René
Depestre
Mi último poema corta caña
en Camagüey.
Lleva sombrero de yarey y
botas:
Ni robot ni zombi,
amontona su caña
Surodoso, rabioso,
sofocado, bajo el duro sol.
Da sus manos y sus ojos a
la zafra.
Lejos, en París, en una
mesa de café,
Gentes que nunca han
uncido un poema
A la belleza del buey
revolucionario
Se pregunta: “¿Se puede
ser poeta en Cuba?”
Para ellos un poema se
aleja de la luz
Si se convierte en hombre
con brazos de hombre
Si funde metal y siembra
café
Si cantando cosecha el
tabaco y la malanga
Si es miliciano, si es guardafrontera
Si se entusiasma con una
nueva represa
Si es guevarista y hace la
revolución
Ya no es un poema, y en
París corre el riesgo
De que lo maten a pedradas
en la calle!
Mi último poema tiene la
ropa encharcada
La hoja del arado brilla
bajo sus alas
Tiene ampollas en los
dedos y fornica
Con hadas que manejan el
pico y la pala.
Responde a las dudas
concernientes a las relaciones
Entre la poesía y la
Revolución.
Y tiene la audacia de un
cohete que se eleva
Hacia la luna y es rebelde
a toda liturgia
Y a todo dogma que salgan
del horno estalinista
Heme aquí poeta en Cuba,
poeta portador
De un fuego que comparte
sus diamantes con el verano.
Mi vida tutea a un
socialismo que asegura
A la libertad sus razones
y sus bienes.
Mi último poema tiene cada
día un poco
Menos de arrugas en su
rostro, y cada día
El júbilo del hombre
inunda un poco más sus riberas.
Hunde los pies en el barro
de los arrozales
Y da sus huesos a la
marcha de la historia!
La Habana, abril de 1969.
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