Paulino G. Báez
Rubén Darío: dicen que fuiste de los astros
centurión, en palacios irídeos del vacío;
que por ti comulgaron todos los Zoroastros,
todos los Jesucristos… ¡Verdad, Rubén Darío!
Un pedestal glorioso la suerte te depara
y tu fama, al pináculo, Padre Darío llega,
pues fuiste quien un día su amor le declarara
—ebrio de sol y luna,— a la bacante griega.
Deja a los detractores seguir su obra malvada;
tu gloria, Padre nuestro, tu gloria está salvada…
Deja, pues, que la Envidia irreverente ladre.
El mastín de la inquina ladrará hasta cansarse
y el cuervo, el negro cuervo de Poe, irá a posarse
sobre tus viñas muertas… ¡Dios te bendiga, Padre!
Pluma y Lápiz, 25 de octubre 1907, p. 13.
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