Ignacio Rodríguez Galván
Alarcos
infeliz! vano es tu ruego,
vanos
son tus lamentos…¿Por qué lloras?
No
encontrarás la compasión que imploras,
Y
tú esposa inocente, ha de morir.
Huye
con tu Leonor, desventurado,
ó
al menos por piedad, sella la boca;
rompe,
destroza la terrible toca,
que
aliento falta ya para sufrir.
Rueda
en el cielo tempestad sombría
el
viento cruza embravecido y zumba,
y
el rayo destructor brilla y retumba
al
compás de la voz del trovador.
Tú
fuiste criminal,- y tu destino
con
sangre de Leonor será sellado,
que
al ángel de la muerte has convidado
en
aquella tu cena de terror.
¡Grato
poder del inspirado genio!
¡encanto
sin igual de la poesía,
que
el alma aduerme en blanda melodía,
y
es dulce la inquietud del corazón!
Prosigue,
Milanés, tú que conoces,
ese
lenguaje mágico del cielo,
sigue,
y serás en tu atrevido vuelo
de
tu risueña Cuba admiración.
Más
huye á donde entronizado ondea
de
libertad el estandarte al viento,
que
de tiranos el impuro aliento
al
genio daña, y lo marchita en flor,
No
empero toques las sangrientas playas
do
la discordia lanza horrendo grito
ni
mucho menos el país maldito
que
á Heredia fue de luto y de dolor.
Que
allí tiranos ves.- Y o bien te arrastras
en
el umbral de estúpido magnate,
ó
bien adulas miserable vate,
a
un pueblo corrompido y sin pudor.
Y
ni el consuelo de llorar te queda,
que
á risa moverá tu triste llanto,
y
si retruenas en tremendo canto,
serás
victima oscura de tu honor.
Jamás
olvidará tus dulces trovas
quien
hoy te escribe, á ti desconocido,
y,
el corazón, de lágrimas henchido,
estará
siempre atento á tu cantar.
Eco
hallaron tus versos en el pecho
del
que seguirte en su poder no cabe.
más,
si elevar la voz, cual tú, no sabe
sabe
al menos sentir, sabe llorar.
Habana Junio, 1842
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