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miércoles, 28 de mayo de 2025

Eulogio Horta pretidigitador


 Ahora me interroga Soto Hall. Me pregunta: ¿Usted conocería a Eulogio Horta?

 Sí, señor. Una mañana, hace ya muchos años, en un banquete a los hermanos Carbonell, directores de Letras en el Hotel Telégrafo. A los postres, y cuando creíamos agotado ya el tema de los brindis, se puso en pie aquel hombre un poco enigmático en su figura que hablaba con cierta dificultad. Era Eulogio Horta. Todos esperábamos aburrirnos con paciencia durante minutos. Él nos deleitó a todos ennobleciendo el ambiente vulgar del ágape con una charla amenísima en la que vibraban los motivos clásicos bien tamizados al través de los libros y de los cenáculos de París.

 Ciertamente, así era Eulogio Horta. Una alta mentalidad, olvidada demasiado pronto aquí en Cuba, según creo. No se le ha dado el lugar que le corresponde. Y si su labor literaria no es tenida en la estima que merece, ¿qué decir de la obra revolucionaria de este hombre extraordinario que solía realizar las más grandes empresas sin quitarse del ojal del alma la flor de su sonrisa, equivalente en lo espiritual a la gardenia que vivió siempre presa en la "boutoniére" de su levita? 

 Eulogio Horta aprendió la prestidigitación para recaudar fondos con el objeto de engrosar los de la revolución de Cuba. Y se convirtió en un prestidigitador notable.

 El fue un ocultista también.

 El ocultismo fue su gran pasión.

                                                                                                                               L. F. M.

 

 "A propósito de Eulogio Horta", Diario de la Marina, 6 junio de 1926.


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