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sábado, 15 de abril de 2017

El corte del verso


  Regino Boti

 *Queda reducido el verso a su substancia legítima, como si brotara sin intermediario de la cantera mental. Puesto que lo hemos despojado de todo corolario, el poeta asume mayor responsabilidad manejando ese organismo nudo, y se ve obligado a mostrarlo en todo el poder de su belleza. ¿Ha ganado el verso quedándose en esqueleto?

 *El verso tiene que sacar de dentro sus propios impulsos para apartar de sí la monotonía, cuajando no sólo en diversos sistemas rítmicos sino también agrupándose variadamente y rompiendo con espontaneidad -novedad- sus estratificaciones.

 *La facultad adquirida ya en el poeta de usar un verso que se mueve por su natural resorte lo obliga a metrificar sin dar traspiés. El ritmo -que es una de las más hermosas providencias que ha puesto en nuestra sensibilidad la Naturaleza- se produce sin afeites. El poeta no debe ponérselos. El verso puro debe producir la sensación de belleza de un sillar. Y su movimiento poemático el de un lienzo de muro en el que las junturas carezcan de argamasa y el todo imparta la sensación de un cuerpo único en donde la euritmia no se aprecie según el secular entendido de distribución en partes iguales, sino en el de unión de un todo indivisible.

 *En el verso no debe faltar ni sobrar nada. Ni tener suplementos ni chaflanes. Ausencia total de ripio: ideológico y gramatical. Cualquier muletilla o mixtificación se delatará a sí misma, manchando de paso la transparencia de la estructura versal.

 *Mientras compuso en el verso métrico el poeta no encontró escollos como versificador. Sumiso a los preceptos de la versificación, cuanto más servilmente los observaba, con mayor perfección producía sus versos. Toda su ciencia consistía en sujetarse al patrón. Mas ahora que el verso no es métrico porque desconoce como su ley fundamental el conteo de sílabas y la prefijación de acentos, no estando sometido al rigor de ningún otro precepto que al del ritmo, súbito, que es obra personal exclusiva del poeta, la cuestión cambia. Resuelto en cualquier forma ha de ser siempre y únicamente un verso rítmico. Si carece de esta condición dejará de ser verso. De ahí el caso no raro de que encontremos renglones de prosa pasados como versos. Son las intermitencias del ritmo, las lagunas y ataxias que inopinadamente se intercalan burlando la vigilancia del poeta. No otra cosa es el viejo dormitat Homerus. Sólo que antes referíamos la expresión horaciana al desorden métrico y hoy al rítmico.

 * Mas el ritmo tiene a su vez que ser desarrollado en un lenguaje bello. El verso del novopoeta debe ser parnasiano o no ser. Me explicaré. Después de la insuperable conquista que el parnasianismo hizo -como forma- en la lira de algunos poetas del modernismo, sería torpeza abandonar tan preclaro bien en aras de una facilidad que delata por instantes la insuficiencia. El modernismo se apropió ese magnífico don del parnaso y poetas como Julián del Casal, Herrera y Reissig y Guillermo Valencia llegaron a producir versos perfectos, magníficos, totales como joyas y fulgurantes como gemas. Así el verso amplisimo de la novopoesía. Su creador debe esforzarse en hacerlo tan acabados que, como Pigmalión con su estatua, sienta la necesidad de desposarse con cada uno de ellos al animarlos con el soplo del ritmo.

 *El verso -concreción verbal de la poesía- es de la condición de un transparente carquesio, el que una vez roto no podrá sustentar más su forma inconsútil ni contener el falerno que lo alegró.

 *Algunos poetas cubanos actuales cortan sus versos de manera caprichosa, reproduciendo aparentemente los planos del poema paroxista. Ya se ha dicho en cuáles otros casos procede cortar los versos. Huidobro incurrió en el yerro y los ultraístas hispanos propagaron el error como artículo de fe. Ese cactus espinoso retoña en los campos de la poesía cubana. Tales cortes, puramente tipográficos, ya usados por los clásicos, no indican planos. Son frecuentes dos, a veces tres, como en «El soneto de trece versos» de Rubén Darío. Pero esos cortes no son ideográficos, sino tipográficos. Y el hecho es de tan fácil comprobación que suponiendo mentalmente unidos los apartados miembros de un verso no notaremos ninguna retorsión ideológica en él. 

 *Todo lo contrario sucede si los cortes del poema no responden a antojos del poeta, sino a la situación de los planos ideológicos. Y son tan distintos los casos que cuando se produce limpiamente el poema a tres planos no es raro leer el poema central -el del segundo plano- con abstracción de los otros dos, manteniéndose en aquél la coherencia de un poema tradicional.  

 *Lo primero que como directriz observo en nuestra poesía vanguardista es su menosprecio en cantar al amor y la mujer, quizás si como una derivación de la proclama de deshumanización del arte subscripta por el polígrafo Ortega y Gasset. ¿Mas cómo cegar la fuente, inagotable por su virtud, sino a cambio de mentir el poeta una sequedad que no tiene su pecho? El arte no puede deshumanizarse porque es humano, concepción y hechura del hombre. Por mucho que el poeta se aparte de su obra, colocándose fuera de ella, en su obra estará, o de lo contrario su obra no será.  

 *Nuestra poesía de vanguardia está agitada por un soplo comunista que mira a Rusia. Esto es una moda. Un tópico literario. Con el tiempo se mirará a China. Y por último a América. Mas nada de esto está facturado en casa. Puro artículo de importación que ni siquiera atezó nuestro sol intertropical. 

 *La poesía, como todo arte, aunque no lo pretenda, es social, o tiende a serlo. El error, para mí, de nuestra lírica del día, es que hace de lo sociológico como un programa, anteponiendo la acción social a la estética. Y nada más deplorable que la sociología en verso.


 Fragmentos de "Tres temas sobre la nueva poesía", Revista de Avance, 15 de mayo de 1928. 


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