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domingo, 25 de febrero de 2018

Ante el bárbaro



Vargas Vila

El Oriente fue la tierra escogida por la raza
despojadora, para iniciar sus conquistas
sobre la débil raza despojada, y las islas Filipinas
fueron su primera víctima;
en el seno de sus selvas, como en el de la
hembra de la Biblia, se libró el duelo formidable;
y el fuerte venció al justo;
el Archipiélago malayo fue como el vientre de Libia,
el lugar de la tragedia;
allí, toda una nacionalidad, toda una raza,
se vio próxima a desaparecer bajo el aluvión
de la conquista;
las hordas de los barbaros del Norte,
asolaron, asesinaron, robaron los hogares de un
pueblo entero, que sucumbió bajo el número,
bajo las turbas ebrias de los voluntarios blancos
y de los negros semi-salvajes de la República
Modelo...
el silencio del horror cercó el Archipiélago
incendiado, donde en nombre de la Civilización,
un pueblo ebrio de avaricia, como si
hubiese visto abrirse ante él, el tonel que hizo
locos los centauros, eclipsó la crueldad de los
tártaros y el horror de las conquistas asirias,
sembrando la desolación y la muerte, como
los godos del Ponto Euxino, resuelto a tener
la soledad por único testigo de su victoria...
y Cuba?
¡agoniza aun entre las garras del águila
también!
allí no hay un pueblo, sino una sombra;
desde que la independencia falta a un pueblo,
se hace en el mapa un vacío;
aquel hueco sombrío, allí donde se hunde
la Grande Antilla, atrae nuestros ojos
con la fascinación pavorosa del abismo.
Cuba, es como el vaso roto que arroja el
Profeta en el camino de los pueblos de América;
es el hierro clavado en las entrañas;
sus llagas son nuestras llagas, sus dolores
son nuestros dolores, y su hundimiento marcara
el principio de nuestra desaparición.
Cuba, no puede acabar de renacer o de morir
sin que nosotros, todos, nos sintamos vivir
de su vida o morir de su muerte;
no puede ser extraña a pueblo hermano,
los funerales de una nacionalidad desaparecida
en medio a los festines de la fuerza;
¡oh Polonia del trópico! !oh Martí!
¡inanidad de un sueño generoso!...
(…)
Cuba, Puerto Rico, Panamá, Santo Domingo
y, Nicaragua, desaparecen sin defenderse;
su destino meteórico, no dejó huellas, apenas dejó tristezas; la yankisación de esa porción
de América, no ha sido una victoria, ha
sido apenas una tarea; no es victoria, atar
esclavos que tienden voluntariamente las manos...
¿qué hacer de las cabezas que voluntariamente
se tienden a la coyunda? no queriendo
cortarlas se les ayunta; el yugo hace las veces
del hacha; solo los rebeldes mueren por
la espada; el yugo se hizo para el cuello de
siervos; el tajo se hizo para cuello de héroes;
las cabezas rendidas no se cortan;
como ante la conquista de las Galias, que
cinco campanas bastaron para domarlas, lo
que sorprende hasta hoy, y, derrota todos los
vaticinios de fortaleza, es la docilidad con que
los vencidos han aceptado el yugo, la facilidad
de disolución con que se asimilan y, se
funden, o mejor dicho se borran y, desaparecen
ante los conquistadores;
lenguas, usos, tendencias, costumbres, todo
desaparece, todo se acepta del vencedor,
en un vértigo pavoroso de sumisión;
el argot anglo-español, que comienza a hablarse
en Cuba y, Puerto Rico y, que se habla
ya en Panamá, es una prueba sorprendente
de esa facilidad de olvido, de inenarrable
imitación y, de debilidad, que distingue
a la raza sometida; ni una voz de protesta,
ni un grito de revancha;
pero, ¿por qué extrañarlo?, de donde pueden
sacar esos pueblos, elementos étnicos o
sociólogos para la resistencia?
ellos no han conocido la libertad;
no la vieron, sino como un relámpago entre
dos conquistas, en aquellos días de guerra
gloriosa, que fue apenas un alto heroico entre
dos coloniajes;
pueblos de riqueza y de belleza, hechos para
regalo y, encanto de conquistadores, pasaron
de manos de España a la de los Estados
Unidos, casi sin darse cuenta; no habiendo sabido conquistar su independencia,
renunciaron a defenderla y, se
durmieron a la sombra de los cánones,
que los habían arrancado de la antigua servidumbre;
y, entraron en la nueva, con el alma desnaturalizada,
y, sin poderse hacer una alma yanki;
¡pobres tribus de ilotas; acaso tengan razón,
la lengua de sus nuevos amos, es un emblema
de fuerza; la lengua que hablaban es
una lengua de vencidos; acaso hayan hecho
bien en renunciar a la derrota colectiva de
una raza destinada al vencimiento;
no somos una raza latina; pero, somos naciones latinas;
en ese concepto, tenemos el derecho y, el
deber de incorporarnos a los pueblos latinos
de Europa, para defender las conquistas latinas,
la civilización latina, y, los ideales latinos,
contra la bárbara agresión de la raza
enemiga, que con la espada de Armorius sueña
cercenarnos de un tajo la cabeza;
pero, no debemos contar sino con nosotros,
con nuestro propio esfuerzo, para este duelo
que sostendremos por el derecha imperativo de vivir;
el yanki, nos acecha;
el yanki, nos mutila;
es necesario unirnos contra el yanki; es
necesario que de México al Cabo de Hornos,
no haya sino un solo cerebro para combatirlo,
un solo brazo, para resistirlo, un solo corazón
para odiarlo;
el odio al yanki, debe ser nuestra divisa,
pues, que ese odio es nuestro deber; un deber
imperativo; renunciar a él, es renunciar a la vida;
el yanki, voilà l'ennemi;
tal debe ser nuestro grito de combate;
el, debe conmover nuestras ciudades y,
nuestras selvas, sonar en las naves de nuestros
templos, y, en los sepulcros silenciosos
de nuestros abuelos;
sobre las cunas y, sobre las tumbas, debe
sonar ese grito;
que los muertos y, que los vivos, se alcen
con el en los labios, para combatir...

 Ante el bárbaro. El yanki; he ahí el enemigo (fragmentos), Barcelona, 1930. 

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