Félix Lizaso
Cuando apareció, a fines del pasado año, nuestra
antología poética (1), voces de afuera nos dijeron su sorpresa de no haber
hallado ninguna manifestación de la nueva sensibilidad. Alguien, en extremo
avizorado, nos escribía desde La Plata: "Y a propósito: ¿no hay en Cuba piletas
de la nueva sensibilidad? La antología no los revela: a lo más que se llega es
al Juan Ramón de la última manera. Pero hasta en Santo Domingo hay gentes
novísimas, como los postumistas."
En efecto, así era. Recogimos en nuestro libro
cuanto hasta ese momento se había manifestado entre nosotros, trayendo a él
poemas inéditos y dando a conocer poetas de recientísima aparición y de obra
escasa, deseosos como estábamos de aproximación a las formas actuales. No pasamos, sin embargo, de la última manera
de Juan Ramón Jiménez, como decía nuestro comunicante; pero no era nuestra culpa.
Dábamos lo que había, y aun con creces, porque mucho de lo nuevo no tenía aun señales
de madurez; nos anticipábamos.
¿Cómo, tan a poco de haberse publicado aquel
libro, comienzan a surgir poetas de la nueva emoción? La antología —lo han
reconocido espíritus tan comprensivos de nuestro momento y del espíritu del
cambio como Ramiro Guerra— fue en gran parte una liquidación de valores. Se
señaló la falsedad de muchos que habían usurpado primacías y se dio a conocer
la obra de otros mejor dotados y de orientación más pura. No fue un libro hecho
para combatir dos o tres mediocridades —como alguna de ellas ha insinuado-,
sino un libro que aspiraba a una renovación. Convengamos en que en mucha parte
la obtuvimos. Los últimos, que aún no habían tenido la audacia del salto en
público, se regocijaron con nuestro gesto y ganaron confianza sabiendo que
había quienes ansiaban su llegada. Ahora, una segunda edición de aquella obra
tendría que recoger poemas de esa sensibilidad nueva.
Positivamente, hay que partir de la antología —no
como realización, sino como propósito— para llegar al momento. Aquel empeño fue
una convergencia de gente nueva, ansiosa de acción renovadora. Nos pusimos allí
de acuerdo en muchas cosas y se definieron futuras orientaciones. Se palpó que
había un espíritu diferente al que públicamente se manifestaba, y que ese
espíritu convergía en ideales comunes. Ya esto puede explicar todo lo demás, porque
no se necesita sino tener conciencia del momento y del propio impulso para
afirmarse como fuerza.
Este espíritu diferente se bautizó después con
el nombre de grupo minorista, y ha tenido una importancia reconocida como
actitud ideológica. Daba fe de una existencia cierta y mantenía el núcleo.
Además, servía de antena para recoger los nuevos mensajes, y de avanzada que reconociera
y guiara a los nuevos mensajeros. Porque venía avergonzándonos un poco pensar
que muchos caminantes ilustres que por aquí pasaban, o bien pasaban
inadvertidos, o bien —lo que era peor— iban a dar entre individuos que a lo
mejor no sabían una palabra de lo que el visitante representaba.
En las páginas de la revista Social —penetrada del espíritu
innovador— iba apareciendo cuanto produjo la actividad del grupo. Órgano de los
minoristas, Social ha sabido recoger las
notas recientes del arte nuevo, adelantándolas junto a cosas que eran obligadas
transacciones con el medio en que la revista circulaba. La habilidad de Emilio
Roig de Leuchsenring, su director literario, espíritu penetrante y destacado
escritor costumbrista, ha consistido en poner en circulación ideas peligrosas y
nuevas, precisamente desde una revista de verdaderos atractivos, destinada a la
curiosidad mundana de las familias. Quizá por esto mismo su acción sea de una
eficacia mayor.
No puede decirse que todos los propósitos hayan
concretado ya. Es sólo algo en movimiento y en formación a la vez, pero ya por cauces
propios. Y hay que señalar, como productos últimos de este momento, la
aparición de dos nuevas publicaciones.
Poco después de comenzar el año, cinco amigos
decididos editan la revista 1927:
Alejo Carpentier, conocedor de la música nueva, expositor apasionado de las
modalidades sorprendentes; Jorge Mañach, equilibrado definidor de directrices;
Martí Casanova, familiarizado con el pensamiento moderno; Juan Marinello, poeta
que por "una larga ruta espiritual" oyó el grito de la otra orilla;
Francisco Ichazo, comentarista de atinados hallazgos. Y después, José Z.
Tallet, que en el verso desconcertante tuvo la primacía entre los poetas
actuales.
Sin grandes ambiciones salió 1927; sólo en busca de movimiento, de
cambio, de avance. ("Lleva al viento un gallardete alto, agudo y azul.
Para la emergencia posible, banderín rojo. Lo que no va en su bagaje es la
bandera blanca de las capitulaciones.") En las páginas de 1927 han ido condensando, poco a poco,
las intenciones que de tiempo atrás vagaban por los cerebros. Tenemos, al fin,
una revista de avance, que no se arredrará ante ninguna audacia, y que a la vez
sabe definir los necesitados de explicaciones, para los deseosos de comprender.
Llevando sus iniciativas más lejos de lo que
podía esperarse, organiza, poco después de su aparición, la primera Exposición de
Arte Nuevo que se celebra en Cuba, y que sirve para revelar artistas casi
desconocidos hasta entonces, como Carlos Enríquez y Alice Neel. Simultáneamente
organiza una serie de conferencias en el propio salón: La nueva estética, Góngora y
la nueva poesía, La emoción en la poesía
nueva, Arte nuevo. Todo con el cuño imprescindible de lo nuevo, pero
necesario para romper la monotonía y dejar bien abiertos los cauces de la curiosidad.
Después, otras exposiciones y conciertos de música nueva se suceden; intensiva
propaganda que pronto nos pondrá a tono con el unánime clamor.
La otra publicación es el Suplemento literario
del Diario de la Marina. Ya sabemos
lo que es un suplemento literario de periódico americano, aparte las
excepciones contadas: páginas confeccionadas con recortes de periódicos y
revistas españolas o de otras partes, con trabajos aceptados por compromiso o
envíos de corresponsales provincianos a los que precisa complacer. Todo hecho
al margen de otras actividades por quienes no están al tanto y cumplen la finalidad
sin gran interés y sin discernimiento. Hasta hace poco, el Diario de la Marina no era verdaderamente una excepción. Pero de
unos meses acá la cosa ha variado. Manuel Aznar y Ramiro Guerra tuvieron el
acierto de poner al frente de ese Suplemento a uno de los nuestros mejor
informados, y el Suplemento se ha convertido, por obra de la competencia y del
entusiasmo, en un verdadero exponente de las ideas actuales en arte y en
literatura. Pero José Antonio Fernández de Castro no sólo ha llevado al
Suplemento su casi formidable información y su marcada orientación nueva —izquierdista
de izquierdas—, sino que ha sabido rodearse de unos cuantos muchachos que siguen
estas orientaciones: Mazikes, Gerardo del Valle, Delahoza, José Francisco Botet.
Algunos de ellos se han revelado desde esas páginas, debiéndose a él su
descubrimiento.
El Suplemento se impone, además de la
necesidad de publicar y comentar nuestra producción y lo más interesante de la
extranjera, el deber de dar a conocer, mediante notas y selecciones, los
últimos poetas de España y de América —poetas de ahora—, las recientes ideas en
música y en pintura y el movimiento ideológico, en fin, de les cinq continents.
Se vislumbra una celosa pugna entre las tres
publicaciones, que representan tres decisivos impulsos: Social, 1927, Suplemento
del Diario de la Marina. Síntoma
excelente para interpretar las señales.
Asistiremos. Félix Lizaso
La Habana, Junio 1927.
(1) La
poesía moderna en Cuba. Antología crítica, ordenada y publicada por Félix
Lizaso y José Antonio Fernández de Castro. Madrid, 1926.
Sección Postales de América (Postales de Cuba): “El momento:
la vanguardia”, La Gaceta literaria,
Madrid, 15 de julio de 1927, núm. 14, p. 5.
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