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miércoles, 20 de junio de 2018

Maiakovski. Final

  
  
 La primera vez que oí hablar de este poeta ruso que acaba de suicidarse en Moscú, fue en México. El año 1926. Diego Rivera, el enorme y genial pintor mexicano, en su simpática casa de Mixcalco, me habló de un amigo suyo –escritor comunista ruso-, que acababa de visitar su país, habiendo pasado antes por este puerto de La Habana. Diego refería cómo era el escritor físicamente. De más de 6 pies de estatura. Con aspecto de boxer antes que de poeta. Diego decía: “Más alto que yo”, y elevaba su poderosa diestra por encima del inmenso tejano que le cubría la cabeza. Los retratos de Mayakovski confirman la impresión de que era hombre que poesía extraordinario vigor físico.
 Añade Rivera, que el ruso había escrito unos poemas admirables sobre Cuba, en los que “estaba todo el vigor del trópico. Todo el color brillante de La Habana, pero también todo el dolor de un pueblo condenado a morir entre las fauces de un imperialismo económico y voraz”. Entrecomillo las anteriores palabras porque las transcribo tal como las recuerdo de labios del pintor amigo.
 Más dijo éste. Contó que esos poemas fueron traducidos al español por el poeta mexicano José D. Frías, y que él creía que habían sido publicados en alguna parte. Los busqué –con resultado negativo- en todas las revistas y publicaciones a la estancia del poeta ruso en México. Por último, una tarde de septiembre, en el hotel Mancera, cuando conocí al “vate Frías”, le pregunté sobre el destino de esas publicaciones suyas de los poemas del escritor ruso, y contestó que nunca se habían publicado y que probablemente las tendría entre sus papeles. Ofreció buscarlas y a pesar de todos los empeños no dio con ellas.
 Quede ya fijo el hecho de que uno de los poetas de más fama merecida en los días actuales en el mundo, al pasar por La Habana, se impresionó de tal modo con nuestro pueblo y nuestro instante, que recogió sobre el papel sus emociones, y las trasmitió a su gente. El escritor era Vladimiro Mayakovski y su gente son nada menos que 150 000 000 de hombres que viven en el territorio de la Unión de las Repúblicas Socialista Soviets.


 Ver ensayo completo de Fernández de Castro aquí y acá




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