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domingo, 29 de enero de 2012

La serpiente es Valenzuela




 Mariano Ramiro



 ¡VIVA EL DANZÓN!



Oh juventud bizarra, que al baile rindes culto
y por bailar te fueras nadando hasta Pekín,
yo te daré razones de mucho peso y bulto
para cerrar la boca del moralista estulto
que al baile mueve guerra, porque es un adoquín.

Del templo de la gloria tu merecida fama
las reforzadas puertas abrió de par en par.
¡Allí tienes un trono! Bailar hasta en la cama
expresa la consigna; ya el cornetín te llama
y empieza el cosquilleo y el dulce malestar.

Allí se ve a un filósofo; del baile es enemigo;
pues quiero convencerlo y agarro la ocasión;
del diálogo o disputa serás mudo testigo: 
inspírame, guabina; verás como consigo
hacerlo a todo trance devoto del danzón.


    EL FILÓSOFO Y YO.


Yo. En nombre de la moral
    usted habla con desdén
    de la danza tropical,
    porque la baila muy mal.

Fil. Porque la conozco bien.

Yo. Usted se pasa de adusto;
    yo a la costumbre me ajusto.

Fil. No me vence el argumento,
     esta no es cuestión de gusto,
     sino de… temperamento.

Yo. Toda malicia suprima.
    Por moda o por conveniencia,
    el baile da gran estima.

Fil. Es un caso de conciencia
     y una imposición del clima.

Yo. Bailar fue siempre preciso;
    tiene el moderno danzón
    de los siglos el permiso.

Fil. Justo; el primer rigodón
     se bailó en el Paraíso.
     Adán fue condescendiente,
     hábil nuestra ilustre abuela,
     pero en el tiempo presente…

Yo. Diga usted ¿y la serpiente?

Fil. La serpiente es Valenzuela.

Yo. Bailar es común deseo;
    a la triste humanidad
    otra misión no le veo.

Fil. Si es eso serio, lo creo
     la mayor barbaridad.
     No espere usted que suscriba
     la perniciosa quimera
     de la danza subversiva.

Yo. Pues yo he de decir ¡que viva!

Fil. Pues yo he de gritar ¡que muera!

Yo. Al baile abona la higiene:
    con el progreso se aviene
    y al filosofo le da
    una solución que viene…

Fil. En un siglo que se va.

Yo. Fiel a su origen divino,
    el hombre, que se desvela
    por realizar su destino,
    se refugia…

Fil.            En un casino
    y deserta de la escuela.

Yo. Hoy la sociedad se inclina
    hacia el realismo febril
    que la halaga y la fascina,
    y proclama la doctrina

Fíl. Que sostiene Fray Candil.

Yo. Ya no hay persona decente,
    tenga mucha o poca renta,
    que no baile, es lo corriente,
    incluso el contribuyente
    cuando el fisco lo revienta.

Fil. Fue una invención del infierno
     según ha dicho un buen fraile,
     ese bailar sempiterno.

Yo. Baila hasta el mismo gobierno
    como le digan: ¡que baile!

Fil. Historia: Porque en París
     los nietos de San Luís
     abusaron del can-cán
     sucedió lo de Sedán;
     ¡ay, qué baile y qué país!
     En su perpetuo litigio
     ve la moral por el forro,
     y al mundo entero; oh prodigio!
     le quiere poner el gorro

Yo. ¡Caballero!

Fil. ¡El gorro frigio!

Yo. Literatura: expresivo
    Horacio, canta esta idea:
    "Baile honesto y alusivo
    lo preside Citerea
    con su paso alternativo.
    Solo el sátiro profana
    esos bailes seductores
    cuando no los ve Diana."

Fil. Los sátiros…

Yo.               Son señores
    que no viven en la Habana.

Fil. Soy inflexible y severo
     con la juventud.

Yo.               ¿Y el fuero?

Fil. Le exijo virilidad.

Yo. ¿Y el fuero?

Fil.           ¿Cuál?

Yo.            Majadero,
    ¿no tiene fuero la edad?
     Cuando hay en la sangre lava
    y en los miembros robustez,
    ¿qué alma querrá ser esclava
    de lo que escribe con baba
    la mano de la vejez?
     La juvenil gallardía
    siempre va del goce en pos;
    Dios inspira su alegría,
    y, si esto es pecado, habría
    que echarle la culpa a Dios.
     De algunos, que ya pasaron,
    es injusta la sentencia;
    ellos sin freno bailaron,
    y nuestra danza es la herencia
    forzosa que nos dejaron.
     ¿De qué la vejez se alaba
    y nos echa por los suelos,
    cuando sin pudor ni traba
    bailaron nuestros abuelos
    al compás de la Ley brava?
     Y si son digno de loa
   esos bailes que motejo,
   aquí y en Guanabacoa
   debe alzar el tiempo viejo
   una estatua a nó Berroa.
    ¡Que el danzón no es conveniente!
   Y esto lo dice la gente
   que en bailar no halló delito
   el Cangrejo, el Accidente,  
   la Sopimpa, y el Cuerito.
    ¡Abajo la hipocresía!
   Si es original pecado,
   ¿a qué tanta algarabía?
   ¡Bastante se hace en el día
   con respetar lo pasado!

En esto el timbal suena; le pone atento oído
el moralista insigne, que empieza a trepidar;
su cuerpo se cimbrea por el danzón movido,
y luego, palpitante, a su pareja asido
murmura alborozado: ¡bailar! ¡bailar! ¡bailar!

Y baila sin descanso, a gusto y en conciencia,
si aprieta el clarinete, redobla el frenesí;
derrama en el cedazo tesoros de experiencia,
que no hay contra la danza posible resistencia,
y así pecamos todos, así, así, así.

Su ciencia redentora y su moral prurito,
su fardo de teorías, su tesis, su razón,
no bastan a salvarle. ¡Sin duda estaba escrito!
La humanidad es débil y, pues le gusta, admito
que grite sin reposo ¡danzón! ¡danzón! ¡danzón!



 Punto final, La Habana, 1887, pp. 193-98. 

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