Molina.—En el año de 1839 inventó
Mr. Daguerre el instrumento májico que lleva su nombre, toda la prensa francesa
de común acuerdo le tributó merecidos elojios: de tal manera que muchos
llegaron a juzgar que su nombre ocupaba el primer rango en la historia de las
ciencias y de las artes: pasó después este invento de un pueblo a otro, hasta
que a su vez llegó a nuestra bella tierra de Cuba, y se reproducen de tal
manera los alumnos del dichoso francés, que la Habana contiene en la actualidad
un sin número de ellos.
Entre los que verdaderamente honran este arte,
podemos contar a Molina, cuyo laboratorio se halla abierto en la calle de
OReilly. Molina, dedicado al arte con talento y entusiasmo, ha progresado mucho
en pocos años, y sus retratos son de un estraordinario mérito. Así es,
bellísimas lectoras, que si deseáis obtener una perfecta imajen de vosotras, o
bien de vuestro padre que se ausenta, del hermano o de la amiga, en este
laboratorio quedaréis del todo complacidas.
Del mismo modo trabaja sobre papel los retratos
fotográficos, en cuyo género sobresale a veces de una manera admirable. En fin,
Molina bajo todos conceptos es digno de la protección de las hermosas Habaneras
porque en esta ciudad es uno de los más hábiles representantes del célebre
inventor del Daguerreotipo.
Basta por hoy, queridas lectoras; dadme el
rocío de vuestra protección y tal vez se prolongue la existencia de estas
Flores del Día.
Floresta cubana, 1856.
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