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miércoles, 6 de julio de 2016

División del trabajo en los ingenios






 Mucho se ha dicho sobre la división del trabajo en los ingenios; pero sobre ciertas cosas nunca se dice demasiado. Los admirables resultados producidos en Europa por la división del trabajo debieran haber influido con más energía en los hacendados de Cuba; pero, bien sea a causa de la apatía, natural en los que hemos nacido en este privilegiado suelo, bien por no romper con la rutina que veneramos como sagrada tradición, o bien porque no se hayan encontrado los medios de aplicar la teoría, es el caso que nada se ha hecho hasta hoy en pro de la tan celebrada por todas división del trabajo. Y cuenta que nunca como en el día se pudiera aclimatar con más facilidad entre nosotros ese adelanto europeo y que nunca con más urgencia le hemos necesitado.

 Los principales beneficios que produce la división del trabajo son, facilitar las operaciones, aumentar el producto en un tiempo dado, y perfeccionar a los operarios. En prueba citaremos el conocido ejemplo de la fabricación de alfileres.

 Diez obreros, haciendo diez y ocho operaciones, fabrican cuarenta y ocho mil alfileres, que corresponden a cuatro mil ochocientos por obrero; al paso que si un solo hombre tuviera que preparar el hilo, cortarlo, afilarlo, hacer las cabezas, blanquearlos &c. apenas si pudiera concluir veinte alfileres por día.

 Adam Smith atribuye la potencia prodigiosa de la división del trabajo a tres causas. La primera es que los obreros no pierden el tiempo en cambiar de ocupaciones, de lugar, de posición o de instrumentos, ni se les distrae la imaginación con los objetos nuevos. La segunda, que el espíritu y el cuerpo adquieren extraordinaria habilidad en ejecutar operaciones simples y continuamente repetidas: en las fábricas de agujas los niños están encargados de abrir los ojos por donde se pasa el hilo: algunos adquieren tal habilidad que atraviesan el cabello más fino y enhebran otro en él para provocar la generosidad de los viajeros. La tercera, que la separación de trabajos hace descubrir los procedimientos más simples, y reduce cada operación a un acto material facilísimo.

 Este gran publicista no teme decir que a la división del trabajo es preciso atribuir la superioridad de los pueblos civilizados sobre los salvajes. Eso dice de ella que es la gran palanca de la industria moderna.



 Y no se nos diga que no puede dividirse el trabajo en toda clase de industrias; pues contestaremos que se ha aplicado el sistema hasta a las elucubraciones intelectuales, ejemplo el sabio francés Mr. Prony: estaba encargado de formar las tablas de logaritmos y las trigonométricas por la nueva división centesimal del círculo, y á mas otra tabla de logaritmos desde el número uno hasta el de 200.000: este inmenso trabajo lo traía sin sombra, pues había para emplear cien años. Paseábase a la sazón por las calles de Londres cuando vio en una tienda de libros la recién publicada obra de Smith; llamole la atención el título y compró un ejemplar. Natural mente leyó el capítulo que trata de la división del trabajo y que fue para el sabio matemático un rayo de luz. El ejemplo de los alfileres le decidió: formó una sección de cinco o seis sabios para que buscaran las nuevas fórmulas, otra de siete u ocho para aplicar aquellas fórmulas a los números, y otra para los cálculos. En cada una de estas secciones se dividió también el trabajo: en la tercera, por ejemplo, unos sumaban otros restaban, otros comprobaban las operaciones &. De este modo el ilustre geómetra confeccionó en algunos años diez y siete gruesos infolios llenos de números.

 La observación puede dar a conocer a los hacendados corno deba dividirse el trabajo en los ingenios. Por lo pronto todos están acordes en que nada liga entre sí las tareas agriculturas y las de acarreo con las puramente fabriles: comiéncese pues dividiendo los operarios que han de fabricar el azúcar de los labradores, carreteros &c.

 Ahora que vamos teniendo en nuestra isla una raza nueva, raza inteligente, ávida de oro y apta para todo trabajo mecánico, ahora es tiempo de comenzar a formar con ella, para lo sucesivo, una multitud de trabajadores de casas de calderas, pásesenos el dictado. Esos hombres han de quedarse en la isla donde más fácilmente que en su desgraciado país pueden subvenir a sus necesidades. Recuérdese que solamente los tenemos contratados por un corto número de años, cumplidos los cuales nos hallaremos con esos brazos de menos, y eduquémosles para entonces. Inteligentes todos en los trabajos de la fabricación del azúcar, no pueden faltarnos brazos cumplidas que sean sus contratas, pues ellos necesitarán vivir de su trabajo y se acomodarán gustosos en los ingenios con poco que se les trate bien y se les aumente el jornal.

 Esta ventaja, que podemos llamar general, conseguiríamos con la división del trabajo en los ingenios, además de otras muchas particulares a cada finca.

 Sin embargo de lo dicho no nos toca a nosotros señalar qué divisiones hayan de hacerse en los trabajos de los ingenios de azúcar; esto es incumbencia de los mas observadores hacendados o de aquellos que deban al cielo superior talento y a la experiencia los conocimientos indispensables para aplicar cumplidamente la teoría. Solo añadiremos nosotros que la falta que se nota de brazos exige perentoriamente que se le aplique como paliativo, sino como remedio, la división del trabajo, y que esto es hoy tanto más hacedero cuanto el perfeccionamiento de los aparatos y los adelantos que diariamente aplica la ciencia a las máquinas de vapor, facilitan en sumo grado la susodicha división.

 ¡Ah! bien quisiéramos nosotros merecer de tantos extranjeros como nos visitan diariamente, que aplicasen a nuestro país el calificativo de ilustrado que le damos nosotros; pero ellos no pueden cegarse: ellos no ven que hayamos adoptado muchos de los más conocidos adelantos de la época: no ven que nuestros fértiles campos puedan competir con los pantanos de Holanda o con el suelo artificial de la Inglaterra; no ven que hayamos aliviado cuanto pudiéramos el esfuerzo corporal del hombre, y no ven, en fin, que la división del trabajo, esa gran palanca de la industria moderna, sea conocida entre nosotros.

 El Eco de Matanzas, 1859. 

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