Agustín Acosta
A Frau Marsal
Tarde de retreta. Tiene el Malecón
una bulliciosa dulzura discreta.
La música encanta nuestro corazón
con un emotivo valse de opereta.
Urde a nuestros ojos inútiles tramas
el mar, y embargada nuestra fantasía
en la lejanía de los panoramas
urde el panorama de la lejanía...
Por el espejeante carbón del asfalto
ruedan los carruajes presurosamente;
el sol, temeroso de un lúgubre asalto,
se esconde en los rojos mantos de occidente.
Rápido desfile. Los coches se alejan
como en un torneo de altiva elegancia,
y al pasar veloces en el aire dejan
un acreditado perfume de Francia.
Y como hieráticas figuras inmóviles,
concreción augusta de ensueño y de gracia,
sobre la locura de los automóviles
van las damiselas de la aristocracia.
Orgullosamente y en carrera franca
triunfan en sus autos Maquiavelo y Creso.
Subida de bonos ha habido en la Banca.
Y los congresistas no van al Congreso.
Vértigo moderno. Sonoro bullicio.
No poder gozarte lamento y deploro,
pues en ti se cubre la lepra del vicio
con un deslumbrante damasco de oro.
Falso regocijo flota en el ambiente.
Aumenta el paseo de los paseantes...
y hasta las estrellas coquetonamente
bordan en el cielo puntos deslumbrantes.
Una niña ciega mendiga en el Prado.
Una vieja gime tendida en el suelo.
Dos ricas señoras pasan por su lado,
los cuerpos gallardos bajo el terciopelo...
Miran a la niña... miran a la anciana
y... «Es falsa miseria... Lo mismo que todas...»
dicen... Y se unen a la caravana,
hablando de hombres... de fiestas... de modas...
Opio
Fue en una etérea turbación. Divanes
de terciopelo en el boudoir a obscuras...
Una burla de eunucos edecanes
y un desgarrar de clámides impuras...
Cuando el canto del último rapsoda
acarició tu clámide intranquila
una antigua liturgia de pagoda
rezaba en tu indostánica pupila...
Humo de opio entre las plantas. Combos
frascos que Miguel Ángel de la Torre
llena de esencia de Coty. Los biombos
japoneses tumbados. Por las cuerdas
de la lira sutil siento que corre
de nuevo aquella sensación... ¿te acuerdas?
Ala, La Habana, Imprenta de Jesús Montero, 1915.
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