José A. López del Valle
Ante el estado de desconcierto creado con motivo de la aparición de la actual epidemia de Gripe o Influenza, se han formulado por personas respetables, ciertos cargos contra la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, acusándola de no haber adoptado determinadas medidas que se creían necesarias y por no haber puesto en práctica otras, que también creían los quejosos, eran de gran valor. Esas indicaciones del público, no deben, en manera alguna, ocasionarnos enojos, sino que, por el contrario, debemos acogerlas con complacencia, ya que vienen a demostrar, en primer término, el interés que se toma muestra población en los asuntos sanitarios, y en segundo lugar, la relación íntima en que vive con el Departamento sanitario, lo que nos obliga, como antes decíamos, a informarle acerca de nuestros procederes. Y se explica, además, la impaciencia del público al ver que no alcanzamos en nuestros trabajos contra la Influenza un éxito rápido, por el hecho de que nuestro buen público está educado en el terreno sanitario, en lo que pudiéramos llamar "la escuela del triunfo", gracias a cuya enseñanza ha adquirido nuestra población un concepto tan completo de sus deberes higiénicos y una idea tan exacta de la importancia y de la eficacia de llevarlas a cabo.
Los brillantes resultados obtenidos por la sanidad cubana en su lucha contra la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela, la peste bubónica y otras infecciones, han acostumbrado al público a la idea, que nos enaltece, de que a la acción sanitaria ha de acompañar siempre el éxito más feliz y resonante. Pero si nosotros venimos alcanzando esos maravillosos resultados en las luchas contra las mencionadas infecciones y ahora ante la Gripe no obtenemos iguales resultados, no se debe ciertamente ese cambio, a que nos falten energías, los alientos y los recursos de pasados tiempos, ni a que dejen de animarnos ahora iguales propósitos y ánimos. No. Es que el caso no es igual. En lo que a la profilaxis de la Gripe respecta, tropezamos, al igual que los sanitarios de todo el mundo, con las serias y hasta el presente invencibles dificultades a que antes me refería. En cambio, la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela y la peste bubónica, son enfermedades fácilmente evitables y dominables con los recursos de la higiene moderna ya que gracias a recientes descubrimientos, conocemos los medios eficaces para combatirlas. Y esto debe reconocerse y decirse, para que el público no dude ni por un momento, de nuestra actuación, y para que conozca las cansas que nos impiden el tener un éxito franco y positivo.
Y ahora pasemos a explicar las causas por las cuales no adoptamos, ante la epidemia de Gripe en la Habana, ciertas medidas que reclamaban insistentemente, una parte de la opinión pública. Nos referimos especialmente a no haber dictado la orden de clausura de las escuelas ni de los espectáculos públicos, medidas éstas, que se han pedido repetidas veces por medio de la prensa y por amables solicitudes de algunos profesionales y de personas distinguidas.
Dado el estado y curso de nuestra epidemia de Gripe, no estimamos procedente la clausura de las escuelas públicas y privadas, toda vez que al poner en práctica esa radical medida, los niños, especialmente los de las Escuelas Públicas, no tendrían más que dos caminos: o permanecer en sus casas, que son generalmente de vecindad, o vagar por las calles y plazas. En el primer caso, esto es, quedando el niño durante todo el día en la ciudadela o casa de vecindad, que son, en su inmensa mayoría viviendas insalubres, estaría más expuesto a la infección que en la escuela, que es siempre un lugar higiénico y bien ventilado. En la casa de vecindad el niño no cuenta con locales apropiados para su expansión y recreo. Tiene que permanecer encerrado en su cuarto y en contacto, acaso, con los enfermos. En cambio, cuando va a la escuela, recibe en ella educación sanitaria, se instruye convenientemente en la profilaxis de la Gripe y de otras enfermedades transmisibles y, además, está bajo la inspección médica de nuestros Inspectores y la vigilancia higiénica y pedagógica de sus maestros. El niño al ir a la escuela, tiene que lavarse, vestirse de limpio y observar prácticas de higiene, que de seguro no las cumple si se queda en su casa. Al llegar a la escuela, el maestro lo examina cuidadosamente. Si lo encuentra enfermo lo aísla y da cuenta en el acto a la Jefatura Local de Sanidad. Entonces nosotros nos encargamos de precisar la afección de que padece. Así logramos descubrir rápidamente cualquier caso de Influenza en los niños, que de no acudir a la escuela y someterse a la fiscalización del maestro, pasaría inadvertido. Tenemos un número crecido de Inspectores Médicos que diariamente visitan las escuelas todas y examinan cuidadosamente a los maestros y a los niños. Es decir, que todas son ventajas con la asistencia del niño a la escuela, ya que en esa forma logramos inculcarle prácticas de limpieza y de aseo personal, darle educación sanitaria y sirve como de guía para ponernos sobre la pista de casos de Influenza que de no contar con esa cooperación, permanecerían ignorados.
En lo que respecta a los espectáculos públicos, ocurre algo parecido. Cuidamos de que los locales a ese efecto destinados, estén limpios, bien ventilados, que no concurran enfermos y que se baldeen diariamente sus pisos, con soluciones desinfectantes. Se ha dado la orden y ésta se hace cumplir, de que no asistan a esos lugares los que presenten manifestaciones catarrales y se proceda a retirar a los atacados o sospechosos de Gripe o Influenza. Se ha advertido al público que no debe asistir a espectáculos cerrados en donde existan gran aglomeración de personas y se ejerce gran vigilancia sobre los cinematógrafos para exigirles que estén en las debidas condiciones de higiene. A la entrada de los espectáculos públicos, se han colocado avisos e instrucciones con notas profilácticas de la Influenza. En esta forma, hacemos obra de propaganda sanitaria. No hemos dispuesto la clausura de los espectáculos públicos, por evitar el pánico en la población y por no existir una regla fija que nos marcase el tiempo preciso o aproximado en que tal medida debía tener efecto. Además, nos pareció que con las medidas adoptadas, se defendía bien la salud pública del peligro de mayor propagación de la Gripe en esos sitios. Desde luego, que mucho más fácil y expedito, hubiese sido el disponer la clausura de las escuelas, de los teatros y demás sitios de reunión. Así nos hubiésemos evitado trabajos y responsabilidades. Pero nos pareció que ese no era nuestro deber y que esas medidas radicales, cuando no están justificadas por un precepto científico y tienen una base racional y lógica, y se dictan con carácter general y no de acuerdo con las exigencias del momento, demuestran, más que nada, incapacidad y falta de recursos y de medios para afrontarlas en debida forma. Estas son las razones por las cuales dejamos de adoptar esas órdenes de clausura que reclamaba la parte de la opinión pública a que antes aludíamos.
Y ahora, al explicar los fundamentos de nuestra actuación oficial, nos complacemos en someterla a la ilustrada consideración de esta Academia. Entre las medidas que hemos dictado para combatir la epidemia gripal en la Habana, figuran, en primera línea, las que tienden a la educación higiénica popular contra esa infección y las relaciones con la higiene de las viviendas y de las personas. Estimamos que una gran defensa contra la propagación de la Influenza, está en la limpieza esmerada de las personas y de las casas, así como en mantener debidamente aislados en sus casas, a los atacados por esa infección. El público, con su cuidado inteligente y bien dirigido, puede ayudarnos mucho en nuestros trabajos para el dominio de la Influenza. Acompaño un ejemplar de las Instrucciones Populares contra la Gripe que hube de redactar y las que se han distribuido profusamente en el público, dando a conocer las regias higiénicas principales contra esa infección. Desde que tuvimos noticias de la aparición de los primeros casos del actual brote de epidemia de Influenza, hubimos de adoptar, aunque con pocas esperanzas en la eficacia de algunas de esas disposiciones, las siguientes medidas:
Primera: Incluir la Gripe o la Influenza entre las enfermedades de declaración obligatoria, con objeto de poder formar una estadística acerca de la marcha de esa infección entre nosotros y de adoptar, en los casos especiales, las medidas sanitarias correspondientes.
Segunda: Publicar las Instrucciones Populares a que antes me refería y hacer fijar en las escuelas, espectáculos públicos, iglesias, tranvías y demás lugares de reunión, las principales reglas higiénicas contra esa enfermedad, con objeto de hacer una activa propaganda sanitaria.
Tercera: Organizar conferencias higiénicas en las escuelas, colegios privados y talleres para ilustrar convenientemente al público acerca de las medidas de higiene individual que debe de adoptar frente a esta enfermedad.
Cuarta: Prohibir el tránsito de los atacados de Gripe o Influenza por las calles y plazas y el que esté enfermo así como los que presenten manifestaciones catarrales concurriesen a sitios públicos. Recomendar el debido aislamiento de los atacados de esa infección y prohibir las visitas en las casas donde existieran casos de Influenza.
Quinta: Ordenar el saneamiento diario, por medio de baldeos de pisos con soluciones antisépticas, de los establecimientos y espectáculos públicos y que todos esos lugares se mantuviesen completamente aseados, con escupideras con soluciones antisépticas en número suficiente para el uso del público.
Sexta: Indicar la necesidad de que se acudiese a un médico desde los primeros síntomas de la enfermedad, con objeto de que éste atendiese oportunamente al atacado y nos diera cuenta del caso.
Para que se conozcan en sus detalles todas las disposiciones adoptadas, acompaño un ejemplar de cada uno de los avisos e Instrucciones al Público, publicados por la Jefatura Local y en los que se precisan todas esas disposiciones. Hemos procurado, desde los primeros momentos, dirigir nuestra acción contra la Gripe, dando preferencia a la propaganda sanitaria, a la educación de las familias y a las medidas que tiendan a la limpieza esmerada de la casa y de la persona, haciendo resaltar los inconvenientes y los peligros del hacinamiento, de la falta de luz y ventilación, de la necesidad de una vida higiénica a base de mucha agua, mucho sol y mucha alimentación, elementos que favorecen la defensa orgánica y que previene de las infecciones en términos generales.
En el interior de la República, especialmente en ciertas poblaciones de Camagüey y de Oriente, la Influenza ha causado mayores estragos, debido, seguramente a las malas condiciones higiénicas en que se encuentran determinadas poblaciones y al hacinamiento en que viven los trabajadores en los grandes centros azucareros, donde no se les facilita ni viviendas, ni elementos apropiados. En nuestros Ingenios de azúcar, el trabajador vive mal, reside en barracones inmundos, donde carece por completo de los elementos necesarios para la vida. Y como es lógico, está expuesto a contraer enfermedades. Esos obreros, que viven en un medio impropio, que carecen de los elementos fundamentales de higiene, pagan siempre un gran tributo a las infecciones que los diezman y aniquilan.
En cambio, en los centros urbanos, donde se observan las prácticas de limpieza y se cumplen los preceptos de la higiene, la Gripe, aunque se propaga y difunde, no ocasiona, sin embargo, tantas víctimas. Eso se aprecia de una manera más visible en los barcos azotados por esa infección. En pasaje de tercera, que viaja hacinado en las bodegas y sollados, la Influenza ocasiona estragos pavorosos. En cambio, el pasaje de primera y de segunda, se defiende mejor y no se observa los cuadros dramáticos que en los de tercera.
Además, todos a diario comprobamos que en los Hospitales y Casas de Salud, en las casas limpias, bien soleadas y ventiladas, la enfermedad no se propaga como en las ciudadelas y demás lugares donde falta el aire, la luz y el agua.
En la Habana, por sus condiciones generales de higiene, por su clima, por la educación sanitaria de sus habitantes, la epidemia gripal se va desenvolviendo sin mayor gravedad y sin que pueda justificar alarmas ni terrores. Consultando los datos estadísticos de la epidemia gripal de 1890, y la que acaba de azotar la Europa y la América, y haciendo un estudio comparativo entre la mortalidad causada por esas epidemias en otras ciudades, podemos comprobar que en la Habana es donde con mayor benignidad ha evolucionado y donde ha causado menor número de víctimas. Este es un hecho cierto, que puede fácilmente demostrarse con la revisión de esos datos estadísticos. Por lo tanto, considerando que actualmente y timamos, con convicción precisa, que la actual epidemia es de Gripe o Influenza; que no reviste gravedad alarmante y que no existen, hasta el presente, medidas sanitarias "específicas" que puedan ponerse en práctica para dominarla rápidamente y con una eficacia absoluta y matemática. Que precisa, como medios recomendables para combatir esa enfermedad, mantener una rigurosa campaña de propaganda sanitaria, de aislamiento de los atacados, de aseo personal y de la casa y cumplir con los preceptos generales de la higiene: sol, aire, agua y buena alimentación.
Ante el estado de desconcierto creado con motivo de la aparición de la actual epidemia de Gripe o Influenza, se han formulado por personas respetables, ciertos cargos contra la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, acusándola de no haber adoptado determinadas medidas que se creían necesarias y por no haber puesto en práctica otras, que también creían los quejosos, eran de gran valor. Esas indicaciones del público, no deben, en manera alguna, ocasionarnos enojos, sino que, por el contrario, debemos acogerlas con complacencia, ya que vienen a demostrar, en primer término, el interés que se toma muestra población en los asuntos sanitarios, y en segundo lugar, la relación íntima en que vive con el Departamento sanitario, lo que nos obliga, como antes decíamos, a informarle acerca de nuestros procederes. Y se explica, además, la impaciencia del público al ver que no alcanzamos en nuestros trabajos contra la Influenza un éxito rápido, por el hecho de que nuestro buen público está educado en el terreno sanitario, en lo que pudiéramos llamar "la escuela del triunfo", gracias a cuya enseñanza ha adquirido nuestra población un concepto tan completo de sus deberes higiénicos y una idea tan exacta de la importancia y de la eficacia de llevarlas a cabo.
Los brillantes resultados obtenidos por la sanidad cubana en su lucha contra la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela, la peste bubónica y otras infecciones, han acostumbrado al público a la idea, que nos enaltece, de que a la acción sanitaria ha de acompañar siempre el éxito más feliz y resonante. Pero si nosotros venimos alcanzando esos maravillosos resultados en las luchas contra las mencionadas infecciones y ahora ante la Gripe no obtenemos iguales resultados, no se debe ciertamente ese cambio, a que nos falten energías, los alientos y los recursos de pasados tiempos, ni a que dejen de animarnos ahora iguales propósitos y ánimos. No. Es que el caso no es igual. En lo que a la profilaxis de la Gripe respecta, tropezamos, al igual que los sanitarios de todo el mundo, con las serias y hasta el presente invencibles dificultades a que antes me refería. En cambio, la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela y la peste bubónica, son enfermedades fácilmente evitables y dominables con los recursos de la higiene moderna ya que gracias a recientes descubrimientos, conocemos los medios eficaces para combatirlas. Y esto debe reconocerse y decirse, para que el público no dude ni por un momento, de nuestra actuación, y para que conozca las cansas que nos impiden el tener un éxito franco y positivo.
Y ahora pasemos a explicar las causas por las cuales no adoptamos, ante la epidemia de Gripe en la Habana, ciertas medidas que reclamaban insistentemente, una parte de la opinión pública. Nos referimos especialmente a no haber dictado la orden de clausura de las escuelas ni de los espectáculos públicos, medidas éstas, que se han pedido repetidas veces por medio de la prensa y por amables solicitudes de algunos profesionales y de personas distinguidas.
Dado el estado y curso de nuestra epidemia de Gripe, no estimamos procedente la clausura de las escuelas públicas y privadas, toda vez que al poner en práctica esa radical medida, los niños, especialmente los de las Escuelas Públicas, no tendrían más que dos caminos: o permanecer en sus casas, que son generalmente de vecindad, o vagar por las calles y plazas. En el primer caso, esto es, quedando el niño durante todo el día en la ciudadela o casa de vecindad, que son, en su inmensa mayoría viviendas insalubres, estaría más expuesto a la infección que en la escuela, que es siempre un lugar higiénico y bien ventilado. En la casa de vecindad el niño no cuenta con locales apropiados para su expansión y recreo. Tiene que permanecer encerrado en su cuarto y en contacto, acaso, con los enfermos. En cambio, cuando va a la escuela, recibe en ella educación sanitaria, se instruye convenientemente en la profilaxis de la Gripe y de otras enfermedades transmisibles y, además, está bajo la inspección médica de nuestros Inspectores y la vigilancia higiénica y pedagógica de sus maestros. El niño al ir a la escuela, tiene que lavarse, vestirse de limpio y observar prácticas de higiene, que de seguro no las cumple si se queda en su casa. Al llegar a la escuela, el maestro lo examina cuidadosamente. Si lo encuentra enfermo lo aísla y da cuenta en el acto a la Jefatura Local de Sanidad. Entonces nosotros nos encargamos de precisar la afección de que padece. Así logramos descubrir rápidamente cualquier caso de Influenza en los niños, que de no acudir a la escuela y someterse a la fiscalización del maestro, pasaría inadvertido. Tenemos un número crecido de Inspectores Médicos que diariamente visitan las escuelas todas y examinan cuidadosamente a los maestros y a los niños. Es decir, que todas son ventajas con la asistencia del niño a la escuela, ya que en esa forma logramos inculcarle prácticas de limpieza y de aseo personal, darle educación sanitaria y sirve como de guía para ponernos sobre la pista de casos de Influenza que de no contar con esa cooperación, permanecerían ignorados.
En lo que respecta a los espectáculos públicos, ocurre algo parecido. Cuidamos de que los locales a ese efecto destinados, estén limpios, bien ventilados, que no concurran enfermos y que se baldeen diariamente sus pisos, con soluciones desinfectantes. Se ha dado la orden y ésta se hace cumplir, de que no asistan a esos lugares los que presenten manifestaciones catarrales y se proceda a retirar a los atacados o sospechosos de Gripe o Influenza. Se ha advertido al público que no debe asistir a espectáculos cerrados en donde existan gran aglomeración de personas y se ejerce gran vigilancia sobre los cinematógrafos para exigirles que estén en las debidas condiciones de higiene. A la entrada de los espectáculos públicos, se han colocado avisos e instrucciones con notas profilácticas de la Influenza. En esta forma, hacemos obra de propaganda sanitaria. No hemos dispuesto la clausura de los espectáculos públicos, por evitar el pánico en la población y por no existir una regla fija que nos marcase el tiempo preciso o aproximado en que tal medida debía tener efecto. Además, nos pareció que con las medidas adoptadas, se defendía bien la salud pública del peligro de mayor propagación de la Gripe en esos sitios. Desde luego, que mucho más fácil y expedito, hubiese sido el disponer la clausura de las escuelas, de los teatros y demás sitios de reunión. Así nos hubiésemos evitado trabajos y responsabilidades. Pero nos pareció que ese no era nuestro deber y que esas medidas radicales, cuando no están justificadas por un precepto científico y tienen una base racional y lógica, y se dictan con carácter general y no de acuerdo con las exigencias del momento, demuestran, más que nada, incapacidad y falta de recursos y de medios para afrontarlas en debida forma. Estas son las razones por las cuales dejamos de adoptar esas órdenes de clausura que reclamaba la parte de la opinión pública a que antes aludíamos.
Y ahora, al explicar los fundamentos de nuestra actuación oficial, nos complacemos en someterla a la ilustrada consideración de esta Academia. Entre las medidas que hemos dictado para combatir la epidemia gripal en la Habana, figuran, en primera línea, las que tienden a la educación higiénica popular contra esa infección y las relaciones con la higiene de las viviendas y de las personas. Estimamos que una gran defensa contra la propagación de la Influenza, está en la limpieza esmerada de las personas y de las casas, así como en mantener debidamente aislados en sus casas, a los atacados por esa infección. El público, con su cuidado inteligente y bien dirigido, puede ayudarnos mucho en nuestros trabajos para el dominio de la Influenza. Acompaño un ejemplar de las Instrucciones Populares contra la Gripe que hube de redactar y las que se han distribuido profusamente en el público, dando a conocer las regias higiénicas principales contra esa infección. Desde que tuvimos noticias de la aparición de los primeros casos del actual brote de epidemia de Influenza, hubimos de adoptar, aunque con pocas esperanzas en la eficacia de algunas de esas disposiciones, las siguientes medidas:
Primera: Incluir la Gripe o la Influenza entre las enfermedades de declaración obligatoria, con objeto de poder formar una estadística acerca de la marcha de esa infección entre nosotros y de adoptar, en los casos especiales, las medidas sanitarias correspondientes.
Segunda: Publicar las Instrucciones Populares a que antes me refería y hacer fijar en las escuelas, espectáculos públicos, iglesias, tranvías y demás lugares de reunión, las principales reglas higiénicas contra esa enfermedad, con objeto de hacer una activa propaganda sanitaria.
Tercera: Organizar conferencias higiénicas en las escuelas, colegios privados y talleres para ilustrar convenientemente al público acerca de las medidas de higiene individual que debe de adoptar frente a esta enfermedad.
Cuarta: Prohibir el tránsito de los atacados de Gripe o Influenza por las calles y plazas y el que esté enfermo así como los que presenten manifestaciones catarrales concurriesen a sitios públicos. Recomendar el debido aislamiento de los atacados de esa infección y prohibir las visitas en las casas donde existieran casos de Influenza.
Quinta: Ordenar el saneamiento diario, por medio de baldeos de pisos con soluciones antisépticas, de los establecimientos y espectáculos públicos y que todos esos lugares se mantuviesen completamente aseados, con escupideras con soluciones antisépticas en número suficiente para el uso del público.
Sexta: Indicar la necesidad de que se acudiese a un médico desde los primeros síntomas de la enfermedad, con objeto de que éste atendiese oportunamente al atacado y nos diera cuenta del caso.
Para que se conozcan en sus detalles todas las disposiciones adoptadas, acompaño un ejemplar de cada uno de los avisos e Instrucciones al Público, publicados por la Jefatura Local y en los que se precisan todas esas disposiciones. Hemos procurado, desde los primeros momentos, dirigir nuestra acción contra la Gripe, dando preferencia a la propaganda sanitaria, a la educación de las familias y a las medidas que tiendan a la limpieza esmerada de la casa y de la persona, haciendo resaltar los inconvenientes y los peligros del hacinamiento, de la falta de luz y ventilación, de la necesidad de una vida higiénica a base de mucha agua, mucho sol y mucha alimentación, elementos que favorecen la defensa orgánica y que previene de las infecciones en términos generales.
En el interior de la República, especialmente en ciertas poblaciones de Camagüey y de Oriente, la Influenza ha causado mayores estragos, debido, seguramente a las malas condiciones higiénicas en que se encuentran determinadas poblaciones y al hacinamiento en que viven los trabajadores en los grandes centros azucareros, donde no se les facilita ni viviendas, ni elementos apropiados. En nuestros Ingenios de azúcar, el trabajador vive mal, reside en barracones inmundos, donde carece por completo de los elementos necesarios para la vida. Y como es lógico, está expuesto a contraer enfermedades. Esos obreros, que viven en un medio impropio, que carecen de los elementos fundamentales de higiene, pagan siempre un gran tributo a las infecciones que los diezman y aniquilan.
En cambio, en los centros urbanos, donde se observan las prácticas de limpieza y se cumplen los preceptos de la higiene, la Gripe, aunque se propaga y difunde, no ocasiona, sin embargo, tantas víctimas. Eso se aprecia de una manera más visible en los barcos azotados por esa infección. En pasaje de tercera, que viaja hacinado en las bodegas y sollados, la Influenza ocasiona estragos pavorosos. En cambio, el pasaje de primera y de segunda, se defiende mejor y no se observa los cuadros dramáticos que en los de tercera.
Además, todos a diario comprobamos que en los Hospitales y Casas de Salud, en las casas limpias, bien soleadas y ventiladas, la enfermedad no se propaga como en las ciudadelas y demás lugares donde falta el aire, la luz y el agua.
En la Habana, por sus condiciones generales de higiene, por su clima, por la educación sanitaria de sus habitantes, la epidemia gripal se va desenvolviendo sin mayor gravedad y sin que pueda justificar alarmas ni terrores. Consultando los datos estadísticos de la epidemia gripal de 1890, y la que acaba de azotar la Europa y la América, y haciendo un estudio comparativo entre la mortalidad causada por esas epidemias en otras ciudades, podemos comprobar que en la Habana es donde con mayor benignidad ha evolucionado y donde ha causado menor número de víctimas. Este es un hecho cierto, que puede fácilmente demostrarse con la revisión de esos datos estadísticos. Por lo tanto, considerando que actualmente y timamos, con convicción precisa, que la actual epidemia es de Gripe o Influenza; que no reviste gravedad alarmante y que no existen, hasta el presente, medidas sanitarias "específicas" que puedan ponerse en práctica para dominarla rápidamente y con una eficacia absoluta y matemática. Que precisa, como medios recomendables para combatir esa enfermedad, mantener una rigurosa campaña de propaganda sanitaria, de aislamiento de los atacados, de aseo personal y de la casa y cumplir con los preceptos generales de la higiene: sol, aire, agua y buena alimentación.
"Observaciones sanitarias y notas estadísticas en relación
con la epidemia de gripe o influenza", Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 1918-19, Vol. 55, pp. 410-25.
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