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sábado, 1 de junio de 2024

Viáticos para un viaje: de Humberto Rivas a Vicente Huidobro

 

 Pedro Marqués de Armas


 Después del viaje de José Juan Tablada en diciembre de 1918 -más bien del salto que le hace caer de pie en la vanguardia, al trazar su ideográfica “Impresión de La Habana”-, y de la estancia de Salomón de la Selva paseándose con el manuscrito de El soldado desconocido bajo el brazo; la próxima visita será la del ultraísta Humberto Rivas trayendo desde España el mensaje -o quizá el fantasma- de Vicente Huidobro. El fundador de la revista Ultra, el hoy recuperado autor de El gallo viene en aeroplano, le escribe al chileno el 30 de noviembre de 1922 anunciando que en par de semanas parte a Cuba. Le mueven variados proyectos, entre ellos divulgar el credo creacionista:

Voy a dar conferencia acerca de varios temas literarios y me propongo hablar del creacionismo y de usted. Le ruego que me envíe a vuelta de correo, si le es posible, su último libro, un ejemplar de Poemas árticos, otro de Hallalí y otro de Ecuatorial.

A mi regreso fundaré en Madrid una Casa de Artes para conferencias, exposiciones y conciertos. Además, continuaremos la publicación de la revista, sin las obligadas deficiencias de antes.

Yo he preparado dos libros de versos. Uno de ellos se editará en Cuba.

En espera de sus noticias, le saluda muy cordialmente…

 Con el sello de Ultra, Rivas firma su carta en Gijón, no en Madrid ni en Barcelona, donde mayormente se desenvolviera. Es en esa ciudad asturiana donde topa meses antes con un amigo de juventud: el periodista y luego maestro republicano Domingo Rex. Y será con él con quien emprenda aquel viaje a la isla caribeña del que hoy se sabe que fueron muy diversas las motivaciones.

 En representación del Principado de Asturias, se proponían impartir charlas sobre el “proyecto ferroviario de las cinco villas”, que conectaría a los consejos de Caravia, Villaviciosa, Colunga y Gijón, con lo que esperaban obtener ayuda de los empresarios asturianos en la isla. Claro que eso convoyado con una amplia promoción cultural que, además de la proyección del filme Asturias en Cuba, comportaría ciertamente la realización de no pocas veladas poéticas y teatrales, lo mismo en los principales escenarios de La Habana que en el interior del país.

 Pero ¿de Huidobro qué? Sobre el viaje, ya Gerardo Diego le trasmitía al poeta chileno en carta del 27 de enero de 1923: “Humberto Rivas que estuvo aquí una temporada ha marchado a Cuba con asuntos nada literarios”. Para entonces, llevaban los cofrades tres semanas en La Habana, donde, tras la visita de rigor al Diario de la Marina, presentan el último número de La España Gráfica y Literaria -dedicado por entero a Asturias- y disertan en el Campoamor sobre el teatro y la música asturianas. ¿Respondió Huidobro a la primera misiva de Rivas enviándole sus libros? ¿Viajaron estos con el ultraísta madrileño? No lo sabemos.

  Lo cierto es que, a poco de arribar a la isla, el 16 de enero, Rivas volvía a solicitar sus favores aunque ahora con una nueva motivación: que le enviara cuanto antes algún estudio sobre el arte negro de los tantos publicados en París. Citada en ocasiones, siempre a medias, y también con el logos de Ultra, reproduzco la carta en totalidad:  

Querido poeta: ya le escribiré más extensamente comunicándole mis impresiones. Llegué enfermo y he tenido que estar tres días acostado. No sé todavía cuándo daré la primera conferencia. Este es un pueblo fenicio; pero hay un grupo de muchachos curiosos que espera la revelación con gran interés.

Ahora dos letras para pedirle un favor. Le agradeceré y le ruego muy encarecidamente que me envíe lo más pronto que le sea posible alguno de los estudios que se han publicado en París acerca del arte negro. Rosenberg creo que tiene algunos folletos gráficos. Me interesa tener en seguida algo de lo que se ha escrito en París sobre esto y le suplico a usted que me lo mande a vuelta de correo, al Centro Asturiano de La Habana.

Ya sabe que es su buen amigo y devoto…

 Dos años antes, en encuesta para la revista Action, Huidobro había acuñado su célebre sentencia “Amo el Arte Negro, porque no es un arte de esclavos”. Era famosa la colección de piezas de arte africano que atesoraba en su gabinete, y hasta tuvo tiempo de emprenderla contra la “grotesca mistificación” que suponía su moda en París. Así que nadie mejor que aquel amigo de los años madrileños, al que conociera en el café Pombo, para dirigir su petición. ¿Le hizo Huidobro llegar alguno de esos estudios?

 Por otro lado, la estadía cubana de Rivas y Rex se extiende nada menos que hasta mediados de mayo, sin que asome -pese al abundante seguimiento en la prensa- ninguna referencia a Huidobro y su creacionismo, como tampoco a la revista Ultra.

 Sin embargo, se impone más de una sospecha: que la correspondencia se haya mantenido desde Cuba tras haber anunciado el viaje dos meses antes; que al margen del “programa asturiano”, Rivas se interese e intente sacar partido -sin dudas impactado por su fuerza- de la expresión afrocubana; y, por último, que más allá del “pueblo fenicio” encuentre a un grupo de “muchachos curiosos que esperan la revelación con gran interés”.

 ¿Qué revelación? Desde luego, no se refiere a los escritores asturianos que ha de promover oficialmente, como Agustín de la Villa y Pachín de Melas, este último con un entremés en bable. No puede sino aludir a la promesa de hablar del creacionismo y de la obra de Huidobro, sin que perdamos de vista que se trata de una revelación en tierras vírgenes, allí donde no ha llegado la prédica de los modernos.

 Siempre de acuerdo con los periódicos, Rivas comparte con los poetas Gustavo Sánchez Galarraga y Alberto Riera -éste el luego difunto amigo en un conocido poema de Tallet, fantasma apenas entrevisto salvo por los versos en que habita-, el dramaturgo Luis Llaneza, y con el buen cronista Miguel Ángel Limia; pero también -y ahora según recuerda en carta a Bergamín, dos décadas más tarde- con los jóvenes Jorge Mañach y Juan Marinello.

 Difícil que, habiendo coincidido con cualquiera de éstos no haya divulgado, a la altura de 1923, al margen del cometido del viaje, tanto el mensaje de Huidobro como el suyo propio. Tenía planes, además, de publicar un libro de versos, como comenta entusiasmado en la primera misiva, al tiempo que elude referirse a esos “asuntos nada literarios” de que se informó Gerardo Diego.

 En este sentido, nos asiste el testimonio del periodista asturiano Luis M. Somines, entonces radicado en Cuba, y quien, desde su sección “Miscelánea” del Diario de la Marina, apuntaba en 1928: “Con Humberto Rivas tuve cordial amistad cuando estuvo en La Habana hace unos años, y no pocas discusiones sobre el vanguardismo”. Somines, que fustiga los “disparates” de los ultraístas, evoca de paso a poetas como Gerardo Diego, Pedro Garfias, Adriano del Valle, Juan Chabás y, entre otros, a José Rivas Panedes, hermano de Humberto.

 Se haya hablado mucho o poco, en medios públicos o no, Huidobro no era -por demás- un desconocido. Una incursión inicial se remonta al verano de 1920, cuando aparece en Orto un fragmento de la entrevista que concediera un año antes al poeta Ángel Cruchaga Santa María. Facturada en Manzanillo, al otro extremo del país, Orto acogió alguna que otra señal de las vanguardias. Es curioso que fuese en esa revista, y no en las habaneras El Fígaro y Social, donde encontró espacio el diálogo con su coetáneo ("Conversando con Vicente Huidobro", El Mercurio, 31 agosto de 1919).

 Oscuros más que nada por lo poco accesible de las publicaciones que circulan antes del “minorismo”, el estudio de estos años podría arrojar sorpresas. En un número de La Montaña (publicación de la colonia montañesa editada en La Habana), aparecen, justo de enero de 1923, sendos artículos con referencias a Huidobro; el primero, una reseña de J. Díaz Fernández sobre Imagen de Gerardo Diego -"discípulo predilecto del precursor del creacionismo"-; y el segundo, también sobre Diego, con firma de Antonio Machado. Por demás, revistas como las mexicanas El Universal Ilustrado y Zig-Zag y las españolas Grecia y Cosmópolis se recibían en la isla. Sería raro que no se conociera el “affaire” Reverdy o la querella con Gómez de la Serna.

 Rivas y Rex acabaron su estancia con una función en el Teatro de la Comedia. Tras pasearse por toda la isla, hicieron suficiente dinero, recuerda Rex en sus memorias. De vuelta a España siguen con sus conferencias, pero muy pronto el madrileño pone rumbo a Veracruz. En México, Rivas se suma a los estridentistas; troca así el Pombo por el Café de Nadie, donde figura activamente. Se aproxima luego a los Contemporáneos, al tiempo que edita Sagitario y Circunvalación, ambas reseñadas en Avance, que acoge, además, su poesía.

 En su largo exilio mexicano, reivindicó siempre a Huidobro, a quien a su juicio no se le había hecho toda la justicia que merecía.

 

 

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