Gustavo López
Allá, en los comienzos del siglo que
está terminando, los pobres locos vagaban errantes por las calles y lugares
públicos. Servían de mofa y entretenido juguete, no ya a chiquillos y gente del
pueblo, sino a personas serias. Cuando por sus actos de violencia,
extravagancias, turbulencia, etc., se hacían peligrosos o turbaban la pública
tranquilidad, o comprometían la moral, entonces, sólo entonces, se hacían
ingresar en las cárceles públicas, donde se confundían con los más empedernidos
criminales, a los cuales servían a menudo de vasallos; o bien eran, los
agitados y turbulentos, encerrados en obscuros lugares, que parecían
construidos ex-profeso en los
hospitales de la ciudad.
Por
el 4 de Junio de 1824, y no tanto entonces, por espíritu de bondadosa
compasión, como por consideración al peligro que resultaba del hecho de que los
locos vagasen por las calles confundidos con las personas sanas, se acordó por
el Obispo diocesano, que lo era el generoso varón Espada y Landa, que fuesen
también recogidos en el hospital de "San Lázaro" de la Habana, donde
se dispondría por el Obispado, que parece tenía a su cargo la administración de
este Hospital en esa fecha, la habilitación de lugares independientes de los
ocupados por los enfermos lazarinos. El
compromiso espontáneo del Obispo, era atenderlo
como lo permitieran sus muchas obligaciones.
Todavía en Diciembre del propio año de 1824,
debían existir bastantes locos en la Cárcel, puesto que en dicho mes, el
Ayuntamiento de la Habana, acordó oficiar
al Comisario de las fuentes, a fin de que se pongan expeditas las pajas de agua
del Departamento de Dementes de la Cárcel.
Los sentimientos compasivos, muy acreditados
del Obispo de la Habana, parece tomaron cuerpo a raíz del beneficio que les
hiciera a los pobres enajenados en "San Lázaro," y por ello quiso, en
el año 1825, hacer algo más práctico por aquellos desgraciados seres. Concibió
entonces la idea de albergar a los locos, en edificio ad hoc. Y es aquí, precisamente donde se encuentra entre nosotros
la simiente de la secuestración y del apropiado lugar de cuidados y tratamiento
para los enfermos del cerebro.
En
honor nuestro, esto mismo ocurría en todas partes del mundo civilizado. No era
sólo Cuba la atrasada, porque esta época considerada como la tercera en la
medicina mental, o época de Pinel, fue en la que hizo más serios progresos esta
rama de la ciencia. Entonces fue cuando, el conocimiento de las enfermedades
mentales, recibió perfecciones que consintieron dejar por impropias las
estimaciones de endemoniados, hechiceros, etc., que se tenían para los
locos. Es a través de este criterio, que se tuvo para ellos el humano concepto
de considerarles como personas desvalidas. Es precisamente, a partir de estos
tiempos, cuando caracterizando el progreso conquistado, se presenta la nueva
faz social, a impulso de lo cual surge el Maniconio, institución filantrópica
que no se inició tardíamente en nuestra tierra querida, y que ya sabemos
alcanza en los modernos días la orgullosa satisfacción de sus soberbias perfecciones.
No muy lejos de esta época, todavía después
del año 1815, en la Gran Bretaña "los alienados vivían empotrados en
nichos, semejantes a jaulas de perros, o como leña en un fogón."
"Todos los días al oscurecer, eran empaquetados y agarrotados, para luego
meterlos en unas como artesas que les servían de camas. Los domingos, como los
guardianes se entregaban al descanso, los locos no salían de sus potros; los
lunes, día de limpieza general, se les reunía a todos en un patio, y se les
hacía una aspersión común por medio de una manguera."
Mejor
que esto estaban los locos en Cuba. ¿Qué extraño pues, con los datos
anteriores, que hasta el año 1825, en esta Isla, no hubiéramos tenido serio
proyecto de hospitalización de enajenados?
Movido
por los sentimientos de caridad y filantropía, de que dio tantas muestras el
Obispo Espada, y comprendiendo el valor real de su idea sobre el edificio
apropiado para la clase especial de enfermos que nos ocupa; gestionó la
recolecta de una cantidad, cuya ascendencia cierta no sabemos, y la entregó
para ese objeto al Ayuntamiento de esta Capital. La suma parece percibida por
D. Francisco Filomeno Ponce de León en el tiempo que ejerció el cargo de
Alcalde ordinario, toda vez, que en Cabildo celebrado el día 25 de Noviembre del
citado año de 1825, manifestó este Señor, que
con la suma facilitada por el Obispo diocesano, iba a emprender la construcción
de la casa para recoger los locos. A dicho Ponce de León se le encomendó la
realización de la obra; y cuando dejó el cargo de Alcalde, se le nombró
comisionado especial. Hubo de proponer la construcción de la obra proyectada,
mediante los presos, y con materiales de la
Cantera, se acordó en Cabildo, facilitarle
todos los auxilios necesarios. Como se ve, una nueva gratitud debe
consignar el pueblo de la Habana, para el que fue su excelente Obispo, Sr.
Espada y Landa, de inolvidable memoria…
En
22 de Septiembre del propio año de 1826 se trató en el Ayuntamiento de lo
"referente al aumento de un pedazo de terreno a la Casa de Locos, "acordándose
que desde luego se procediese a formalizar la escritura correspondiente, con
anotación del Mayordomo de Propios. En 7 de Diciembre del propio año, se acordó
el pago de lo gastado en la cantera para sacar piedra con destino a la
"Casa de Locos."
En
cabildo de 19 de Enero de 1827, se manifestó por D. Francisco F. Ponce de León,
Alcalde ordinario de primera nominación, que encargado desde 1824 de procurar
arbitrios para plantear en esta capital, un hospicio en que se recojan los
dementes, tenía satisfacción de participar al Ayuntamiento estar realizados sus
deseos, debido a la cooperación de Sr. Presidente Gobernador y Capitán General,
del Obispo, y a la generosidad y caridad de los vecinos que le habían
facilitado dinero y materiales para construir un edificio, sólido, grande y
hermoso, en que se pongan los locos, el cual se halla a su conclusión, pero que
se hacía necesario poder contar con rentas fijas para su sostenimiento,
conservación y entretenimiento, para lo cual proponía como limosna necesaria el
1 p % de cada billete premiado de la Lotería; acordando la Corporación que el
mismo Sr. Alcalde formara la representación oportuna.
La
solicitud referida no hubo de encontrar favorable resolución. Fue desestimada
por el entonces llamado "Consejo Supremo de Indias;" y de ello se dio
cuenta en el Cabildo Municipal de 8 de Febrero de 1828. El Rey de España,
expresaba por boca de su Consejo citado, que el Ayuntamiento le propusiera otros arbitrios de expedita recaudación.
¿Cuál más fácil y seguro? podríamos nosotros preguntar…
La
casa de locos, proyectada extramuros, resulta o aparece concluida en los
comienzos del año 1828. Así lo acredita la manifestación del Sr. Ponce de León,
de 19 Enero que hace poco mencionamos, y más todavía, una moción, que al
Ayuntamiento hubo de presentar D. Andrés de Zayas, en 18 Abril del mismo año. Concluida, la casa de locos proyectada, no
ha podido hacerse uso de ella por no haber fondo conque atender a los gastos
que forzosamente habrían de hacerse, etc.
Confirma
también este expuesto criterio, el oficio, o comunicación, que en 4 de Junio de
dicho año, dirigía el Sr. Ponce de León, al Ayuntamiento, participando su
conclusión, acompañando noticia detallada de lo recolectado y pagado, y
proponiendo que, "como Establecimiento de Beneficencia, debiera
considerarse como un departamento de la llamada Casa de Beneficencia,
gobernándose por la misma Junta, y que ésta sea lo que ahora y siempre, tenga su
dirección, establezca su gobierno económico, la provea de los dependientes y
sirvientes que necesite y atienda a sus alimentos y demás necesidades."
Discutido
este asunto, se determinó el nombramiento de una comisión, para resolver su
último extremo. El Sr. Ponce de León formaba parte en ella. Y el concejal D.
Juan Montalvo y Castillo hizo de ponente. Previa esta ponencia, el consistorio
acordó en 11 de Julio del mismo año, favorablemente a lo propuesto, y además,
que a la referida casa, para hacer grata la memoria del entonces Gobernador General
D. Francisco Dionisio Vives, se pusiera bajo la protección de "San
Dionisio". También se acordó en esta fecha el destinar la suma de cien pesos mensuales, para
que la Junta de Gobierno de la Beneficencia, atendiera al mantenimiento de los
enajenados.
En
el mes de Julio de 1828 que es el año a que nos venimos refiriendo, se pasaron
circulares a los Jueces locales, con el fin de efectuar cuanto antes, la secuestración
de los enajenados pertenecientes a sus respectivos distritos. A la par se dictaron
a los Jueces las instrucciones relativas a las formalidades que debían llenarse
para proceder a la expresada secuestración.
La
moción de D. Andrés de Zayas, de Abril del año 1828, que hemos citado hace
poco, tenía por fin, el solicitar que se trasladasen al edificio que se había concluido
para los enajenados, las locas que
estaban en la Casa de Baños en el matadero, pues con lo mismo que se mantienen
en aquel lugar estrecho y sin ninguna comodidad, podía sostenerlas en otro donde
la mayor extensión proporcionara alivios que aquí no pueden esperarse, y que
tal vez contribuirán al restablecimiento 6 curación de algunas de esas desgraciadas.
Razonaba
aquí el Concejal Zayas, que manteniéndose cerrado el edificio mencionado, el público que no es espectador de los
auxilios que ese establecimiento ofrece a aquellos desgraciados, no se presta a
proporcionar los socorros que necesita y que debemos prometernos de su
generosidad.
Se
reservó el tratar de este asunto para el cabildo del 25 del propio mes de
Abril, en cuyo día, a pesar de considerarse que se contrariaba en algún modo el
objeto de la construcción de aquella casa, se acordó en harmonía con la moción,
toda vez que las locas no eran menos
acreedoras a las consideraciones de la humanidad, en circunstancias de no
poderse abrir dicho establecimiento por falta de fondos.
Se
ofrecieron dificultades para el cumplimiento de este acuerdo, que fue
ratificado por el Ayuntamiento en 2 de Mayo siguiente. No llegó a realizarse.
Por
fin, en 1ro de Septiembre de 1828, se inaugura el llamado "Hospicio de San
Dionisio", trasladándose los enajenados que existían en la Cárcel, a este primer
Asilo conque Cuba se engalanaba. Treinta y siete de estos desgraciados enfermos
recibió en el mes mismo de su inauguración.
Esta
mansión de Caridad, primer lugar consagrado especialmente a los enajenados,
hubo de emplazarse en terrenos del "Hospital de San Lázaro," entre este
Establecimiento y la antigua Necrópolis que perpetúa el nombre del benemérito
Obispo Espada. El antepórtico del edificio lo costeó el General Vives. Sobre la
puerta principal se puso esta inscripción:
A la humanidad.
—Al
sano juicio.
—Mens sana incorpore sano.
—Francisco
Dionisio Vives, Gobernador.
—Juan
José de Espada, Obispo.
—Año
1827."
Iniciada
la idea de su construcción por este señor, fueron sus gastos en gran parte
cubiertos por suscripciones voluntarias de los habitantes de esta Capital. Con celo
no igualado contribuyo grandemente a esta obra, el Auditor de Guerra y Marina
D. Francisco Filomeno Ponce de León que tanto hemos citado. Así lo reconoció el
Ayuntamiento de la Habana, en sesión de 11 de Julio de 1828, congratulándose de la acertada elección que hizo
en el Sr. Ponce de León, que en esta ocasión ha empleado felizmente el fervor
que en otras muchas ha manifestado su espíritu público, acordando asimismo, para
instrucción y satisfacción de los contribuyentes a tan piadosa obra y demás
habitantes de la Isla, se imprima en el "Diario de la Marina", con esta
acta, etc.
El
edificio en sí, presentaba la forma de un cuadrilongo, y se componía: 1°. de
dos salas, una dispuesta para dormitorio, y otra que servía a la vez de refectorio
y dormitorio; 2do de una sala de enfermería; 3ro de más 18 o 20 celdas
dispuestas en un corredor, con puertas de hierro, y que recibían el aire y luz por
pequeñas ventanas abiertas en el muro exterior del edificio. Algunas
habitaciones para los empleados, cocina, lavadero, un patio central, y una gran
piscina que servía de baño común a los enfermos, completaban el conjunto. Era
capaz, para recibir de 70 a 80 enajenados. Hubo época en que recibió más de cien
enfermos.
El pobre loco, como se ve, tenía tan solo un simple
lugar de albergue, y no un hospital propio para su especial enfermedad. Allí no
se veía libre de las torturas del cepo, ni del histórico látigo; allí no estaba
tampoco sustraído a los trabajos forzados, que de antiguo se le imponían
convirtiéndole en verdadera máquina humana. Y sin embargo de esto, aquel templo
de misericordia, palpable demostración de los sentimientos filantrópicos de
nuestros conciudadanos, y evidente expresión del civismo de los Concejales de
aquella época, constituía ciertamente, un progreso real, laudable, y entrañaba
una positiva mejora en la suerte y cuidados de los pobres enfermos del órgano
más valioso de nuestra especie.
El
tratamiento de la locura en sí, se comprende que no podía existir. Es de
señalarse sin embargo, el uso que hacían de los baños fríos y de las afusiones frías,
que bien acreditan el antiguo uso de la hidroterapia cuyas exageraciones, aún
continúan sin dique, a pesar del feliz correctivo de un médico ilustrado que
dijo que la locura no se disuelve en el agua. Los ejercicios corporales y los
trabajos se usaban allí como medios de tratamiento, ofreciendo la singular particularidad,
de ser prescritos por los empleados subalternos encargados de la vigilancia inmediata
de los locos. No había médico propio para el establecimiento concurriendo a él
un externo, sólo cuando había casos de alguna enfermedad accidental.
Los locos en Cuba (fragmento), 1899.
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