Páginas

domingo, 26 de junio de 2016

Ante las ruinas



  
  Regino Boti


 Declinaba el sol. La campanada del Angelus pausadamente tañía.

 El incendio —boa colosal— enróscase con estrépito en las vértebras del monstruo, y a las pocas horas el titán del trabajo habíase convertido en ironías de muerte. Del ingenio solo habían quedado las altas chimeneas como dos rojas imprecaciones sobre el negro tapiz de cenizas y al través del cielo azul.

 A suficiente distancia para abarcar el conjunto, se detuvo el poeta. Se abstrajo; y comenzó a tejer sus memorias -en la red áurica del recuerdo- la araña gris del pasado.

 Pensó: "Una noche, envuelto todo el llano por un velo neblinoso, semialumbrado por una luna macilenta, yo, junto a ella, y desde lo más alto de lo que es ahora este amontonamiento informe, hurgaba con la vista en las tinieblas para determinar los lugares y las cosas..."

 Un pájaro negro aleteó cerca de su cabeza y siguió rápido.

 El poeta continuaba soñando: "Todavía no estaban terminados los tabiques exteriores del tacho. Nada más que un inseguro pasamanos nos salvaba del abismo. Yo lo aquilaté. En aquella obscuridad me pareció insondable. Hoy, desde el fondo de las ruinas, y por la magnitud de los escombros, lo mido y me espanto..."

 La tarde se moría. Sobre las cosas se depositaba un tenue rocío. El poeta dio algunos pasos. Y, como pensativo, bajó la cabeza.

 Mascullaba: "La miserable fingía al mismo tiempo que me deseaba. Tuve un arranque atávico, y pensé en arrojarla hacia el precipicio. Un erectismo súbito me serpeó por la médula. La miré intensamente. Había una oportunidad para vengarme de su desvío. Un ligero toque y era muerta. Sí, yo temblé junto a ella... En eso se nos acercaron algunos excursionistas reclamando nuestra presencia..."

 El pájaro negro volvió a cruzar. Lanzó un grito ronco. El sol se había puesto. El poeta, con paso tardo, se alejaba del montón de ruinas.

 Siguió pensando: "Mejor ha sido así. Si la hubiera despeñado aquella noche no habría sabido del veneno que tienen sus besos ni de las traiciones que encierra su alma. La he condenado a vivir una vida de abyección y miserias; a devorar su deslealtad cuando, en medio a los placeres, llegue el recuerdo a su oasis y me encuentra en él..."

 En medio de las sombras de la ya cerrada noche, el poeta montó en su coche y tomó por el camino rumbo a la aldea.


 Guantánamo, 1909.

No hay comentarios:

Publicar un comentario