Pedro Marqués de Armas
Acompañada por un dibujo de Norah Borges que
fue atribuido a Norah Lange, y de una nota autobiográfica que resumía su todavía
breve trayectoria literaria, la poesía de Jorge Luis Borges hizo su entrada en
Cuba el 5 de junio de 1927, cuando aparecen cinco poemas suyos en la sección
“Poetas de Ahora” del Suplemento Literario del Diario de la Marina.
Los poemas en cuestión eran “Remordimiento
por cualquier defunción” (luego “por cualquier muerte”), “Lucia linquimus arva”,
“Antelación de amor” (con el tiempo “Amorosa anticipación”), así como “Rusia” y
“Gesta maximalista".
Como ocurre con tantos otros textos de su etapa española, los dos
últimos, Borges no los había incluido en sus libros de poesía publicados hasta la
fecha: Fervor de Buenos Aires (1923)
y Luna de enfrente (1925). Y uno de
ellos seguía circulando en diversas publicaciones, bien acogido, por lo que
parece, a su consentimiento. Es el caso de “Rusia” que, después de su aparición
inicial en Cuasimodo (1921),
seguiría asomando en otras revistas y en Índice
de la nueva poesía americana (1926), antología que el propio Borges prologa
junto a Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo.
Un paréntesis al final de la nota
autobiográfica que sirve de introducción a los poemas reproducidos en “Poetas
de Ahora”, podría inducir a pensar que la totalidad de los textos fueron
tomados de la Antología de la poesía
moderna en la Argentina (1926) de Julio Noé, al ser la única fuente citada. Pero no es así, puesto que los poemas incluidos en esa
antología y a la vez en la muestra del Diario de la Marina, fueron
exclusivamente los tres primeros, y no los "poemas
rusos".
¿De dónde entonces tomaron los editores
cubanos, con más seguridad Fernández de Castro, aquel par de poemas
bolcheviques? Cabe preguntarse lo mismo en relación a la aludida nota
autobiográfica, ya que, a diferencia de la incluida por Noé en su antología, la
del diario habanero incorpora una línea más que reza: "Con Ricardo
Güiraldes, Pablo Rojas Paz y Brandán Caraffa fundé en Agosto de 1924, una
segunda revista: Proa"; variante que tampoco se corresponde con la
recogida (décadas más tarde) en Textos
recobrados.
En un principio, y como resultado de lo
anterior, llegué a pensar en una colaboración directa de Borges, que Borges mismo
hubiera elegido los poemas, tanto más al verificar tan notables contrastes entre las variantes “habaneras” de “Rusia” y “Gesta maximalista” y los originales, así como en relación a otras variaciones conocidas.
Pero entonces no había reparado en las
“versiones fragmentarias” que, de ambos poemas, publicara Guillermo de Torre en
Literaturas europeas de vanguardia
(1925). Todo un éxito de circulación entre los vanguardistas cubanos, fue esta
la fuente de donde Fernández de Castro tomó esos “poemas incompletos”, según lo
advertía de Torre. Pero no reparó el apresurado editor en tal advertencia eliminando
–fatalmente- los puntos suspensivos que indican la ausencia de versos.
Juguemos, pues, a leer los poemas como los leería un
lector no avisado, es decir, cualquier lector de 1927 -o incluso actual- colocado ante dichas variantes.
En el
caso de “Rusia”, la conversión de la versión fragmentaria en poema acabado, autorizaría
la desaparición (respecto del original) de los dos primeros versos:
“La trinchera avanzada es en la estepa un
barco al abordaje
con gallardetes de hurras”
Así
como de los números 8 al 10:
“El mar vendrá nadando a esos ejércitos
que envolverán sus torsos
en todas las praderas del continente”
Por su parte, en “Gesta maximalista”, por igual procedimiento, habría
cuatro versos menos.
Los dos primeros:
“Las barricadas que cicatrizan las
plazas
vibran nervios desnudos"
Y los números 9, 10 y 11:
“y el ejército fresca arboladura
de surtidores bayonetas pasa
el candelabro de los mil y un falos”
A la vez que persiste “la catedral avión de multitudes quiere romper las
amarras”, pero cortado ahora, felizmente, a partir de “quiere”.
De modo que el lector cubano de 1927 tiene
delante una versión apócrifa de Borges, en cualquier caso un poema involuntario.
Borges no ha tenido esta vez que esmerarse.
A diferencia de otras empeñadas versiones de
esos textos, no hay aquí labor sintáctica (salvo en el verso cortado y un
“como” que debió añadir de Torre); ni se persigue un énfasis nuevo, un cambio
de tono.
Se practica una cirugía a fondo, extirpando versos enteros; una cirugía exitosa, toda vez que la sutura resulta indeleble.
Y la operación es de tal profundidad que quedan fuera “barco al abordaje”,
“gallardetes de hurras”, “ejércitos”, “torsos”, “praderas del continente”,
“barricadas”, “nervios desnudos”, “surtidores”, “bayonetas” y hasta “mil y un
falos”.
El resultado (y no podemos culpar a Guillermo
de Torre) es sencillamente funesto: no solo son poemas menos vigorosos, sino
más malos.
Tras varios años en Argentina, Borges trueca
su estilo "ultraico" (el término es suyo) por otro “más dulce” y
arrabalero. Pero no había roto aún –al menos definitivamente- con su legado
"juvenil" y, por tanto, con la “apreciación” de los poemas escritos
en elogio de la revolución rusa.
Había
descartado, es cierto, la publicación del poemario Ritmos rojos; pero algunos
de esos poemas circulan todavía como parte de una narrativa cuyos comienzos no
han sido del todo reconfigurados.
Después
de 1931 no volverían a publicarse, al menos bajo consentimiento, las
“vocinglerías”, “multitudes” y “torres del Kremlin”.
Ese año aparece en la revista argentina Metrópolis la última de las esforzadas
versiones de "Rusia"; es decir, a poco más de una década de escrito e
inicialmente publicado, y tras varios intentos por salvarlo.
Cuando en 1978 le anuncian que tales poemas
acababan de ser exhumados por unos editores mallorquines, Borges pierde su
habitual compostura y está a punto de abrir un proceso judicial. El hombre que
había hecho de lo biográfico una cifra de sabiduría y escepticismo, experimenta
–pero solo por unas horas- un sentimiento de vergüenza que, bien visto, era más
consecuencia de un pecado ideológico que de estilo.
En 1927 Borges ya era una figura conocida y apreciada
en La Habana. Un año antes el Diario de
la Marina había reproducido su ensayo “La adjetivación”, a escasos meses de
publicado en Buenos Aires, y la revista Social
"Las coplas acriolladas" (ambos en el El tamaño de mi esperanza, 1926).
Sus poemas y ensayos circulaban desde la revista Proa y más tarde en Martín
Fierro y Síntesis.
En Cuba lo leen Mañach, Lizaso, Ichaso, y
Fernández de Castro, entre otros; al menos los dos primeros lo leen con
intensidad y reciben su influjo, visible en “Programa de criolledad”, de
Lizaso, y secreto en “Indagación del choteo”, de Mañach.
Para los vanguardistas cubanos, a esas alturas
Borges no es un poeta pro-soviet, si bien no falta quien señale la influencia de
Maiakovski y Esenin. Es un crítico de primera, tan capacitado en Quevedo y
Góngora, como los mejores estudiosos en España y, sobre todo, una mentalidad
que viene a ensalzar lo criollo: una manera de ser americana.
Curiosamente, su nombre resonará en los tres
grandes homenajes que realiza la Revista
de Avance, los dedicados a los centenarios de Goya y de Góngora, y el
dedicado a Guiraldes tras su muerte.
También aparecerá en las páginas de la
publicación cubana una breve reseña de Cuaderno
de San Martín.
Cuando se establece la llamada polémica del
“meridiano intelectual” –La Gaceta Literaria vs Martín Fierro, Madrid vs Buenos
Aires, Ortelli y Gasset (Borges), etc. vs Guillermo de Torre, Giménez
Caballero, etc.- su figura es invocada en La Habana por quienes se suman a
aquella trifulca transatlántica por la lengua (que lo era también por otras
cosas menores), defendiendo una peculiaridad continental.
Borges, que atiza la pelea e incurre en
chocantes estereotipos, aporta, pese a todo, autoridad. De ahí que, tanto en La
Habana como en Montevideo, San José y México, donde el “meridiano” es una y
otra vez contestado y “corregido”, su criterio asome en más de una ocasión como
signo de “lo propio”, lo mismo entre quienes participan del debate en clave de
humor, como entre quienes lo asumen con gravedad.
Después de citarlo, Mañach señalaría: “Los que
comulgamos con esta gran fe de la juventud actual en los destinos peculiares de
América, no podemos menos que regocijarnos ante lo que hay de propia afirmación
valerosa, de robusta confianza en sí mismos y de lejana y esperanzada visión en
el desenfado de Martín Fierro”.
Ichaso lo llama “nuestro Borges”; y Delahoza
(nada sospechoso por su posición ideológica y al tanto de las “visiones
bélicas” de su pasado) celebra en él la evolución hacia una poesía sin poses
que avanza “al encuentro de una pura estética, desprovista de exotismo, que
será la estética de la América por venir”.
Su agudeza e ironía, su resuelto humor, y en
fin, los rasgos de su estilo, causan admiración y son a menudo señalados.
Pero su lugar, para la vanguardia cubana, es más que nada el de representar una
nueva expresión cuyo hilo conductor es el nacionalismo literario.
Como advertíamos al inicio, el dibujo publicado junto
a los poemas y presentado como “Retrato por Norah Lange”, es en realidad de
Norah Borges, la hermana del escritor. ¿Cómo aclarar que se haya publicado en Cuba
como perteneciente a la poeta y novelista argentina soñada por Borges -y no
solo por él- y vivida a fondo y volando como pluma para Oliverio Girondo? ¿Confusión
también de los editores? En cualquier caso, la imagen aparece recortada, sin que se
aprecie el pie que indica el nombre, el verdadero, de la dibujante.
A igual medida y sin que se observe firma, la
imagen acompañó otra nota biográfica del poeta, la conocida como “Jorge Luis
Borges” (semejante en contenido y estilo pero no idéntica), incluida en Exposición de la actual poesía argentina
(1922-1927) de Pedro Juan Vignale y César Tiempo (Buenos Aires, Minerva, 1927).
Al repasar las páginas de Revista de Avance, topamos con alguna colaboración de Norah Borges:
un dibujo que escolta el poema de Mariano Brull "Epitafio de la
rosa". Acá firma como Borges de Torre, es decir con sus apellidos de
casada.
No hay más que ver el dibujo para apreciar una clara similitud entre sus
imágenes: cierto carácter estatuario, y un mismo trazo diurno, a la vez un
tanto ensoñado y helénico.
Sobre el rescate de su obra, la de N.B., ver el siguiente texto de May Lorenzo Alcalá.
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