Jorge Mañach
Luis Rodríguez-Embil.
-El Imperio Mudo".
–Agencia Mundial de Librería. 1928.
Otro
libro cubano sobre la Guerra. Gemelo del de Gonzalo de Quesada ("Del casco
al gorro frigio") y pariente del de Carbó ("Un viaje a la Rusia
roja") recién saludados en estas páginas. Los tres coinciden en el tiempo
y enfocan por igual una mirada americana —es decir: joven y con algo de la
irónica mirada filial a Noé embriagado— sobre paisajes accidentados de Europa.
Pero de la Rusia de Carbó a la Austria-Hungría de Rodríguez Embil, pasando por
la Alemania de Quesada, se extiende una gama espectral, roja y negra en sus
fajas externas, con el gris teutónico al centro. Y estos matices del
espectáculo se reflejan naturalmente en las tres versiones: pasión,
aquiescencia, elegía.
El libro de Rodríguez-Embil es luctuoso, condolido. El
autor —diplomático cubano en Viena durante el primer bienio de la Guerra— vio
la tragedia europea desde su ángulo más oscuro y patético: allí donde no hubo
ni grandes esperanzas ni gloriosas exultaciones. La doble nación era un
"imperio mudo", hecho a sufrir, a acceder, a callar, a sufrir.
"Encoje
el corazón —escribe el autor libro adentro— este espectáculo de un pueblo
fuerte, de cualidades altas y capacidad, ilustrado... e inutilizado por un
régimen terrible. Es un ejemplo de lo que puede hacer del hombre más fuerte y
apto la carencia de libertad".
Las páginas iniciales, que ahondan en este
estado de ánimo de un pueblo reducido a la impasibilidad por el escepticismo, nos
preparan para la versión de las melancolías de Viena desde 1914 hasta la caída
de Francisco José: lo entonan todo en un gris de fingimiento, de pánico, de
miseria, de muerte.
Sobre ese fondo, va esbozando el autor meditaciones de un pesimismo
no menos oscuro a veces; otras, claras de sentido ideal, de análisis, de
protesta humanitaria.
Poemas anecdóticos glosan la actualidad doliente o
desahogan generosas invectivas. Alguna estampa con frescura de acuarela alegra
el desfile, inevitablemente monotonizado por la misma grisura que copia. Y otra
vez nos interesa y alegra ver cómo puede levantarse con vuelo crítico sobre más
latos horizontes una mirada insular, una mirada nuestra, —y. Mch.
Revista
de avance, 15 de enero, 1929, p. 186.
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