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lunes, 28 de septiembre de 2020

El caso Saco: los profesores responden

 En el número 43 de la Revista CUBA, el profesor Salvador Bueno publicó una crónica enfocando la figura y la significación de José Antonio Saco. Discutiendo algunos de sus puntos, una comisión de cinco estudiantes, designada por los alumnos de Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana, envió a esta Revista una respuesta ("Los estudiantes de Ciencias Políticas contradicen") que se publicó en el número 48. Así nació la polémica. Para cerrarla, la Revista CUBA solicitó de algunos historiadores y profesores su opinión sobre "el caso Saco". Aquí están sus respuestas:

 


    Profesor JULIO LE RIVEREND

  En la Revista CUBA (noviembre 1965) el profesor Salvador Bueno publicó un resumen biográfico de José A. Saco. Un grupo de estudiantes, alumnos de la Escuela de Ciencias Políticas de la. Universidad de La Habana manifiesta su desacuerdo con el juicio allí expresado. Vale subrayar que, independientemente del provecho que todos obtenemos dé estos diálogos, la réplica estudiantil muestra un significativo nivel científico. En este caso, estamos lejos de las simplificaciones o de los esquemas o de las originalidades sorpresivas, que son algo peor, tras de los cuales se ocultan ignorancias o subestimaciones de la historia concreta del país. En el alegato de los estudiantes se refleja un valioso esfuerzo por allegar información directa y datos.

 Podríamos resumir la cuestión. Los estudiantes afirman que: primero: Saco no fue un "fiscal" de la esclavitud, como se dice en el subtítulo del artículo de Bueno; segundo: que no fue un "fundador" de la nacionalidad; tercero: que fue racista; y cuarto: que se manifestó siempre como enemigo de la independencia de Cuba.

 Ante todo quiero expresar que en lo sustancial estoy de acuerdo con esas afirmaciones. Desde luego, siempre, cuando se trate de juzgar a Saco será preciso tener en cuenta que su obra, vastísima y diversa, aun cuando de gran unidad contiene elementos teóricos variados. A lo largo de sus numerosas obras será siempre posible hallar aspectos contradictorios, y esto, por dos razones: primero, porque se extiende a lo largo de medio siglo, muy henchido de cambios y de nuevos conflictos; y segundo, porque él mismo no desarrolló todas las derivaciones de sus ideas centrales.

 La obra de Saco tiene un gran valor historiográfico, como análisis de la situación cubana entre 1830 y 1860; más tarde, es casi una repetición y a veces infeliz de su propio pensamiento. Y, además, tiene valor porque define una de las varias posiciones críticas que, frente al estado colonial, se manifiestan a lo largo de aquel período.

 Saco, no hay duda, fue muy consecuente con sus ideas e intereses: Intereses de su clase terrateniente o mejor, de un grupo de esta clase, concretamente los grandes terratenientes criollos del Occidente (entre los cuales podemos mencionar a Miguel Aldama, al Marqués de Montelo, a los hermanos Diago, etc.) cuyas cuantiosas fortunas y combinaciones financieras se originaban y sustentaban en el sistema esclavista de trabajo. Sería incorrecto considerar a Saco como un vocero del grupo más reaccionario, esto es, de los grandes terratenientes acérrimamente colonialistas, como el Conde de Santovenia, Joaquín Gómez, Susana Benítez y otros tan poderosos y más decisivos desde el punto de vista político, que los mencionados anteriormente. Pero las diferencias entre uno y otro grupo no borran un hecho capital: desde 1830 hasta 1866, en el seno de la clase terrateniente cubana, lo que predomina es el deseo irrestricto a la paz, o sea, a una tranquilidad pública capaz de asegurar la sujeción de los esclavos y las grandes zafras. Es, además, un período de enormes inversiones en ferrocarriles, en ingenios modernos, en bancos, el período de un crecimiento extraordinario del comercio del azúcar; y es, también, el período del terror; terror de los gobernantes, terror de los gobernados, terror a los esclavos, terror a la política inglesa, terror a la expresión del pensamiento.

 Desde este punto de mira Saco no pudo ser, no fue, el "fiscal" de la esclavitud, porque hubiera sido también el fiscal de la clase a la que se sentía vinculado. Ahora bien, esto no quiere decir que él no abordara problemas que los grupos más reaccionarios deseaban mantener en silencio. Silencio que refleja el terror. El propio Saco lo dice: "Por desgracia se ha formado entre nosotros una opinión funesta que llamaremos de silencio. Todos sienten los males, todos conocen los peligros, todos quieren evitarlos; pero si alguno trata de aplicarles el remedio, mil gritos confusos se lanzan a un tiempo y no se oye otra voz que la de callad, callad". (Papeles, T. I, p. 89, 1832)

  ¿Por qué Saco dice tal cosa? Pues, porque él sí fue contrario a la trata de esclavos, y su artículo, por ende, es un ataque a los elementos más reaccionarios y corrompidos que vivían del comercio clandestino de esclavos, declarado como piratería desde 1820. Creo que en cuanto a su oposición al comercio de esclavos no hay discrepancia entre los que han estudiado su figura y su tiempo. Debe subrayarse que hasta, por lo menos, 1843, la mayor parte de la clase terrateniente azucarera no se manifiesta públicamente contra el comercio de esclavos; y ello sucede, porque, después de las matanzas de 1842, hay un motivo mayor de terror.

 Ahora bien, si es cierto que solamente fue un fiscal de la trata, debe tenerse en cuenta un matiz de sus ideas que, desde luego, no altera el cuadro sino que, por vía indirecta nos permite calificar su posición como conservadora en este aspecto. Saco no podía desconocer que la supresión de la trata era un golpe decisivo contra la esclavitud. De hecho, en su estudio sobre el comercio de esclavos en Cuba (1832) Saco señala que hay varios remedios para los problemas que se plantean, a virtud de la escasez de brazos, por razón de la falta de la trata: primero: los propios esclavos por medio de su reproducción; segundo: los asalariados; y tercero: los campesinos a quienes se entregarían pequeñas parcelas; éstos de ultimar como producto de la inmigración. Ahora bien, estas soluciones serán, por razón de sus propios argumentos, lentas, adoptadas como ensayo, realizadas como un proceso. O sea que Saco prevé la abolición de la esclavitud, como una evolución muy gradual. Coincidiendo con Vázquez Queipo, acepta que "los esclavos se acaben, cuando el tiempo los acabe" (Papeles, T. III, p. 236, 1845).

 Este pensamiento define su posición moderada, tan moderada que nos impide considerarlo como abolicionista de la esclavitud. En efecto, Saco quiere, como otros del grupo en que lo situamos, que el momento de la abolición llegue para sus hijos o sus nietos, no para él y sus contemporáneos. No es un azar que su protector personal, el Marqués de Montelo, casado con una Aldama, elaborase un proyecto de abolición que posponía este cambio fundamental para una fecha posterior a 1900. Todo ello encubre una actitud de aplazamiento conservador y supone que es incapaz de tener en cuenta las condiciones económicas, sociales y políticas dinámicas (y lo eran especialmente en Cuba después de 1840) que habrían de exigir a más breve plazo la abolición de la esclavitud. En el caso de Saco, nos aventuramos a pensar que en su actitud pudo haber incluso una autocensura de pensamiento para no lastimar a quienes eran sus amigos y él consideraba sus iguales. Autocensura que no le exime de su conservatismo y aun más le añade de una sombra de cobardía intelectual a su personalidad.

 Fue enemigo de la trata por razones de orden político y culturales, o sea, por ese conjunto de ideas que Saco expresa y desarrolla acerca de la formación nacional cubana. Y las desarrolla particularmente en su polémica con los anexionistas. Aun teniendo en cuenta varias de sus afirmaciones, no creo que pueda calificarse de "racista" su posición, porque, entre otras razones, es inexacto hablar de "racismo" en el seno del sistema esclavista. Para justificar el sistema se expresaban ideas racistas, claro está; pero el "racismo" como tal es un mecanismo posterior a la abolición de la esclavitud que, coadyuva, dentro de las condiciones capitalistas a mantener sometidos a los negros liberados y a deprimirles su salario, deprimiéndolo a todos los trabajadores. Saco, por vivir en el régimen de esclavitud de los africanos, y congraciarse con él, aspira a "blanquear" la población. Sin embargo, no rechaza el mestizaje (y por puro preciosismo precisa: no le agrada el matrimonio de blanca con negro, sino el inverso, de blanco con negra, que le agradaba por igual, aunque sin matrimonio, a la mayoría de los terratenientes cubanos de su tiempo. Es más, concibe el futuro de Cuba como el de un país mestizo, aun cuando como es lógico él espera que en el cruce predomine la población blanca (Papeles, T. III, p. 224, 1845) y no desea imitar "la intolerante impolítica conducta de los Estados Unidos de Norteamérica". Si por un lado puede apreciarse una cierta profundidad de análisis de los problemas, por otro es inaceptable y muy discutible la idea de la nacionalidad blanca, porque ella contradice, en su esencia, al fenómeno del mestizaje.

  Pero hay algo más, que debemos tener en cuenta. Saco es partidario de la inmigración blanca, estimulada, financiada por el gobierno y los terratenientes; y como contradicción de su pensamiento, sugiere que los inmigrantes provengan no solamente de Europa, sino también de América y de Asia (Papeles, T. II, p. 120, 1845). ¿Por qué sucede esto? Sucede porque tras del problema social debatido entonces hay una cuestión esencial: si no hay esclavos ¿quién trabajará? Esto es: para Saco, si no vienen más esclavos, por supresión de la trata, debe subsistir o crearse una masa de gente que trabaje: los propios esclavos, reproduciéndose; los asalariados y los campesinos inmigrantes. Y, por eso, Saco no es abolicionista de la esclavitud, porque estima que deben crearse condiciones para que no falten trabajadores. Y también por eso, a las diez de última, le da lo mismo que sean blancos europeos, como indios cobreños o mestizos de América o amarillos del Asia.

 Estimo que las implicaciones de la supresión de la trata en ese aspecto fueron extensamente tratadas por Saco y que indirectamente, ello supone también un análisis de la abolición de la esclavitud. Ello es patente en todo lo que se refiere a la discusión del "costo" del esclavo, comparado al del obrero libre. Para Saco este costo es un concepto vinculado a la abundancia o escasez de brazos: pocos trabajadores libres, altos salarios, y a la inversa. O sea, que el esclavo es más barato entonces, porque abunda, aun cuando el comercio clandestino lo alce de precio. Una razón más, y quizás, en lo hondo de los mecanismos sociales y de clase la más importante, para que Saco y los terratenientes no sean abolicionistas. Es más, hacia 1840, ya todos los cubanos saben que una abolición de la esclavitud sin medidas para asegurarse que los libertos continuarán siendo asalariados, destruye casi totalmente las ventajas que los hacendados esperan de la abolición.

 En verdad, la contradicción flagrante entre esclavismo y fuerzas productivas no se patentiza en Cuba hasta después de 1850. Y, a pesar de ello, tampoco en los informes de la Junta de Información (1865) se defienden paladinamente las ideas progresistas capitalistas. No es azar que Saco no los defienda, si los reformistas de la Junta son gente vinculada al grupo político que encabeza Miguel Aldama.

 Saco fue un reformista en política, como lo era en lo económico y social. Lo fue por las mismas razones. Y así lo expresa: "... siendo rica, Cuba tiene más intereses que defender, y más necesidad de garantías políticas para conservarlas" (Papeles, T. III, p. 484, 1851).

 Fue antianexionista, aun cuando aceptaría el anexionismo pacifico, desde luego, a regañadientes; pero pacífico, es lo importante, esto es, reformista. Fue antindependentista sin lugar a dudas y sin matices; aún más, a medida, que pasaron los años fue más contrario a la independencia.

 Su reformismo político se basa en la idea del Consejo Colonial existente en el imperio inglés; pero en ningún momento él desarrolla totalmente esta parte de su pensamiento; entre otras razones, porque la experiencia acerca de lo que era la política colonial española le conducía a un callejón sin salida: las reformas son necesarias, imprescindibles para el bien de Cuba, pero España no puede, ni quiere, introducirlas. Resultado: Saco se ve obligado a realizar una interminable propaganda, para ganar la opinión española; y mientras está en esto, pasan los años, cambian las condiciones en Cuba, aparece el anexionismo furioso (1849-1855) aparece y muere el reformismo tecnicista (1860-65) y se produce el alzamiento de 1868. Y, si en las condiciones de 1830 a 1865 su reformismo tenía algún grado de validez; ya en 1868, cuando una parte de los terratenientes toman las armas revolucionariamente, esa actitud se transforma en una posición reaccionaria y colonialista. Entonces y sólo entonces, podría considerársele como un auténtico defensor de la dominación colonial. A través de los años Saco quedaba congraciado con Miguel Tacón. Hacía por lo menos 20 años que Saco se mantenía, sin añadir cosa sustancial y nueva, a su pensamiento. Exilado voluntario, sin contacto directo con la realidad cubana, informado por sus amigos e iguales, temeroso de todo cambio violento, Saco había quedado atrás en la historia. Tal evolución no es la de un "fundador"; no lo fue Saco, pues si él previó una nacionalidad vigorosa y la deseó, fue con carácter especulativo, teórico y por los medios que la historia de su propio tiempo no podía franquear, lo que se revela en lo infructuoso de su prodigiosa obra de publicista, en la contradicción de su actividad política y en su oposición a la Revolución Libertadora de 1868.

 Un juicio general sobre su personalidad deberá tener en cuenta muchos más elementos, si bien no es el momento de extender este comentario al artículo de Bueno y a la réplica de los estudiantes. Estos exigen que: "no se quiera objetar que la época, el medio, etc., tuvieron toda su influencia en el pensamiento de Saco... ", pero ¿cómo juzgar la historia sino dentro de la historia? Creo que ellos al formular esta exigencia quieren decir que Saco no fue capaz de superar las limitaciones de su tiempo; si fuera así; lo admito; pero si fuera de otra manera, los compañeros estudiantes debían revisar su criterio porque tiempo, medio, etc., no pueden significar sino intereses materiales y son pocos los hombres que han sabido ver más allá de sus intereses o de sus vinculaciones a ciertos intereses. Y, por ello, los que la historia destaca como gente heroica y genial, capaces de impulsar y simbolizar los cambios revolucionarios de un pueblo o del mundo son pocos. ¿Qué duda cabe que Saco no forma fila en esta reducida legión? Pero tampoco fue, a lo menos hasta 1868, de los que deseaban que su patria permaneciera inmutable. Y entre 1830 y 1850 libró una batalla inútil, por excesivamente apegada a la realidad, contra la perduración de las tradicionales condiciones coloniales.

 Profesor MANUEL MORENO FRAGINALS

 1. El artículo del profesor Bueno responde al esquema tradicional de análisis de la figura de José Antonio Saco.

 2. Los estudiantes de Ciencias Políticas han realizado una intervención brillante que denota un serio interés por el estudio de la Cuba, y un certero método de análisis y crítica.

 3. Dentro de un severo estudio científico, materialista, no puede analizarse la figura de Saco ni hacer un examen crítico de sus ideas sin estudiar previamente las condiciones materiales de la clase social de la cual él era vocero. Y en este punto no puede perderse jamás de vista que Saco era el escritor "oficial" de ciertos grupos de la clase de hacendados azucareros esclavistas criollos. Las aparentes contradicciones en el pensamiento de Saco son el reflejo de las reales contradicciones de la sacarocracia esclavista.

 4. Aunque el término "Fundador" es grandemente polémico, no puede negarse a Saco una definitiva influencia en la formación del pensamiento nacionalista cubano, especialmente después de su batalla contra la anexión a los Estados Unidos de Norteamérica.

 5. El título de "Fiscal de la Esclavitud" no le cuadra en modo alguno a quien, como Saco, profesó un profundo odio a la población negra y jamás solicitó la abolición de la esclavitud en Cuba. Sin embargo, desde el punto de vista sociológico, Saco reconoció los aspectos negativos del trabajo esclavo.

 6. Por último, estimamos que los hechos que han motivado las disímiles opiniones emitidas sobre Saco, a quien en su época y hasta nuestros días se le ha acusado de negrófobo, negrófilo, abolicionista, esclavista, españolista, anti-españolista y así sucesivamente, puede resumirse de esta manera:

  José Antonio Saco fue el representante oficial y pagado de una clase económica que ya en su época está en clara crisis de disolución. Esta clase, tanto en las Sugar Islands como en Cuba, muestra las mismas características de disolución, corroída por la grave contradicción interna de producir mercancías para el mercado mundial donde impera el régimen capitalista de producción y al mismo tiempo emplear un sistema de trabajo esclavo.

 Acosada por la ley del costo de producción, la clase social azucarera criolla se fue endeudando a pasos agigantados y de grupo poderoso y gobernante pasó a sacarocracia arruinada y esclavizada económicamente por la propia esclavitud de la cual dependía.

 Este núcleo económico azucarero cubano emergió en nuestra historia (fines del XVIII) con un profundo sentido revolucionario.

 Arango y Parreño fue la mente económica "más moderna" que ha dado América, con un altísimo pensamiento burgués.

 Saco, que le sucede, es un tipo de hombre distinto. Arango era un productor, poseedor del más grande ingenio del mundo en su época, y al mismo tiempo, vocero de los hacendados. Saco es el "intelectual" de la clase: desconoce las entrañas del negocio y sus estudios se proyectan principalmente sobre la superestructura política y social del régimen de semiplantación. Saco se enfrenta a la trata, porque el negocio negrero era la base del capital comercial español, y el suministro de esclavos una forma de dominio económico sobre los productores. Pero Saco no se podía oponer en forma alguna a la esclavitud porque el esclavo integraba la parte esencial de los bienes de capital de su clase. El esclavo era el más importante renglón en el activo fijo del ingenio. El problema no tenía solución: la clase, ahogada en su honda contradicción económica, no pudo capitalizar. El progreso técnico azucarero se detuvo y, hacia la década del 1860, los que antaño fueran orgullosos azucareros están trabajando en absurdas fábricas de costos altísimos y vendiendo azúcar mascabado.

 La vida de Saco estuvo minada por las contradicciones de la clase que él representó, y careció de capacidad dialéctica para comprender las nuevas condiciones. Fue revolucionario en sus primeros años, cuando seguía la línea de Arango y Varela y se dirigía por los senderos de la física y la química. Pero ya en la década del 1830 -década en que cuaja la gran industria y se habla por primera vez de ingenios centrales- Saco está proponiendo ingenios pequeños con métodos manuales. Todo su pensamiento político intelectual se conforma antes de haber cumplido 30 años. Después vive 50 años más sin enterarse cómo cambia el mundo. Compárese su pensamiento anquilosado con la brillante evolución intelectual de su contemporáneo Ramón de la Sagra. A partir de su exilio se inicia este proceso de petrificación y sólo vuelve a brillar, fugazmente, en algunas páginas de sus réplicas antianexionistas. Sería importante estudiar cómo en él, y en otros muchos hombres, el exilio produce una pérdida completa del sentido de la realidad política.

 Bien orientados andaban los muchachos de Ciencias Políticas cuando redactaron esta carta. Y muy clara es esa comparación Céspedes-Fidel. La nueva vida de entonces sólo podía construirse sobre nuevas bases. Quemar La Demajagua fue un símbolo. Habían quemado el ingenito viejo, que empleaba métodos anticuados y absurdos, producía sólo azúcar mascabado, y estaba totalmente endeudado.

 Es decir, habían quemado la solución Saco y Pozos Dulces (ése otro desorientado que la magia de nuestra historia burguesa ha convertido en notable economista y renovador técnico. Era la gran actitud de los que prefirieron morir peleando, en vez de morir lentamente, pobres y endeudados.

 Saco no los entendió ni podía entenderlos. Hacía muchos años que había muerto políticamente, después de haber prestado a la patria dos grandes servicios: la lucha contra la trata y su fiera posición antianexionista. Expresiones ambas de su sentido criollo, blanco, que más tarde otros integrarían en un profundo sentimiento nacional, cubano, sin color.


  Profesor EUCLIDES VAZQUEZ CANDELA

 I. Que en lo fundamental estoy de acuerdo con lo planteado por un grupo de mis alumnos de Historia Política de Cuba, cuya opinión refleja nuestras investigaciones y discusiones en clases, y en desacuerdo, por tanto, con mi cordial compañero y amigo, Salvador Bueno.

 II. Que en relación con los criterios que hasta ahora se han esgrimido para presentar a Saco como un fundador de nuestra nacionalidad, tales como que Saco fue un hombre de su época, defensor consecuente de los intereses de su clase, que era la clase de vanguardia en aquel momento, que combatió el anexionismo a los Estados Unidos, que habló como cubano, invocando la nacionalidad cubana, la patria cubana, etc., pienso lo siguiente.

 1. No creo que Saco fuera un hombre de su época:

 A. En lo internacional occidental, la época de Saco fue una época de consolidación del capitalismo y del surgimiento del pensamiento socialista. En la Europa centro de este movimiento Saco vivió los últimos 45 años de su existencia, de 1834 a 1879 y Saco apenas se enteró de esto.

 B. En lo continental americano es la época de las revoluciones de independencia, de vocación burguesa o democrático-burguesa y de tendencia antiesclavista. Para Latinoamérica, con excepción de Brasil, la independencia significó la liquidación de la esclavitud. Saco impugnó todo esto y desacreditó al independentismo y a los independentistas como Bolívar.

 C. En lo doméstico cubano es en lo fundamental la época del auge final de la esclavitud, la de su crisis y su desaparición, del tránsito del esclavismo al capitalismo y del colonialismo español a la independencia.

 Saco no adoptó una posición consecuente con relación a esto. Se aferró a la conservación de los esclavos y calificó con los peores epítetos a los libertadores, alineándose en favor de la metrópoli durante la Guerra de los Diez Años.

 2. No creo que Saco fuese un defensor consecuente de los intereses de su clase esclavista. No se pone al frente de ella para conducirla por el camino histórico que se le ponía a la orden del día: su transformación capitalista y su liderazgo de la sociedad insular, cubana e independiente, sino que marcha en la retaguardia, frenándola más bien.

 Además, el sector de los esclavistas defendido por Saco no adoptó jamás posiciones revolucionarias. Revolucionarias en este país han sido siempre las capas humildes de la población, algunas capas medias y minorías esclarecidas de las clases pudientes.

 3. En cuanto al antianexionismo de Saco hay que manejarlo de modo dialéctico. ¿A nombre de qué, para qué y por qué fue Saco antianexionista? Saco fue antianexionista porque fue más conservador y a veces más reaccionario que muchos anexionistas. Combatió la anexión a nombre de principios más reaccionarios en aquel momento que muchos de los principios que determinaron el movimiento anexionista, coincidiendo con ellos en el peor de todos, en la defensa de la esclavitud. El movimiento anexionista de los años cuarenta y cincuenta fue la escuela que condujo al independentismo de 1968. Las condiciones de la época determinaron que la bandera insurreccional tremolada por los anexionistas López y Agüero· fuera tomada por las minorías terratenientes revolucionarias y las mayorías populares como bandera de independencia, de libertad y hasta de antiesclavismo.

 4. En lenguaje saquista, el concepto de patria, de nación, es un concepto raquítico y no debe ser confundido con el de soberanía o autodeterminación. Es un concepto aristocrático y provincial. Para Saco lo cubano tenía la misma categoría de lo valenciano, lo gaditano o lo extremeño. No se comprendía sino contenido en lo hispánico. Ser cubano era para Saco ser un aristócrata blanco; poseedor de esclavos, ligado económica, política y culturalmente a la España feudal y medieval, como una provincia de lo español y esto cuando ya se venía luchando en Cuba sangrientamente por la independencia, cuando ya Varela había hecho en la década de los años veinte planteamientos con respectó a los cuales el pensamiento de Saco es totalmente reaccionario: abolición de la esclavitud, reconocimiento de la independencia de las colonias americanas, independencia de Cuba por sus propios medios.

 5. Saco fue racista, discriminador. Un día tendremos que preguntarnos hasta qué punto es justo que Saco no comparta junto con sus contemporáneos Gobineau y Chamberlaine la responsabilidad histórica de haber sido antecesor ideológico del racismo nazista, de las teorías de la superioridad racial y la necesidad de apartar y hasta exterminar a los elementos raciales inferiores. Esto es duro reconocerlo, pero cierto.

 6. Si por fiscal de algo se entiende el que lo acusa a nombre· de la sociedad, Saco no fue fiscal de la esclavitud, él y la sociedad defendida por él no acusaban a la esclavitud sino de querer desaparecer. Su Historia de la Esclavitud no fue escrita para combatir esta institución sino para demostrar, con Aristóteles, que siempre había sido una institución natural.

 ¿El saldo de su obra? Yo diría que fue un publicista importante, nacido en Cuba para honra de España, que para que Cuba no dejara de ser española y colonial o neo-colonial, tuvo que poner de manifiesto lacras que justificaban la lucha por la independencia y que en la medida en que quiso defender la esclavitud y la hispanidad, puso de manifiesto lo ilusorio de pretender incorporarnos a los Estados Unidos, pero no un fundador.

 Hoy es tan difícil presentar a las nuevas generaciones un Saco participando positivamente de la fundación de nuestra nacionalidad integrada racialmente, soberana y latinoamericanista, como lo será mañana para los rhodesianos que Ian Smith fue un fundador de la suya, o para los puertorriqueños que Muñoz Marín fue "un hombre de su época" y hay que alinearlo con los padres de la patria borinqueña.

  Profesor SALVADOR BUENO

  Alumnos de Historia Política de Cuba, asignatura que explica en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana mi compañero Euclides Vázquez Candela, han respondido a mi trabajo biográfico sobre José Antonio Saco aparecido en el número 43 de esa Revista contradiciendo algunas apreciaciones mías. Dos puntos esenciales rebaten en su larga y concienzuda carta. El primero se refiere al apelativo "fiscal de la esclavitud" que aparece en el título de mi trabajo. Dicha frase fue agregada en la redacción de la Revista CUBA al título original de mi trabajo que solamente era JOSE ANTONIO SACO. No fue empleada por mí. En el texto de mi artículo en ningún momento me refiero a Saco como fiscal de la esclavitud.

 En segundo término no están de acuerdo estos alumnos con la inclusión que hago de Saco en la serie LOS FUNDADORES. Según sus palabras, para ellos son solamente fundadores de la nacionalidad cubana aquellos que mantuvieron una posición independentista. No estoy de acuerdo sobre el particular. A mi juicio otras personalidades cubanas pueden ser estimadas como fundadoras de nuestra nacionalidad. Esas figuras, como es el caso de Arango y Parreño, Saco, Luz y Caballero y otras, pueden considerarse como fundadoras por los aspectos más positivos y perdurables de su vida y de su conducta pública.

 Me parece que estas figuras pueden ser fundadoras de nuestra nacionalidad porque aportaron nuevos elementos y fundamentos a la lenta fraguación de nuestra personalidad como pueblo. Partiendo de este punto de vista debemos analizar qué aspectos positivos para el desarrollo de la nacionalidad cubana aportó la labor de Saco. Verdadero carácter positivo advertimos en su lucha contra el comercio de esclavos. A la larga la supresión de la trata produciría la desaparición de la esclavitud.

 Saco fue siempre un evolucionista, no un revolucionario. No le podemos exigir más. No podemos hacer balance de su actuación pública por lo que pudo haber hecho, sino por lo que realizó y dejó como testimonio de su tenaz preocupación por el destino de su tierra natal.

 De todos modos no es de extrañar la posición adoptada por estos estudiantes universitarios. Saco es una de las personalidades más polémicas y conflictivas de nuestra historia. Se le han achacado las más contradictorias posiciones. Pero en el curso de mi trabajo puede observarse cómo destacó su lucha contra los anexionistas. Esta empresa· fue, a mi juicio, la más fructífera y afianzadora de nuestra nacionalidad de todas las que emprendió el escritor bayamés. Su ataque demoledor a los anexionistas echó por tierra esa solución política a los problemas cubanos que hubiera desviado totalmente el desarrollo de nuestra historia. "A pesar de que reconozco las ventajas que Cuba alcanzaría formando parte de los Estados Unidos, me quedaría en el fondo del corazón un sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana", escribió muy claramente. Quería una "Cuba cubana y no angloamericana". Percibió igualmente la amenaza absorcionista que pesaba sobre nuestros países: "Bulle en muchas cabezas norteamericanas el pensamiento de apoderarse de todas las regiones septentrionales de América, hasta el Istmo de Panamá".

 Por supuesto, no todas las facetas de la actuación y de la obra de Saco revelan estos signos positivos. En mi artículo indicaba lo siguiente: "Adoptó en ocasiones actitudes que hoy resultan erróneas, pero nuestro deber consiste en examinar objetivamente las etapas de su vida y de su pensamiento estudiando con cuidado las condiciones y presiones de su época, los problemas inmediatos que tuvo necesidad de atender". Y más adelante añado: "El análisis sereno y objetivo que realiza, sobre la realidad de la sociedad criolla permite a Saco atisbar las fallas y las quiebras de aquella organización social". De ahí la importancia que tiene, por ejemplo, su memoria sobre la vagancia en Cuba. Los separatistas, aunque opuestos a las soluciones reformistas de Saco, aprovecharon para su lucha contra el coloniaje español, sus observaciones y estudios, esparcidos por sus muchos folletos y "papeles", sobre la realidad cubana de su época.

 Opino igualmente que la larga separación, debido a su destierro, de Cuba, influyó sobre sus análisis de la situación cubana. Vocero de ciertos hacendados azucareros cubanos no percibió desde el extranjero el declive de esta clase y los nuevos factores que pesaban sobre el desarrollo del país. Por eso se explica su incomprensión de la solución revolucionaria de Carlos Manuel de Céspedes. Llegada la guerra de independencia de 1868, el pensamiento reformista de Saco ha caducado, se queda atrás, es una rémora en el desenvolvimiento de nuestra historia.

 La guerra do independencia de 1868 aporta ya la radical separación de España. Pero las actitudes de Céspedes y otros prohombres de esta lucha no tienen el contenido popular y revolucionario que José. Martí, Juan Gualberto Gómez y otros darían a la revolución de 1895. Advertir esto ¿traería como consecuencia un olvido de Céspedes y de sus proyecciones? De ninguna manera. Céspedes representa una superación de la actitud meramente reformista de Sacó, así como Martí representa un paso adelante en relación con las proyecciones de la guerra del 68. Bien cierto es que con los paños calientes de las soluciones reformistas Cuba no hubiera logrado su independencia de España. Se hacía necesario el gesto magnífico del Grito de la Demajagua, la abolición revolucionada de la esclavitud, etc.

 Estoy muy de acuerdo que debemos estudiar estas figuras cubanas del siglo pasado con toda objetividad, "a la luz de los hechos objetivos", pero opino que estas personalidades, como Sacio, que presentan facetas positivas, tenemos que enjuiciarlas en su justo valor. De ningún modo pretendo que se considere a Arango, Saco y Luz como fundadores de nuestra nacionalidad en la misma medida que José Martí, Antonio Maceo o Manuel Sanguily, pero de ninguna manera podemos olvidar sus esfuerzos, a veces equivocados, en ocasiones tímidos o indecisos, para afianzar la nacionalidad cubana. La lucha de los separatistas del siglo XIX y de los revolucionarios del siglo XX no es más que la culminación de un largo proceso en que la nacionalidad cubana, la independencia del pueblo cubano se fue afianzando y consolidando.

 

 Cuba, Año V, núm. 49, mayo de 1966, pp. 66-70.

 

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