Walterio Carbonell
Por lo menos hasta 1850 la mayoría de la población negra
hablaba lenguas africanas. Eran “bozales” o auténticos negros de nación que no
hablaban el español. El porcentaje de los negros esclavos que habían aprendido
la lengua española debió de ser muy bajo por esta fecha. Incluso el número de
bozalones, es decir, de los negros que hablaban mitad en africano y mitad en
español, era menos numeroso que los bozales, que sólo hablaban en lenguas
africanas. Era muy lógico que esto fuese así, ya que en la primera mitad del
siglo XIX, la inmensa mayoría de la población negra acababa de llegar. El
número de los negros nacidos en Cuba era muy inferior al de los que llegaron
durante el siglo XIX.
Los africanos
tenían enormes dificultades para aprender el español, puesto que la esfera de
sus relaciones se limitaba a las relaciones entre ellos mismos. Más de las tres
cuartas partes de la población esclava vivía en las plantaciones de caña y
café, apenas si tenían contacto con la población blanca. A los africanos y
negros nativos que vivían en las ciudades les resultaba mucho más fácil aprender
la lengua española, ya que estaban más en contacto con la población blanca,
especialmente los llamados esclavos familiares y los artesanos.
(...) No fue
hasta después de la Guerra de los Diez Años que los negros invadieron las
ciudades. De estas realidades hay que deducir que el idioma español fue lengua
hablada también por los negros después de la terminación de la guerra. Antes la
lengua española no había sido en realidad lengua nacional; era oficial, pero no
nacional.
Antes de la
Guerra del 68, los negros hablaban varios dialectos: el yoruba, el mandinga, el
arará, etcétera, según la tribu de la que procedían… Se hablaban muchos
dialectos y una lengua, la española. No existía una lengua nacional. Todavía en
1850 la población negra era mayoritaria; los españoles y sus descendientes
estaban en minoría. Pero la lengua española estaba destinada a convertirse en
lengua nacional. Era la lengua de la clase dominante y esto constituía una gran
ventaja. Pero si esta lengua venció a los dialectos africanos fue no sólo por
ser la lengua de la clase dominante sino además, porque a partir de 1854 la
población blanca y mestiza creció a un ritmo mayor que la población negra (…) Fue el aumento de la población blanca lo que
salvó a la lengua española en Cuba. De no haber aumentado la población blanca hablaríamos,
como en Haití, una lengua nativa. En eso el racista José Antonio Saco tenía razón:
el blanqueamiento era la clave para salvar los valores de la cultura de la
clase dominante (…) Si no quedó traza importante alguna de estos dialectos, se debió
a estos tres factores principalmente:
Uno: a que el
idioma español era el idioma de la clase dominante.
Dos: al hecho
de que a partir de la segunda mitad del siglo XIX la población blanca fue
aumentando a un ritmo superior al de la población negra.
Tres: a que
la dominación española duró por espacio de más de tres siglos.
Ahora bien,
aunque en este conflicto lingüístico el idioma español pudo vencer a los
dialectos de las clases más explotadas la lengua de los colonialistas sufrió
serios reveses fonéticos y de sintaxis.
Muchas de las
deformaciones fonéticas de entonces han perdurado hasta nuestros días.
Deformaciones fonéticas que son el común denominador de la población cubana. En
la excelente novela cubana La búsqueda,
de Jaime Sarusky, quien demuestra un profundo conocimiento del tipo popular de
nuestras ciudades, pueden apreciarse muchas deformaciones fonéticas del español
a través de sus personajes. Sirvan estas líneas como muestra:
–¡Abré,
degenerao! ¡Abre pa,que veas.
O por
ejemplo:
–¿Y eso?
–preguntó Lobera.
–No, na má que
pá ver la cara que ponían los blanquito.
–Usté e’ de
los nuestro, mi hermano. ¿E o no e’ así?
–Sí vejo Rufo
e’ trompeta también en La Ola de Calor.
–Y él ¿qué
sabe de eso? –preguntó irritado al saber que un Rufo cualquiera estaba mejor
enterado que él de lo que sucedía en el Máximo Centro.
–El e’ trompeta suplente de ahí, del Máximo
Centro.
–¿Trompeta suplente?
–Como lo oye. Ya hace... deja ver... como un
mes que está ensayando.
–¡Mentira!
¡Un mes! ¡Trompeta suplente y toca contigo en La Ola de Calor!
–Sí señó. ¡Que
me caiga muerto, aquí mimito si no es verdá lo que estoy diciendo!
–Y ¿cómo pudo
entrar?
–Yo no sé na’
de eso. Na’...
–Sí, pero se
me olvidó. Cualquiera se mete en la cabeza las cosas que le dicen a uno to’ los
días.
Las
deformaciones o sustituciones de una o varias letras por otras realizadas por
el negro en la lengua española, ha sido admirablemente expuesta por Néstor Almendros
en un trabajo de gran rigor científico publicado en el Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, Vol. VII, Enero-Junio,
1952, Nos. 1-2 (…) “Esta influencia fue notada ya de antiguo por nuestro primer
filósofo Esteban Pichardo, que registró con admirable precisión, dada la época,
el habla de los esclavos africanos”. “Lenguaje relajado es el de los negros bozales”.
“Este lenguaje es común e idéntico en los negros, sean de la nación que
fuesen”. “Es un castellano desfigurado chapurreado, sin concordancia, número, declinación
ni conjugación”. Y hace las siguientes felices observaciones: no tienen “ni
erre fuerte, s, ni d final; truecan elle por eñe, la e por í y la w por u”. Y seguidamente
reproduce un ejemplo del típico lenguaje de estos negros bozales:
“Yo mi ñama
Frasico Mandinga, neglito reburujaoro, erabo musuamo. Yo Mingué de la Cribanería,
branco como carabon, suña como nan gato, poco poco mirá ote, cribí papele toro
ri toro ri, Frasico dale dinele, non gurbia dinele, e laja cabesa, e bebe guardiente,
e coje la cuelo, guanta qui guanta”. (Diccionario
Provincial ct. p. XI).
(…) Las obras
del teatro popular cubano del siglo XIX basaban su poder cómico no en el tema,
ni en los chistes, sino, aunque, cause extrañeza, en los problemas idiomáticos,
hasta fonéticos podría decirse, pues todo se reducía a presentar sucesivamente
personajes que hablan con acento de bozal, gallego, catalán; inglés o
propiamente criollo. Señal inequívoca de la plural corriente fonética que había
en Cuba en aquellos momentos y de la preocupación, no tan inconsciente, que
ello suscitaba.
Habla el
Congo:
Gueno día
sumersé
usté ta cuchá la tango
ese so lo congo loango
y yo son la rey José.
Yo vienga pa que guaté
hace uno divertimiento
Yo hablá con Mayorá
ayey mimo y me dicí
que yo tienga que viní
con toda la gente pa cá.
(Ramón Morales Álvarez: El proceso del oso. Ajiaco bufo-lírico-bailable. La Habana: 1882).
Habla José el congo:
Joye bien, jabre los ojos,
corasó yo está rendío
yo tengo el pecho premío.
Porque tú son mis antojos
tú disipa mis enojos.
Quiéreme por compasión
Júndeme en tu corasón.
(Don Ignacio Benítez del Cristo: Los novios catedráticos. Pieza en un acto.
Matanzas, 1868).
Y, Néstor Almendros concluye: “Naturalmente que esas
pronunciaciones y formas idiomáticas de los negros de la colonia fueron
cediendo hasta desaparecer por completo con la emancipación de los esclavos y
el advenimiento de la República, pero es evidente que muchos de los fenómenos
fonéticos que señalaba Pichardo han dejado huella más o menos marcada en el
lenguaje actual”.
Algunos de
las ejemplos citados de cómo hablaban los negros bozales o congos, prueban que
antes de la terminación de la Guerra de los Diez Años, la población negra no
hablaba el español, el español continuaba siendo para ellos una lengua
extranjera. Ellos perdieron su propia lengua pera le introdujeron variaciones fonéticas
al español, que la propia población blanca han hecho suyas. Hoy la única
diferencia entre el español del negro y el español del blanco, está determinada
por el grado de cultura alcanzado por unos o por otros.
Fragmentos
del Capítulo IX de Cómo surgió la cultura
nacional, 1961.
No hay comentarios:
Publicar un comentario