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miércoles, 17 de julio de 2019

De Darío a Casal




  New York, junio 9 de 1893, viernes

 Mi querido Julián, El hombre de las muletas de níquel es una creación extraña, bella y tuya, muy tuya. Tus últimos versos adorables, y los que yo entendí, los de a bordo, hermosos y terribles.

 No le digo nada de mi vida; solo que he sufrido mucho y que ella es una novela amarga y curiosa.

 Voy a París, por ocho días. Cómo quisiera que fuéramos juntos. Hablaré de ti con Huysmans, con Verlaine y con toda aquella gente joven que conoce Enrique Gómez. De París voy a vivir a Buenos Aires, como Cónsul General de Colombia. Escríbeme y no te olvides que soy tu amigo, mi pobre y terrible enfermo! Ves lo que dijo de tu libro Verlaine? Lo que yo te decía: cree, cree, cree. Y si crees te vamos a querer más aquel divino puerco, y yo; que no soy divino, pero que no soy puerco. Mándame tus cartas y una colección de La Habana Elegante. Sr. D. R. D. Cónsul General de Colombia, B. Aires, Repca. Argta.

 Y recibe dos abrazos, uno para Enrique Hernández y otro tuyo.

 Recuerdos a Raoul y demás.
                                                                      Rubén


 Epistolario. Julián del Casal; Edición y notas de Leonardo Sarría, Almenara, 2017, p. 74. 


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