Santiago de Cuba, 31 de mayo de 1927
Sr. Dr. Emilio Roig
de Leuchsenring
La Habana.
Mi querido amigo:
Al regreso de mi breve
excursión a Santo Domingo encontré, hace días, sobre mi mesa de trabajo, su
interesante carta. Circunstancias muy diversas han tardado más de lo que
quisiera mi propósito de escribirle dos letras sobre la “declaración de
principios” del Grupo Minorista y
ratificarla -¡cómo no!- mi identificación espiritual con el Grupo.
El Grupo Minorista no es producto
artificial ni fruto del azar. Existía realmente antes de que se le bautizara de
algún modo. Ciertas simpatías ideológicas y ciertas afinidades combativas
crearán en toda época vínculos de solidaridad que unen para la acción intelectual
a un puñado de hombres. La fórmula tradicional, para ese objeto, es la
asociación al amparo de un reglamento: esa fórmula ya había sido desechada por
Jesús Castellanos y por mí cuando iniciamos, para un propósito intelectual más
concreto pero no menos fecundo en su día, la Sociedad de Conferencias; y esa
sociedad significó una útil suma de esfuerzos y una unificación de voluntades.
Igual unificación, sin el estorbo de las directivas y los reglamentos,
representa el grupo actual, constituido en su mayoría por la nueva generación,
pero al cual nos hemos sumado –ya he dicho que por simpatías ideológicas y por
afinidades combativas- algunos de los que pertenecemos a la izquierda de la generación precedente.
Suyo afmo.
Max Henríquez
Ureña
Tomado de Repertorio Americano, T-XV, núm. 5, 6 de
agosto de 1927, p. 77.
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