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jueves, 23 de enero de 2020

Un duelo de las letras de América



  José Chacón y Calvo 

 Joven aún, había nacido en 1903, acaba de morir en México un poeta que hizo de la muerte tema central de algunos de sus libros: Xavier Villaurrutia. Del grupo literario de Contemporáneos, la revista que representó la nuevas tendencias literarias en el México posrevolucionario de la tercera década de nuestro siglo, su obra poética inicial, Reflejos, publicada en 1926, reveló como dice un tratadista de la literatura, Prampolini, “una sensibilidad ágil y una penetrante percepción de la realidad externa”.  
 La finura lírica fue una de las notas más firmes de su poesía. Y en sus estilizaciones de algunos momentos –digamos mejor que temas de la poesía popular-, no sabremos bien si lo que nos parece claramente popular es un reflejo de la corriente anónima de la poesía o de la fuerte individualidad del artista. En esta composición, Noche, que citamos fragmentariamente, se observa de manera cumplida: 

 Arroyos que se han dormido,
 blancos de plata, se tienden
 en el verde los caminos.
 A aquella estrella señera,
 quedada atrás, olvidada,
 cantémosle una canción
 lánguida y exagerada.
 Que el eco hará la segunda
 voz, y el viento en las ramas
 acompañará la letra tocando
 cuerdas delgadas…
 Estrellita reluciente,
 préstame tu claridá
 para seguirle los pasos
 a mi amor que ya se va.
                           (Reflejos)

 ¿No parecen estos versos finales los de una canción popular? Y son de un poeta que un buen número de composiciones da una impresión agudamente intelectualista.
 Prampolini (Historia Universal de la Literatura, Tomo XI, páginas 363-364, cita “como ejemplo típico” de esta tendencia su poesía Aire:

 El aire juega a las distancias:
 acerca el horizonte,
 echa a volar los árboles 
 y levanta vidrieras 
 entre los ojos y el paisaje.

 El aire juega a los sonidos:
 rompe los tragaluces del cielo,
 y llena con ecos de plata de agua
 el caracol de los oídos.

 El aire juega a los colores:
 tiñe con verde de hojas el arroyo
 y lo vuelve, súbito, azul,
 o le pasa la borla de una nube.

 El aire juega a los recuerdos:
 se lleva todos los ruidos
 y deja espejos de silencio
 para mirar los años vividos.

 Otros libros de Villaurrutia: Nocturnos (México, 1933), Nostalgia de la muerte (Ediciones Sur, Buenos Aires, 1938), afirmaron su personalidad poética, que deja además una labor dispersa en distintas publicaciones, principalmente Contemporáneos, la revista de la que fue uno de sus inspiradores, que en esta hora de los homenajes se debiera acceder a una cuidadosa selección y darle la forma mucho más permanente del volumen.
 El poeta se acercó al teatro y el tema de la muerte, que fue el motivo central de su arte refinado, lo llevó a algunas de sus obras dramáticas y dio a su orientación moderna no sé qué acento de medieval misterio. Esta fue también, sin dudas, una de las notas distintivas de la copiosa y dilatada producción de Xavier Villaurrutia.
 El grupo de Contemporáneos, que da a las letras hispanoamericanas algunas de las más altas figuras (Torres Bodet afirma en la memorable publicación la triple personalidad de poeta, ensayista y novelista), representó en el México posrevolucionario, un anhelo universal, un culto generoso y desinteresado por las disciplinas artísticas. Cronológicamente es de la generación anterior Alfonso Reyes, el “mexicano universal”, pero las obras de pura creación literaria del ensayista de las Tres Electras, ¿no ofrecen una concordancia con las del grupo? Quizás si en este hubiera habido una mayor preocupación humanista, podríamos afirmar que el gran exégeta de la crítica ateniense, era como miembro honorario de Contemporáneos.
 Por otra parte la revista consideró que la resonancia cada vez mayor de la obra del poeta de Huellas (insistamos en la afirmación de que toda la obra de Reyes, aun la de mayor rigor erudito, refleja a una fuerte y avasalladora personalidad poética), contribuía a una afirmación de su propio ideario estético. 
 La muerte de Villaurrutia es un duelo de las letras de América. Creo que es el primero de los fundadores de Contemporáneos que rinde su tributo a la muerte. En esta hora de los póstumos homenajes, el que han de rendirle sus compañeros debe tender a la mayor difusión de la obra del autor de Reflejos, a salvar de la dispersión y del olvido su copiosa labor, esparcida en distintas publicaciones, principalmente en la revista que es nombre del grupo y en la que afirmó Villaurrutia las marcas distintivas de su fuerte y fina personalidad.

 "Xavier Villaurrutia", Diario de la Marina, 10 de enero 1951, p. 4. 

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