Manuel Márquez Sterling
Londres, la imponente y nebulosa Albión, me
hizo el efecto de un bostezo interminable... De ahí que al verme en pleno
París, rodeado de este gentío inmenso que recorre alegremente los boulevares,
la capital francesa me hace el efecto de una estridente carcajada...
Aquí se vive feliz. El que no... lo finge y da
lo mismo. Nosotros venimos de América totalmente aburridos, y aquí... tal
parece que respiramos con más libertad.
Allá tenemos cosas, si no mejores, por lo menos iguales a las de París. Sin
embargo, París domina por su estilo y por la gracia y la suprema elegancia de
sus cosas. Es para mí, cualidad distintiva en los franceses, el hacer la
excepción de lo vulgar, de lo feo lo bello, de lo triste lo alegre.
París se hizo para las grandes imaginaciones,
y en él debieran vivir todos los grandes poetas. Lo brutalmente real se toca
con lo aéreo y lo espiritual...
Tengo grabada en el corazón la infinita
melancolía del bosque de Boulogne y los Campos Elíseos. ¡Ay! Cuántas veces me
ha parecido ver entresalir de aquellos árboles espigados y burlones, la enorme
silueta de un trozo de cielo en forma de mujer, que se desliza suavemente por el
arco de Triunfo, llega a la plaza de la Concordia y se pierde luego entre las
primeras brumas de la noche y los últimos reflejos de la tarde...
Los hijos del Nuevo Mundo debiéramos venir a
París muy frecuentemente. Aquí se pierden las malas costumbres y peores hábitos
del terruño. Todos llegamos pálidos, endebles y... enamorados. Al mes de estar en
París ya se varía de aspecto, y el corazón se hiela y la memoria se nubla. Es
altamente ridículo pasearse por el boulevard de los italianos, ir al paraíso
del gran teatro de la Opera, sorprendiendo el alba entre vahos de lujuria y
copas de licor, y tener al mismo tiempo la mente al otro lado del Atlántico,
fija en una criollita color de cobre, ojerosa, que esparce el ánimo con el mejor
de sus amigos.
Así tengo algunos amigos en este gran París,
que viven soñando con su novia, la que dejaron en el pueblo. ¡Pobrecitos! Llevan
el retrato parduzco en la cartera, lo miran a la luz incandescente de los
grandes paseos, y entre mirada y mirada, se dan apretones con las muchachas
guapas, enrojecidos de vergüenza, pensando:
—Si la pobre Maricusita me viera...
Y así los hay aquí por docenas: tontos, pero
tontos de capirote, perdiendo la vida y la juventud en el recuerdo honesto de
alguna ingrata de allá... mientras París se divierte lujuriosamente, elevando
al cielo un himno delicioso de alegría...
(París, 1895).
Creo que a Paris se la asocie con el amor y la poesía no es casual, es una ciudad cautivante. Mas alla de si uno se aloja en los mejores hoteles de paris u hoteles ordinarios va a vivir unas fascinantes vacaciones en una esplendida ciudad
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