Francisco José Vélez
Fue en 1900, a raíz de la independencia de
Cuba y en época en que aún regía el Gobierno interventor, cuando el ilustre
benefactor, doctor Diego Tamayo, que a la sazón desempeñaba la Secretaría de
Estado y Gobernación, logra ver llevados a la práctica sus constantes deseos de
dotar a la ciudad de la Habana de un bien instalado Dispensario para Pobres,
que prestase gratuitamente sus servicios facultativos a los necesitados dándoles
al mismo tiempo grandes facilidades para su tratamiento y, en muchos casos, proporcionándoles
hasta los alimentos.
El día 1° de noviembre de 1900 el Dispensario
abrió sus puertas: cuenta, pues, con más de 15 años de existencia, y ya se han
podido comprobar sobradamente sus óptimos frutos. Instalado provisionalmente en
la calzada de Máximo Gómez, fue dos años más tarde trasladado al magnífico
local que en el Arsenal ocupaba, hasta que el 14 de octubre de 1908 se inauguró
el espléndido edificio actual, que fue expresamente construido con este
destino.
En la calle de Zulueta, esquina a Apodaca —en
el centro, pues, de la Habana—, ocupa hoy el Dispensario Tamayo amplio local de
dos plantas en las que están repartidas todas las numerosas y bien montadas
dependencias. Conduce la entrada de la calle de Zulueta a un grandioso salón de
espera y en donde está también la oficina de inscripciones, en que se toman los
datos que han de servir de base a útiles estadísticas, al mismo tiempo que el
médico encargado del registro y distribución, obtiene la orientación
diagnóstica y le entrega al enfermo una tarjeta con el nombre y horas de
consulta del especialista a quien corresponde su dolencia.
Una vez que un facultativo se encarga de un
enfermo, continúa tratándolo bajo su cuidado y responsabilidad. Para esos
médicos, en su mayoría jóvenes, es el Dispensario Tamayo una verdadera escuela
de post-graduados y de especialidades, donde se perfeccionan en la rama de su
profesión que desean cultivar y donde, con su esfuerzo personal, se crean una
consulta propia y bajo su absoluta responsabilidad científica.
Por este Dispensario han desfilado importantes
figuras médicas que actualmente con brillante éxito ejercen su profesión en la
Habana y, aparte de su ilustre fundador, los nombres de Ortiz Cano, Presno,
Weis, Fortún, Recio, Díaz Albertini, Núñez, F. Domínguez, Porto, Aballí, E.
Martínez, C. E. Finlay, Bustamante, Plascencia y tantos otros doctores de
reconocida fama y competencia que en su mayoría ocupan hoy importantes puestos
del glorioso Departamento de Sanidad o los honrosos sillones de la cátedra, son
suficientes a demostrar los mutuos beneficios que este establecimiento ha
debido reportar a médicos y enfermos.
Para juzgar el crédito de que el Dispensario
disfruta y el enorme movimiento de enfermos habido, baste decir que hasta 1912
habían concurrido 54,683 enfermos, que habían recibido 140,247 consultas y a
los que se le habían practicado 1.668 operaciones.
Dr. Diego Tamayo
Fundador y director del Dispensario que lleva
su nombre. Ha desempeñado los más importantes cargos políticos y científicos en
nuestro país. Es presidente de la Comisión de Enfermedades Infecciosas. Hay que
tener en cuenta que el número de estas no ha podido ser mayor por no ser
posible la hospitalización, lo que obliga a renunciar a las grandes
intervenciones.
Las fórmulas son despachadas en la Farmacia
del Dispensario, las que, para despojarlas del carácter de limosna, no son
regaladas; pero se cobra por ellas el reducido y uniforme precio de diez
centavos, y la experiencia enseña que esta cuota representa el coste neto de
los productos farmacéuticos que el enfermo consume.
Pero muchos de los enfermos que concurren a la
consulta, más necesitan de alimentos que de drogas, y por este motivo,
completando el benéfico fin propuesto, se ha establecido un reparto de leche,
harinas y otros alimentos.
En la actualidad, alrededor del gran patio,
bordeado por amplias galerías, están distribuidos y perfectamente instalados
los servicios siguientes: Medicina y Cirugía general, especialidades
cardio-vascular y respiratoria, enfermedades del aparato digestivo y del
genitourinario, ginecología, infancia, dermatología, garganta, nariz y oídos,
oftalmología, ortopedia, electroterapia, radiografía, radioscopía y
radioterapia, masaje vibratorio y metodo de Bier.
Funciona, además, el laboratorio de análisis clínicos
y están allí instaladas la biblioteca y la redacción de la notable revista
"Vida Nueva" —que es como el órgano oficial del Dispensario—y el gran
salón de conferencias donde periódicamente disertan, alternando con los médicos
del establecimiento, los más expertos especialistas de la capital.
El Dispensario Tamayo, fuente de inmensos
beneficios para los desheredados, es al mismo tiempo, un poderoso factor de
cultura para médicos y estudiantes, y en este doble aspecto su dignísimo
director, doctor Diego Tamayo, ha prestado, al fundarlo, un gran servicio a su
país.
Cuba en
Europa, Año VII, núm. 145, 30 de junio de 1916, pp. 8 y 9.
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