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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Palatino Park





 La peonía es hoy reina y señora de la imaginación popular. Los espíritus débiles creen a pie juntillas las predicciones de Nowack y se entregan en brazos del dolor a esperar la muerte.

 -Ay, Mamerto! -le decía ayer a su marido, doña Casimira, después de examinar una maticas del abrus precatorius. -La muerte es segura. Las peonías miran al Este.

 -Moriré abrazándote, doña Casimira! Seré héroe hasta la tumba.

 La gente fuerte, los super-hombres, no creen en nada y cuando se les habla de la próxima catástrofe, contestan con aire de indiferencia:

 -¿Temblores? ¿Inudaciones? De algo se ha de morir.

 Sin embargo, dejan de pagar el alquiler de la casa, por si acaso.

 Las familias, agobiadas por el peso de las desgracias que anuncian las peonías, llenan todas las noches el delicioso recinto de Palatino Park, buscando alivio a sus preocupaciones.

 ¡Qué escenas tan animadas en la montaña rusa! Las muchachas casaderas entran compugidas y toman asiento en el carrito con sus novios respectivos. Cuando llegan a la curva de más peligro se dejan caer sobre su compañero.

 -Róbame, Ruperto! -exclaman en el paroxismo de la emoción. -¡Yo quiero morir a tu lado!

Cuando el carro se desliza hacia abajo, el muchacho reflexiona temeroso de que lo de la peonía no resulte, y contesta con voz melíflua:

 -No me precipites, Clodomira. Es muy peligroso viajar de pie!

 

  CHRONIQUEUR

 

  El Fígaro, mayo de 1906.


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