New York, junio
9 de 1893, viernes
Mi querido Julián, El hombre de las muletas de níquel es una
creación extraña, bella y tuya, muy tuya. Tus últimos versos adorables, y los
que yo entendí, los de a bordo, hermosos y terribles.
No le digo nada de mi
vida; solo que he sufrido mucho y que ella es una novela amarga y curiosa.
Voy a París, por ocho
días. Cómo quisiera que fuéramos juntos. Hablaré de ti con Huysmans, con Verlaine
y con toda aquella gente joven que conoce Enrique Gómez. De París voy a vivir a
Buenos Aires, como Cónsul General de Colombia. Escríbeme y no te olvides que
soy tu amigo, mi pobre y terrible enfermo! Ves lo que dijo de tu libro
Verlaine? Lo que yo te decía: cree, cree, cree. Y si crees te vamos a querer
más aquel divino puerco, y yo; que no soy divino, pero que no soy puerco. Mándame
tus cartas y una colección de La Habana Elegante. Sr. D. R. D. Cónsul General
de Colombia, B. Aires, Repca. Argta.
Y recibe dos abrazos,
uno para Enrique Hernández y otro tuyo.
Recuerdos a Raoul y
demás.
Rubén
Epistolario. Julián del Casal; Edición y notas de Leonardo Sarría, Almenara, 2017, p. 74.
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