Ángel Escobar
Si se le agrega un detalle a la realidad
se transforma al mundo. Méliès lo hizo—
y terminó vendiendo juguetes en una feria.
Yo no soy Basquiat (1960-1988), pero alzaré la voz—
ustedes podrían igual decirme que vaya al diablo,
yo les diré como él: “El examen ha terminado”.
No tengo lo que se requiere para, según Holderlin,
la dorada mediocridad de la vida. Creo creer, con él,
que lo que queda lo fundan los poetas –así tengo,
como Franz, un animal curioso, mitad gatito,
mitad cordero –es una herencia del padre. Franz
viene a ser el poeta, y yo cavo otro túnel del Veinte.
Yo soy un viejo topo corrupto; vuelvo al arca—
mientras Voltaire cultiva su jardín propio. Y digo:
Quisiera hacer un acto que me libere andando –pero
lo interno a lo que se llama acto, es que se desconoce
a sí mismo, me dice Jacques Lacan, mi sicoanalista.
No me salva el querer que vivamos en más de un mundo—
no conozco a Blumenberg, ni estoy perdido en el bosque
como una doncella. O sí: estoy perdido, y solo, res
destazada ante tantos caminos: la desjarretan, la tumban.
Luego me dice rintintín de la lectura de domingo
que el sentido es la renuncia a un sentido. Tengo miedo,
pero mañana me voy p’a Sibanicú, mañana.
se transforma al mundo. Méliès lo hizo—
y terminó vendiendo juguetes en una feria.
Yo no soy Basquiat (1960-1988), pero alzaré la voz—
ustedes podrían igual decirme que vaya al diablo,
yo les diré como él: “El examen ha terminado”.
No tengo lo que se requiere para, según Holderlin,
la dorada mediocridad de la vida. Creo creer, con él,
que lo que queda lo fundan los poetas –así tengo,
como Franz, un animal curioso, mitad gatito,
mitad cordero –es una herencia del padre. Franz
viene a ser el poeta, y yo cavo otro túnel del Veinte.
Yo soy un viejo topo corrupto; vuelvo al arca—
mientras Voltaire cultiva su jardín propio. Y digo:
Quisiera hacer un acto que me libere andando –pero
lo interno a lo que se llama acto, es que se desconoce
a sí mismo, me dice Jacques Lacan, mi sicoanalista.
No me salva el querer que vivamos en más de un mundo—
no conozco a Blumenberg, ni estoy perdido en el bosque
como una doncella. O sí: estoy perdido, y solo, res
destazada ante tantos caminos: la desjarretan, la tumban.
Luego me dice rintintín de la lectura de domingo
que el sentido es la renuncia a un sentido. Tengo miedo,
pero mañana me voy p’a Sibanicú, mañana.
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