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domingo, 23 de junio de 2019

Estrambote VI



  Antón Arrufat

 Como buen modernista, Regino E. Boti rindió culto a las formas métricas a las dificultades técnicas airosamente resueltas, con el ejemplo de sus propios poemas y abundantes referencias en diversos prólogos y artículos, como el que dedicó al análisis de los metros empleados por la Avellaneda. Durante el apogeo modernista, el soneto recuperó su antiguo esplendor. Intensamente cultivado por los poetas de América y España, se volvió al orden clásico, o se hicieron variantes y combinaciones. Rasgo peculiar de esta época fue oponerlo con diversos metros, no sólo en endecasílabos, como era habitual desde Boscán y Garcilaso.
 Regino E. Boti compuso gran número de sonetos, algunos realmente imperecederos. Su imaginación plástica y su aliento breve, encontraron en la forma del soneto molde apropiado. En su libro inicial, Arabescos mentales, 1913, “Nieve en campo de Iuz” abre la sección titulada, muy al gusto de la escuela modernista, Himnario Erótico. El poema está fechado el 30 de enero de 1909. De concentrada blancura, estos catorce versos se alzan como corto himno erótico, pero de erotismo contemplativo. Más bien impresionan como elegía al placer consumado. El hombre contempla a la mujer, en su majestad de Afrodita, con la mirada fatigada y absorta.
 Al modo en que Heredia realizó la comparación en “A mi esposa", Regino E. Boti, solitario investigador del verso modernista, desemboca en la corriente milenaria de la tradición clásica; su comparación, un tanto enfática y fácil, entre el oleaje abatido y la mujer desnuda en el lecho, “después del choque fecundante de la vida”, está enlazada hasta por el lógico así de la tradición poética.
 Página objetiva, el poeta es un representativo, gustaba decir el autor, establece una relación entre el oleaje que, al chocar con el peñón -símbolo fálico-, termina en encaje, y la mujer exánime al final del amor, también como encaje. Recordemos el soneto de Aldana: en él los amantes están todavía en el lecho, buscándose el uno al otro. Aquí el amante se ha levantado y contempla a la amada en laxitud aguda, casi integrada a la blancura de las sábanas, nueva Afrodita desnuda y doméstica. Las blancuras se unen, parecen desintegrarse las unas en las otras. Como es habitual en la poesía de la escuela, y en lo que era maestro, la adjetivación rebuscada resulta sorprendente en sus enlaces.
 Regino E. Boti se arroja sobre las imágenes que le producen sus sentidos, ante todo el visual, con energía poco igualada y adivinación idiomática: "nieve exánime", "vientre felino". Adjetivación casi insidiosa, pero que el tiempo ha convertido en caudal de la poesía.
 "Nieve en campo de luz" es poema estático, sin sucesión temporal. La comparación del mar y el peñón, dentro de su estructura, es recuerdo inmóvil, hecho anterior. Modelo en el acierto y en el fracaso, su obra mejor es expresión de un instante fijo, donde el tiempo parece en suspenso y el espacio congelado. Muy sensible al color, a la gama de la realidad objetiva, su pupila es la pupila diestra de un espía.
 En la poesía cubana, Boti ha escrito los más relampagueantes -de relampagueante plasticidad- poemas cortos.


 Fragmento del ensayo “El amor breve”, donde Antón Arrufat analiza otros seis sonetos amatorios: “XXX”, de Fray Luis de León; “XII”, de Francisco de Aldana; “XXXI”, de Sor Juana Inés de la Cruz; “A mi esposa”, de José María Heredia; “Lo que yo quiero”, de Plácido; y, “Tú, que nunca serás” de Alfonsina Storni. Revista UNAM, núm. 43, noviembre 1984, pp. 2-8.

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