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martes, 30 de enero de 2024

Una conferencia extraviada: “Vine a México para huir de la civilización europea”

 

  En el año 1936, Artaud vino a México. Venía para desintoxicarse de Europa, de la cultura y de la civilización blanca. Esperaba encontrarse “una forma vital de cultura”, pero no encontró más que el cadáver de la cultura de Europa."

    Alberto Ruz Buenfil

  En 1936, además de los fundadores, giraban en la LEAR una constelación de nuevos miembros y simpatizantes agrupados en torno a las ideas y actividades políticas y culturales de una izquierda entre estalinista y cardenista muy sui generis. Entre estos figuraban Xavier Guerrero, David A. Siqueiros, Alfredo Zalce, Ignacio Aguirre, Ermilo Abreu Gómez, Fernando Gamboa, Luis Ortiz Monasterio, Luis Cardoza y Aragón, Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Manuel y Lola Álvarez Bravo, y también mi padre, Alberto Ruz Lhuillier recién llegado a México después de haber sido expulsado de Cuba por el dictador Fulgencio Batista, y que se dedicaba por entonces a la actividad literaria y política comprometida.

 Al recordar esos tiempos Juan de la Cabada nos recuerda: "Por aquella LEAR desfilaron también Antonin Artaud, Waldo Frank, Juan Marinello, Aníbal Ponce, Nicolás Guillén, Henri Cartier Bresson, María Teresa León... ", y años más tarde, mi padre recordando a Artaud me contó una noche: “Cuando Artaud llegó de Francia parecía bastante normal. Como era muy bien parecido causó bastante furor entre algunas de nuestras compañeras que trataron de fajárselo en más de una ocasión. Sin embargo, a él no parecían interesarle demasiado las mujeres. Ni tampoco otras cosas. Después comencé a pensar que era un poco raro. Vino en tres ocasiones a mi casa, para dictarme el texto de una conferencia en francés que yo tenía que traducir para que él la leyese en la Alianza Francesa. No cabe duda que tenía un gran genio. Un genio de tipo maldito, del tipo verdaderamente obscuro. En ese lapso de tiempo, sin embargo, algo le sucedió. Se cansó de México. Creo que por eso decidió partir a la Sierra Tarahumara. Cuando partió todavía era bastante lúcido, pero definitivamente se volvió loco mientras estuvo ahí metido, seguramente por el peyote y por la magia mal digerida. Nunca más regresó a recoger su conferencia ni a revisarla. Tampoco que yo sepa fue nunca publicada. La guardé en mis archivos, y nunca más volví a tocarla. ¿Y a ti, por qué te atrae tanto Artaud?...”.

 Era el año de 1975, y después de pedírsela varias veces, mi padre finalmente accedió a entregármela. "No sé para que la quieres, pero tenla mejor tú. A mí nunca me servirá para nada." Tres años más tarde, mi padre murió en Canadá y no tuvimos ya otra oportunidad de hablar de la conferencia ni de Artaud. Hoy, en 1985, después de un fallido intento de sacarla al aire a fines de los setenta, la conferencia y los dos fantasmas, el de Artaud y el de mi padre, han venido a exigirme "cuentas" con la historia. Sé que a ambos les parecerá una ironía el encontrarse de nuevos juntos aquí en la Tierra, después de haber tenido durante sus vidas actitudes diametralmente opuestas en lo ideológico, en lo científico, en lo moral y sobre todo en lo existencial.

 Sin embargo, más allá de sus mutuas diferencias estoy yo. Un yo que está formado tanto de uno como del otro. Y yo que se nutrió de sus dos vidas, y que después de sus respectivas muertes se convirtió en este extraño crisol alquímico en el que se funden todos los opuestos. Fusión que se hizo visión lúcida al final de un viaje de ácido en un castillo francés, en esa Francia que vio nacer a principios del siglo tanto a uno como al otro. Artaud y Ruz Lhuillier, dos aventureros franceses autoexiliados y desconocidos que coincidieron por un momento en Tenochtitlán, y que por rutas totalmente diferentes fueron embrujados por el espíritu antiguo mexicano, tarahumara uno y maya el otro; y que conmueren juntos en un mismo paraíso- infierno, el Xibalbá reservado para los eternos.

 “La cruz de México que sale del vacío nos muestra cómo la vida entra al espacio. Indica cómo el vacío del espacio pudo dar una salida a la vida…” La conferencia dictada a Ruz Lhuillier en 1936 termina en esta frase. Días después, Antonin Artaud partió a la sierra Tarahumara: “para ser testigo de los ritos del peyote entre los tarahumaras"; nos dice Susan Sontag en su Aproximación a Artaud; "ya que la salvación individual requiere la toma de contacto con los poderes malevolentes, someterse a ellos, sufrir en sus manos, para luego triunfar sobre ellos."

 Desde 1938 hasta 1946 Artaud fue continuamente encerrado en diversos manicomios franceses, sobre todo en Rodez, y murió en marzo de 1948 mientras trabajaba en una obra de radio: Para acabar con el juicio de Dios.

  Post-scriptum:

 Terminé de editar el texto anterior hace unos días. Antes de entregarlo para su publicación, me encontré por coincidencia con un amigo, Claudio, con el que comenté algunos aspectos de la conferencia de Artaud; él tomó de su biblioteca un pequeño libro; Antonin Artaud, Messages Revolutionnaires (Colección idées / gallimard, publicado en 1979 en Francia). En esa antología de escritos de Artaud de 1936 en México, recopilados especialmente por Luis Cardoza y Aragón a partir de 1962, aparece la conferencia de Artaud dictada a mi padre, traducida esta vez al francés, con una nota aclaratoria que me parece interesante compartir. Héla aquí, traducida directamente del texto francés al español por mí mismo:

  “Texto encontrado en 1975 por Alberto Ruz Lhuillier, actualmente director del Museo Nacional de Antropología de México, que nos fue remitido el 2 de diciembre de 1975 por Luis Cardoza y Aragón. Se espera que aparecerá publicado en español en la próxima edición de México. La copia de la conferencia que nos envió está titulada de la siguiente manera: "Conferencia de Antonin Artaud en México" (1936). Dictada a Alberto Ruz en francés y traducida por éste al castellano. Se trata de una traducción simultánea. Alberto Ruz Lhuillier recuerda muy bien haber hecho en su domicilio un trabajo de traducción directa de un texto que Antonin Artaud le dictó en francés, sin dudas a partir de notas, lo cual puede explicar el hecho de que el texto original no se haya conservado.

 En cuanto a la conferencia de la que estamos tratando, ni Alberto Ruz Lhuillier, ni tampoco Luis Cardoza y Aragón recuerdan con exactitud lo que sucedió con ella en esos tiempos. Ni uno ni el otro se acuerdan si fue o no leída en algún sitio, o si el texto en español fue o no publicado por la prensa mexicana. Muchas conferencias fueron proyectadas durante la estancia de Artaud en México, de las cuales una gran parte se quedaron en la fase de puro proyecto. Por ejemplo, en una carta del 21 de mayo de 1936 dirigida a Jean Paulhan, Artaud le cuenta de un conjunto de conferencias: "Además, un grupo de Israelitas me pidió que diera una serie de conferencias sobre las viejas culturas mágicas de México, ya que debo unir la fuerza de estas con la fuerza de la cultura kabalística de los Judíos, misma que los Judíos modernos ya han traicionado... ". ¿Qué sucedió con este proyecto? ¿Formaría parte esta serie de la conferencia dictada a dictada a Ruz? Lo ignoramos completamente. Lo que es cierto es que en dicha conferencia no se menciona ningún aspecto que tenga nada que ver con la kábala."

  Con esta nota queda establecido que en el año de 1975, mi padre debió de haber hecho dos copias y no sólo una del texto hasta entonces inédito de Antonin Artaud. Una me la entregó a mí, y la otra, para mayor seguridad se le entregó a su excompañero de la LEAR, el Maestro Luis Cardoza y Aragón. En ese año, yo hice un intento de darla a conocer aquí en México, enviándosela al director de una conocida revista literaria, pero el texto me fue devuelto sin ningún comentario unos meses más tarde. En este momento, ignoro si el Maestro Cardoza y Aragón logró publicar el texto de la conferencia en español en alguna de las antologías de Artaud, por lo que no puedo decir que se trata de un texto inédito. Pero no importa. Creo que antes que nada se trata de un texto importante, sobre todo de una actualidad visionaria, y que debe por ello difundirse por otros medios de comunicación. Se trata de un texto bastante polémico, y es comprensible que mi padre lo haya 'olvidado' por tanto tiempo en sus archivos; sobre todo recordando que en 1936 pertenecía a la LEAR. Y que los puntos de vista de Artaud le deben de haber parecido a él y a muchos de sus contemporáneos ideas profundamente Heréticas, ya que para entonces Artaud no sólo había declarado la guerra a sus propios compañeros surrealistas, sino que había declarado una guerra muy personal contra el marxismo y contra los marxistas. 

 En cuanto a la posibilidad o no de que el texto tuviera algo que ver con la kábala, es cierto que en todo el texto no se hace mención a ella ni siquiera una sola vez. Lo cual no quiere decir que lo que no está escrito, no está tampoco dicho. La conferencia termina haciendo mención a diferentes tipos de "Cruces" como concepciones del mundo y enteras culturas. La Cruz Artaudiana consiste en dos brazos que son: La unidad que es el resultado de su esfuerzo por reducir la multiplicidad de las cosas y la Traición a la unidad que es el motor de la historia de acuerdo al mismo Artaud. La obsesión que Artaud tuvo toda su vida por ambos conceptos reflejan su profundo interés por encontrar un sistema de organización del Universo, y en muchos de sus textos regresa una y otra vez a la kábala. La kábala como un sistema lógico de integración de todo lo existente. Como una manera de llegar a la unidad de las cosas. Proyecto que el hombre traiciona una y otra vez, de la misma manera que el espíritu desorganizador de Artaud traicionó una y otra vez su intento desesperado de unificación. El resultado fue su crucifixión. Artaud cargando y después clavado a su Cruz Artaudiana buscando su salvación en la lucha contra todos los poderes "malevolentes" de la historia. Hasta lograr triunfar sobre ellos.

  “Si digo que la verdadera cultura no está escrita es porque tengo un sentido de la vida que es móvil y la cultura está ligada al principio de la vida móvil.”

  Ver conferencia de Artaud aquí.


  Casa del Tiempo, núm. 60-68, 1986, pp. 13 y ss.


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