El reformatorio de
Aldecoa tiene 240 niñas a cargo de las hermanas de la caridad. La excelente arquitectura
española antigua de este edificio ya es de por sí una mejora sobre las barracas
militares, hechas de madera, que ocupa el reformatorio de varones, y además en
la institución para niñas se respira un ambiente de bienestar físico y
espiritual.
Las monjas parecían extender sus ingresos de $ 28.00 a la atención
de muchas más cosas que la institución hermana que, según informes, recibe
$ 27.00 para invertirlos en prácticamente el mismo número de reclusos que el
reformatorio de Aldecoa.
En éste se hacían vestidos de algodón con propósitos
comerciales y en bastante gran escala. El acierto de dar ocupación a las niñas
y de proporcionarles una gran oportunidad de ganar siquiera la pequeña cantidad
que obtenían con su trabajo, era evidente; aunque este trabajo en las
instituciones, si se extiende, puede llegar a afectar los salarios pagados en
el mercado regular.
El hecho de que 40 de las niñas que habían sido dadas de
alta en la institución habían regresado voluntariamente y pedido el seguir
viviendo allí porque lo preferían a la lucha para abrirse paso fuera del
reformatorio, indicaba que habían recibido un bondadoso tratamiento y quizás
también que la enseñanza recibida en la institución no las había preparado muy
bien para bastarse a sí mismas.
Como estas instituciones son las únicas que
hay en la isla para el cuidado de la niñez y la juventud delincuentes, deben
dar la pauta en caso de que se principie una labor semejante en otras
localidades. Como que ambas instituciones tienen que tratar con niños
difíciles, la necesidad de seleccionar un buen personal es especialmente importante,
si la labor que se va a hacer va a consistir en algo más que la separación
temporal de la comunidad de niños y niñas indisciplinados.
En ésta, como en
otras instituciones, los niños estarán mejor atendidos si entre aquéllos que
los dirigen hubiese quienes se mantuviesen en contacto con el hogar de los
pequeños reclusos y estuviesen atentos a sus progresos una vez dados de alta.
Una niña o un niño pueden ser recluidos por una pequeña ofensa cometida a la
edad de 10 años, y a menos que sus padres o sus tutores se hagan cargo del
pequeño delincuente, este debe permanecer en reclusión hasta que tenga 19 años.
Aunque la institución para niñas es muy superior a la de los niños, ninguna de
las dos está capacitada para desempeñar la difícil tarea de preparar al niño o
a la niña delincuentes para su incorporación a la comunidad.
Problemas
de la Nueva Cuba, Foreign Policy Association, New York, Cultural
S. A, La Habana, 1935, pp. 189-90.
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