Sanche de Gramont
Si Cuba fuera una persona, los médicos no le darían más de seis meses de vida. Si Cuba fuera una empresa comercial, hace ya
tiempo que habría presentado expediente judicial de quiebra.
Pero la Cuba actual es un producto híbrido de
cuatro años de edad, con un cordón umbilical de 8.000 kilómetros que la une a
Rusia. Se evitan los resultados naturales del chapucerisino económico y
político gracias a esta línea de vida atada, al mundo comunista.
«Debemos estar agradecidos a los países socialistas
por la ayuda que nos brindan», proclaman grandes cartelones en la Habana. Sin
embargo, a pesar de esta ayuda de un millón de dólares diarios, el país está
sumido en profundo caos económico. «Aquí nunca sale bien nada», dijo recientemente
el embajador soviético Alexander Alexeyev a un diplomático occidental.
Una de las innovaciones de la revolución es la
tarjeta de racionamiento que da derecho al ciudadano a raciones mensuales de un
pollo, cinco huevos, tres libras de carne, una libra de pescado, una hora de
café, una libra y medía de vegetales (generalmente fríjoles negros), seis
libras de arroz, seis litros de leche (leche fresca, para niños solamente) dos
libras de grasa o manteca y una botella de cerveza.
Cuando ocurre, como generalmente sucede una de
cada cuatro semanas, que los supermercados administrados por el Estado no
tienen existencias, se puede comprar un huevo por 39 centavos y un pollo par
cinco o diez pesos en el mercado negro.
Cuba produce millares de toneladas de frutas
al año, pero no para su propio pueblo, Las toronjas cubanas son enviadas a
Polonia y los plátanos cubanos a Checoslovaquia. Hace unas cuantas semanas
había abundancia de piñas en la Habana; un embarque destinado a Rusia no se
pudo despachar por falta de envases, y las piñas fueron puestas en el mercado
local antes de que se pudrieran. Los cubanos tienen muy poco con que contar,
excepto que a veces los errores del Estado resultan en su beneficio.
En el sector comercial del distrito del Vedado
escasea, o no hay, agua corriente. Las bombas fabricadas en la Alemania
occidental se han descompuesto y los alemanes occidentales han rehusado enviar
piezas de repuesto después de la ruptura de relaciones diplomáticas. Las colas
de mujeres junto a tanques motorizados de agua es espectáculo familiar por las
mañanas. A los hoteles de lujo se les suministra agua de mar en camiones.
En dos de cada tres de los grandes hoteles de
la ciudad se descompusieron los sistemas de aire acondicionado en un verano
achicharrante. El propio primer ministro Castro intervino en el asuntó, ya que
estaban en la ciudad muchas personas importantes invitadas a la celebración del
26 de julio. Mas fue éste un problema que la retórica del doctor Castro no pudo
resolver.
La oficina nacional de turismo calcula que en
1963 más de 3.000 personas habrán sido invitadas a visitar Cuba, la mayoría
procedentes de países comunistas. Vienen con todos los gastos pagados, lo cual
hace de Cuba el único país del mundo que pierde dinero con el turismo.
Puede que sea también uno de los pocos países
en los cuales las líneas aéreas nacionales se niegan a aceptar moneda del país
en pagó de billetes el pasaje. El peso cubano, aunque artificialmente
equiparado con el dólar, no vale nada fuera del país. La línea aérea cubana
tiene que pagar en monedas de fácil conversión los gastos de abastecimiento de
combustible y reparaciones e insisten por tanto en cobrar en dólares en la
ventanilla de billetes.
El desprecio del doctor Castro por el dólar es
estrictamente metafórico. La escasez de artículos de consumo lo comprende todo,
desde pasta de dientes hasta llantas de automóvil; el azúcar y los cigarros
puros son las únicas excepciones. Como consecuencia de las restricciones en
otros productos alimenticios, el consumo de azúcar subió este año de 350.000 a
500.000 toneladas. A este respecto, un cubano me dijo: «El azúcar es como pan
para nosotros.»
Junto con el 50 por ciento de las tierras y el
90 por ciento de las industrias, el Gobierno ha nacionalizado la mayoría de los
comercios al detalle y tiene que pagar sueldo a empleados que no tienen nada
que vender y, además, pagar indemnizaciones. La Habana es la única capital del
mundo en que los maniquíes de las tiendas van descalzos.
El doctor Castro se quejó una vez de que “Vendemos
azúcar a los Estados Unidos y nos mandan caramelos". Ahora Cuba está vendiendo
su azúcar a Rusia y a cambio recibe, entre otras, cosas, carnes en lata que los
cubanos juran que está preparada con grasa de oso. «Le di una poca a mi perro— me dijo una dama cubana—, y al pobre animalito
le salió mal aliento.
La maquinaria y los artículos manufacturados
que envía Rusia, dicen burlonamente los cubanos, son invenciones de un genio
soviético llamado el profesor Regaspatoff, que dicen que es una contracción de
«Registered United States Patent. Office» (Inscrito en la Oficina de Patentes
de los Estados Unidos). Un ejemplo es la Coca-Cola. Cuando la planta
embotelladora de La Habana fue nacionalizada, sólo quedó en ella un químico.
Como no podía producir la fórmula secreta del concentrado básico, envió a Praga
lo que tenía a mano, donde los químicos checos lograron una aproximación
relativamente pausible.
Ron y Coca-Cola sigue siendo bebida popular era
Cuba, aunque existe escasez también, ya que los cubanos tienen que depender del
bloque soviético para obtener el corcho y el metal de las «chapas» de las
botellas.
Hay ciertos materiales vitales que los
comunistas no pueden suministrar como, por ejemplo, repuestos para automóviles norteamericanos.
Los chóferes de autos de alquiler advierten a los pasajeros que su auto carece
de frenos o de acumulador. El país está en el vértice de una conversión difícil
de base industrial totalmente norteamericana en base industrial totalmente
soviética.
Las tres principales refinerías de petróleo andan
mal y trabajando a capacidad reducida por la falta de piezas de repuesto. La
planta de ácido sulfúrico de Matahambre, en un tiempo de propiedad de
franceses, está trabajando a un 50 por ciento de su capacidad.
No hay nada que le guste menos al régimen que
gastar sus dineros de fácil conversión, mas el intercambio comercial con países
no comunistas (el 20 por ciento del total) es a base de dinero contante y sonante
y los materiales que los soviéticos no pueden suministrar hacen una herida
considerable en el presupuesto cubano.
Como dijo el ministro de industria, Che Guevara,
al grupo de estudiantes norteamericanos visitantes: «Las piezas de recambio son
un problema. Son importantes para la producción. A veces tenemos que pagar por
ellas precios más altos por causa del bloqueo.»
Guevara tocaba así un delicado tópico: el
floreciente mercado negro de productos norteamericanos —que comprende firmas «pantalla»
en Canadá, conocimientos de embarque falsificados y mercaderías que Cuba compra
a cinco veces más que su valor original— está limando los bolsillos de algo así
como media docena de individuos que controlan el mercado de piezas de recambio.
La revolución se despojó de los jugadores de oficio y de la trata de blancas
pero ha creado una nueva generación de «gangsters».
¿En qué otro país del mundo habría podido
ofrecerse en venía un «Ford» del año 1938 calificándolo de «oportunidad única»?
Sin embargo, los transportes públicos en la Habana siguen funcionando con
relativa eficiencia gracias a autobuses polacos y checos.
El deterioro de los autos particulares no es
de la incumbencia del Estado y el señor Guevara ha dicho que la marca de un
Estado revolucionario es que cuenta con más tractores que autos privados.
Se dice que una de las tareas más urgentes del
país es el aumento de la producción y, sin embargo, parece haber un desperdicio
increíble de tiempo y recursos. El Gobierno tiene que mezclar zalamerías con
amenazas para encontrar obreros voluntarios que corten la caña y recojan el
café, y al mismo tiempo mantiene desocupados a millares de jóvenes sirviendo en
las milicias.
Todos los edificios públicos de la Habana (todavía
quedan algunos de propiedad privada) están custodiados por milicianas o
milicianas para defenderlos de la amenaza de ataque por los Estados Unidos. Se
sientan en banquillos con fusiles sobre las piernas en actitud de hastío o
leyendo una versión cubana de revistas de muñequitos en la cual las fuerzas
combinadas del imperialismo (Superman, El Fantasma, Red Ryder, El Príncipe Valiente
y Dict Tracy) son apabulladas por un perrito cubano cuando se lanzan a atacar
la «isla roja».
Otro uso indebido de personal, propio de los
regímenes comunistas, es el nombramiento de «alquilones» del partido para
ocupar posiciones importantes. El país está tan necesitado de maestros, que
cubanos que apenas saben leer o escribir son enviados a zonas rurales a enseñar
primer grado. Pero una joven cubana que regresó unas tres semanas atrás con
tres diplomas de la Universidad de la Sorbona fue designada simple maestra también
de primer grado, con un sueldo de 108 pesos mensuales, porque no estaba
«comprobada» políticamente.
El administrador de una granja colectiva había
sido antes empleado de oficina sin experiencia agrícola de ninguna especie,
pero su lealtad al partido era irreprochable. Un doctor en filosofía trabajaba
de comprobador en una fábrica de blusas porque su expediente político no está
muy claro.
Se menciona el embargo norteamericano como la
única causa de las condiciones económicas. Los cubanos están aprendiendo que
las economías socialistas administradas por el Estado tienen sus azares. El
régimen proclama que ha sustituido el motivo de utilidad por el motivo de
orgullo en la revolución, pero este último incentivo no resulta tan poderoso
como se había pensado.
La propaganda del Estado está ahora enfocada
sobre estos dos enemigos de la producción: el absentismo (enemigo sutil y
sombrío, según varias leyendas en las cajas de cerillas) y «burocratismo»
(cuesta varias visitas a oficinas del Estado y por lo menos un día de esfuerzos
para obtener una simple receta de aspirinas).
Los remedios con los cuales se quiere combatir
el absentismo son a veces risibles y a veces rigurosos. A la entrada de una
fábrica de tejidos en las afueras de la Habana hay una pizarra con los nombres
de los que llegan tarde y de los ausentes. A los primeros se les representa con
una figura dibujada con yeso cabalgando sobre una tortuga; los segundos son
públicamente reconvenidos en presencia de sus compañeros de trabajo. En una de
las cervecerías que producen la cerveza de la cual tiene el cubano derecho a
una botella por mes solamente, un obrero advierte a sus compañeros que la
tercera instancia de absentismo significa la pérdida de dos semanas de
jornales.
A los obreros se les pide con frecuencia que
trabajen dos o tres horas más de las normales, sin sueldo, como señal de
patriotismo. Mito interesante es que el doctor Castro ha aumentado los salarios.
El salario básico hoy en día para un obrero no especializado es de 85 pesos
mensuales, pero el Estado le quita el 19 por ciento en virtud de estas
deducciones.
Cuatro por ciento para el fondo de industrialización;
3 por ciento como impuesto sobre los ingresos; 5 por ciento para el seguro
social; 2,4 por ciento para varios fondos sindicales y algo como el 6 por
ciento para la reforma agraria y fondos urbanos.
En su reveladora entrevista con los estudiantes
norteamericanos, le preguntaron a Che Guevara qué cosa le gustaba menos de su
patria adoptiva (es argentino de nacimiento). Y contestó: «La falta de valor
para hacer frente a las realidades, a veces económicas y a veces políticas,
pero sobre todo económicas. Algunos camaradas siguen la política de las
avestruces. De los problemas económicos hemos culpado a las sequías y al
imperialismo. A veces hemos ocultado malas noticias, tan sólo para que sea
después La voz de Américas quien las dé.»
Copyright 1963, por New York Herald Tribune. El
corresponsal en Roma del «New York Herald Tribune», ganador del Premio
Pulitzer, ha efectuado recientemente un viaje a Cuba. A su regreso, ha escrito
sus impresiones sobre la situación en la bella isla del Caribe. Una tal
información viva y de primera mano no podía faltar en las páginas de LA
VANGUARDIA, que ha adquirido los derechos de publicación de la serie de seis
artículos en que aquélla se recoge.
Titulo original: "Cuba, al borde del desastre", La Vanguardia española, viernes 27
de septiembre de 1963.
Fotografías: Luc Chessex
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