Alfonso Durán
Detrás de la morsa viene a
colocarse y a figurar un rarísimo animal, a quien han colocado entre los
cetáceos (animales que dentro de poco veremos), pero que vale mucho mas no separarle
de los anfibios porque también acude a arrastrarse por la tierra, y es el manatí,
animal que se aproxima mucho más a los pescados.
Sus miembros anteriores son verdaderas aletas,
con simples vestigios de uñas en sus bordes; carece de miembros posteriores, y
su cuerpo, completamente redondo, termina por una cola, aleta caudal en forma
de pala.
El manatí se alimenta de yerbas; vive en las embocaduras
de los grandes ríos, por los cuales sube bastante lejos, sirviéndole de pasto las
plantas de sus orillas. Es hasta cierto punto, un colega del hipopótamo y de
los mayores paquidermos herbívoros, a los cuales se aproxima mucho en su
organización interior, y sobre todo en la estructura de sus molares, hasta el
punto de que M. de Blainville había seriamente propuesto el clasificarle
entre los elefantes, como elefante irregular, por supuesto.
Cuvier había colocado muy bien entre
los carniceros a la foca, al lado del gato, de quien posee las barbas; del
perro, cuya cabeza es casi la misma. Muchas veces es sumamente embarazoso el
trabajo del naturalista; y puesto que en él estamos, no puedo menos de decirte
que ese manatí, de tantas partes reclamado, tenía derecho a entrar en el famoso
orden de los primados, por más que se parezca mucho a un grueso tonel alargado
por sus dos extremos.
Tiene también sus mamas en el pecho, como el
mono y el hombre; y si Linneo retrocedió ante este parentesco por
demasiado absurdo y ridículo, los antiguos navegantes no han sido tan
escrupulosos. Al apercibirle, allá a lo lejos, bailar sobre las olas, con lo más
alto de su cuerpo fuera del mar, los marineros, cuyos ojos no son muy
delicados, y cuyo espíritu ama un tanto lo maravilloso, se figuraron ver
criaturas humanas de una nueva especie; y de aquí aquellas historias de mujeres
marinas y sirenas, de quienes se hacía ya mérito en tiempo de Homero, y
cuya tradición no está completamente borrada ni olvidada en los puertos de mar.
Haber paseado desde el hombre a la ballena,
pasando por el elefante, es dar un gran paseo, un bellísimo paseo, sin haber
tomado más que un grueso tonel de grasa anfibia; y después de darlo,
comprenderás que no es siempre una cosa fácil clasificar a los animales.
Historia de un bocado de pan: cartas a una
niña sobre la vida del hombre y de los animales, (Madrid), 1867.
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