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miércoles, 19 de junio de 2024

Un perro por la Vía Láctea



 Volodia Teitelboim 


 Había jurado no invitar nunca al futurista Marinetti ni dejarse llevar por el ruido de las hélices. Pero, cuando en mayo de 1927 el Spirit of Saint Louis, con un piloto solitario, aterrizó en el aeropuerto Le Bourget de París, realizando el primer vuelo trasatlántico, Huidobro participó de la euforia, estimó necesario escribir su Canto a Lindbergh, un poema sobre todo para consumo norteamericano, del cual se conoce la versión inglesa y se exhuma con dificultad su texto original en español. Es la imagen del hombre que revolotea por el aire, arrastrando sombras remotas, respirando el olor de planetas nuevos, correteando como un perro por la Vía Láctea. ¿Una premonición de Laika, la pequeña cosmonauta canina que ladró a la muerte en el cosmos? No le reserva toda la gloria a Estados Unidos:

       … “Por ello yo, en mi lengua española,

       en mi idioma sonoro con retumbar de olas,

       idioma que se habla en las tres carabelas

       que descubrieron el mundo en el que tú naciste

       te saludo y te canto,

       porque tu hazaña evoca la historia de mi raza,

       la proeza de España.

 Su desconocimiento de inglés no es la única razón para escribir el poema en su lengua natal. Por lo visto está pensando en español y en escribir el Cid. Si ha cantado a Lindbergh es porque de algún modo -gringo y todo- lo siente alma gemela. Se ha atrevido a atravesar solo el Atlántico. Es la respuesta a Colón viajando por el cielo más de cuatrocientos años después. Es la ruta al revés y no surcando aguas sino nubes, espacio, nimbus tempestuosos. Exige imaginación, coraje, hacer lo que no hizo nadie. Casi, casi, una hazaña V. H.


 Huidobro, la marcha infinita, Editorial Sudamericana, 1993.


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