Rafael Pérez Vento
El año próximo pasado publiqué en Ia Revista de Medicina y Cirugía, en colaboración
con mi distinguido compañero y Ayudante de Laboratorio de Fisiología Dr.
Hernández, una comunicación a propósito de la ataxia cerebelosa experimental.
En ella nos limitábamos a dar a conocer la técnica que pienso seguir en los trabajos
experimentales que desde hace tiempo he emprendido con el objeto de estudiar la
función del cerebelo: técnica que difiere por completo de la que se ha
practicado por algunos fisiólogos que han publicado interesantes monografías a
propósito de la función cerebelosa.
Estamos lejos de haber terminado nuestro
estudio; pero la lentitud a que nos obligan determinadas circunstancias nos
hace ir dando a la publicidad los fenómenos que varaos observando, sin esperar
la terminación de este trabajo de investigación.
Para no darle extensión innecesaria a esta
segunda comunicación, pasamos por alto todo lo que, concerniente a la elección
de animal, técnica operatoria, accidentes que pueden sobrevenir y manera de
evitarlos; cuadro de síntomas que caracterizan el síndrome cerebeloso y que se
observan en el animal operado, o, mejor dicho, cuyo cerebelo se traumatiza, por
haber sido objeto de la primera comunicación a que me vengo refiriendo.
Vamos a concretarnos en esta segunda nota a
dar a conocer el resultado de uno de nuestros experimentos que se realizó en
una perrita, que presentó el síndrome cerebeloso típico, esto es: ataxia
akinesia y asimegia cerebelosa.
Durante los nueve primeros días de operada,
padeció los accidentes bulbares de que fatalmente sufren los animales a quienes
se les hiere el cerebelo, al cabo de cuyo tiempo desaparecieron, pudiendo el
animal correr, beber, respirar fisiológicamente, y recuperando el ritmo
cardíaco la normalidad que en esos nueve días era muy irregular.
A los 20 días de operada, no había recobrado
la fuerza muscular; pero la ataxia ya había desaparecido y el animal caminaba y
hasta trataba de correr. Los miembros anteriores estaban normales, pero no los
posteriores, que separaba más de lo normal, como si tuviera necesidad para
sostenerse de aumentar la base de sustentación. No podía revolverse bruscamente
cuando se le llamaba, y si lo hacía caía indistintamente sobre uno de los
lados. Por último, con frecuencia observamos que tenía un temblor generalizado,
que no era constante, pero que se le presentaba generalmente al comer o beber.
Dos meses después de la operación la perra
estaba curada, sin que fuera posible hallar un solo síntoma que revelara el
traumatismo que habíamos producido en el cerebelo. Nos resta añadir que la
cantidad de cerebelo que habíamos destruido lo apreciamos en unos dos gramos de
peso.
En vista del estado saludable del animal lo
enviamos a la perrera, sin que la utilizáramos para ninguna otra experiencia,
con el fin de esperar a que muriera y tomar los datos que nos suministrara la
autopsia.
Transcurrió año y medio, en cuyo tiempo sólo
tuvo un ataque epiléptico que duró cerca de tres horas, y que combatimos con
baños calientes, única indicación que en aquel momento se nos ocurrió, y única
indicación que pudimos encontrar en nuestros débiles conocimientos de medicina
veterinaria.
El día 8 de julio del año próximo pasado
murió el animal, y no de muerte natural, sino producida por un furibundo
puntapié que le propinó un obrero empleado de Obras públicas en defensa propia.
Le hicimos la autopsia y poco tiempo después
el examen microscópico. El cerebelo presentaba una pequeña cavidad del volumen
de un guisante (petitpois), situada
en la parte media cara inferior y parte posterior del cerebelo.
En cuanto al examen microscópico, sólo hemos
podido ver que en el sitio que falta la substancia cerebelosa, hay una
neoformación de vasos sanguíneos; y nada más, no habiendo podido observar
fibras degeneradas.
Fáltame, para terminar, dar a conocer los
partos que la perrita tuvo, y que son interesantes; fueron tres: en el primero
dio vida a tres perritos, uno murió a las pocas horas de nacer, otro vivió sin
presentar síntomas de enfermedad alguna, y el tercero sufre una paraplejia espasmódica
de los miembros posteriores.
En el segundo parto tuvo tres perritos que,
por desgracia, he perdido de vista.
En el tercero nacieron también tres perritos;
uno que murió a las pocas horas, otro al mes, de una hemorragia cerebral, y el
tercero vivió sano.
En
resumen: nueve hijos en tres partos, de los que murieron dos pocas horas
después de nacer; dos que sufrieron trastornos nerviosos, a consecuencia de los
cuales uno murió y el otro vive con su paraplejia; y, por último, tres que
pueden considerarse normales.
Esta es la historia clínica de nuestro primer
experimento.
(1)
Comunicación presentada al Primer Congreso Médico Cubano. (Habana, mayo de
1905). Se publicó en Revista de Medicina y Cirugía, año 8, no 4, pp. 81-4; y Fojas neurológicas y mentales, La Habana, Imprenta de P. Fdez y Cia, 1916.
Revista Frenopática Española,
Año III, julio de 1905, núm. 31, pp. 207-09.
Abrupto cambio de temática. Bueno, es historia de todas formas, pero de la Psiquiatría. Esperemos tiempos de poesía y literatura.
ResponderEliminarImportante blog. Que se mantenga.
Ido.
Nota:(Siempre lo visito con gusto)
Vamos variando, pero vuelvo en breve con literatura. Gracias, Ido. Saludos, Pedro.
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