Pedro Marqués de Armas
Diego Tamayo lo reconocería como el padre de
la hipnosis en Cuba. De él dijo que le gustaba parafrasear a Schopenhauer: “el
mundo es sugestión”.
Manuel Moreno de la Torre fue, en efecto,
entre sus contemporáneos, uno de los más entendidos en hipnosis y psicoterapia.
Siguiendo a autores como Braid, Lasègue,
Bernheim, Charcot y Liebault, actualiza este campo en Cuba, ubicándose entre
los iniciadores de cierta orientación psicogenética.
Con su conferencia “Algunas consideraciones
relativas al hipnotismo. Experiencia demostrativa”, hizo entrada en la Sociedad
de Estudios Clínicos de La Habana, el 23 de mayo de 1889.
Y bajo el título “Relación de los trabajos
presentados al Congreso Internacional de Hipnosis Experimental y Terapéutica
con algunas consideraciones”, realizó una detallada recensión de aquel célebre
congreso realizado en París en agosto de 1889, y al que
asistirían Freud y Durkheim, como anticipo de los tiempos que se avecinaban:
los del inconsciente y las representaciones colectivas.
Comenta no solo las ponencias, sino que cita a numerosos asistentes, pero no al médico
vienés ni al sociólogo alsaciano. Nombres más, nombres menos, la que pudo ser la primera referencia a Freud en Cuba escapó por la tangente.
Nacido en Cárdenas en 1861, Moreno de la Torre
se trasladó de joven a la capital donde se graduó en 1878 de Bachiller en
Artes. Ese año comenzó en la Universidad de La Habana la carrera de medicina,
que concluyó en Madrid en 1884.
De vuelta al país se radicó en Colón, donde
ejerció junto a su hermano Gustavo por breve tiempo. Una vez instalado en La
Habana se haría popular como cirujano, al operar por primera vez en la isla,
previo diagnóstico nosológico y topográfico, una lesión del cerebro.
Dio cuenta de ello en su trabajo "Absceso
Cerebral, trepanación, curación, recidiva, muerte" (Crónica Medico Quirúrgica, 1891), donde expone su meticulosa diagnosis de un “absceso” que afectaba a la región
motora a nivel frontoparietal.
La enferma, de 31 años, y que ya había perdido
la movilidad del brazo y la pierna derechas, entre otras alteraciones, fue
sometida a una operación que duró cuarenta minutos. Parecía reponerse pero
aparecieron nuevas complicaciones, falleciendo semanas más tarde.
Sobre los hallazgos necrópsicos expondría notables consideraciones.
Moreno de la Torre se empeñó además, durante
años, en la búsqueda de toxinas en la fiebre amarilla.
Llegó a ser Secretario General de la Sociedad
de Estudios Clínicos.
Durante el Primer Congreso Médico Regional (1890)
sobresalió por sus opiniones sobre enfermedades contagiosas, en particular la
difteria y el tétanos.
Fue un buen reseñista de la medicina de su
época, ocupándose de la sección “Revista de la Prensa” de la Crónica Médico Quirúrgica.
Tradujo del francés a varios autores, entre
ellos a Bouchaud y Charcot.
Falleció prematuramente en 1891.
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