José García Arboleya
El baile.—Aunque se conocen y ejecutan en esta isla todos los
bailes modernos, prepondera sobre ellos eclipsándolos la irresistible dama
criolla, verdadera especialidad cubana. No es otra cosa que la antigua
contradanza española (y contradanza la llaman aun los músicos) modificada por
el clima cálido y voluptuoso de los trópicos. Su música es de un estilo peculiar,
y tanto que quien no la ha oído a un iniciado en vano intentará tocarla
aunque la tenga perfectamente escrita. Consta de dos partes cada una con ocho
compases de dos por cuatro, formando por la repetición de aquellas el número de
32: a cada ocho compases corresponde una figura en el baile,
las cuales son paseo, cadena, sostenido y cedazo. En las
dos primeras música y baile tienen menos expresión
y movimiento, como si el alma y el cuerpo se mostrasen reacios al placer; pero
en el sostenido y cedazo, que corresponden a la segunda parte de la música,
esta es retozona y picante, ora triste, ora alegre, siempre apasionada. Las
parejas se mecen entonces con coquetería encantadora, y bailan con el corazón
tanto como con los pies. Nuestros músicos se pintan solos para componer danzas,
lo que hacen sobre temas de algunas óperas favoritas, de cantos inventados por
el vulgo, y aun de los pregones de los vendedores y las canciones de los
negros; de donde
proviene que la mayor parte de las danzas tengan nombres estrambóticos, tales
como la Cascarilla de huevo, María la O, El Obispo de Guinea, y Dame
un besito, caramba! Apenas se estrena una danza, lo que sucede bien a menudo, aumentan con ella su repertorio los
órganos ambulantes, que la tocan por las calles día y noche, y entonces es de
ver como niños y niñas, hombres y mujeres, blancos y negros, se contonean en la
silla o sobre los pies, midiendo con estos o por movimientos de cabeza los
compases, como arrastrados al baile por un impulso mágico. En fin, "la danza cubana, ha dicho
un escritor, puede sentirse, no describirse." El que la ha bailado una vez
pospone a ella todos los demás bailes, y esto explica como nuestra juventud se
pasa noches enteras bailando una misma cosa; como una sola danza dura cerca de
una hora, y como de cien concurrentes solo se sacan ocho parejas para bailar
rigodón, &c, al paso que hay 40 dispuestas a tomar parte en la danza. Antes
se variaba de figuras como en la contradanza española; pero en el día la
juventud se ha fijado en las cuatro que hemos dicho. La danza cubana va siendo
conocida en Europa: hoy se baila mucho en Madrid, donde es distinguida con el
nombre de la Habanera.
Nuestros bailes toman el nombre de baile de sociedad, de teatro, &c., según el lugar en
que se verifican. Se dice baile de ponina al
que se costea a escote entre varios amigos; y se llama cana la reunión de gente
soez o inmoral en que bailan juntos blancos, negros y mulatos. Hay también
bailes de escuelita, que son los que se dan periódicamente en algunas
casas pobres para enseñar a bailar o ejercitar en el baile
a los principiantes, los cuales pagan una peseta por cada danza en que
toman parte.
En toda clase de bailes menos en los de teatro y de
disfraces, se ha establecido la costumbre de dar entrada gratuita al bello sexo
cobrándola solo a los hombres.
Manual de la Isla de Cuba, 1859, p. 262.
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