873, en compañía de su padre, Romeo Dionesi partió hacia México, dejando tras de sí el más sonado de los éxitos y un recuerdo indeleble, durante varias generaciones de criollos, de su triunfal paso por los escenarios de Cuba.

 Tomado de www.cubanet. org, LA HABANA, junio de 2004.
 
 

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