Wanderer
No fue ayer, sino hace seis o siete años,
escribí acerca de cierta planta maravillosa llamada Abrus precutorius nobilis, que estaba llamando grandemente la
atención en Viena y que traía revueltos a los meteorólogos, porque la tal
planta pronosticaba el tiempo con más seguridad que todos los Noherlesoom
habidos y por haber.
El descubridor de la planta era Nowack, un
sabio vienes bastante conocido, el cual había hecho de ella un estudio de
muchos años. Cuando dijo que con su planta podía predecir el tiempo con toda
seguridad, la gente de ciencia se burló de él. Pero ahora leo en una de las
crónicas de Parville que Nowack ha continuado sus observaciones, que llevan ya
doce años de duración y que a fuerza de acertar en sus pronósticos ha llevado
el convencimiento al ánimo de bastantes meteorólogos de Europa, entre ellos el
doctor Weiss, director del Observatorio imperial y real de Viena.
Nowack no mira el barómetro ni necesita saber
cuáles son las presiones atmosféricas que lo rodean. Se encierra en una
reducida estufa mantenida a temperatura conveniente, y examina su planta. Esta
no se contenta con decirle que va a llover o que va a hacer un tiempo soberbio.
Es más locuaz, anuncia la intensidad del fenómeno, cuál será su zona central,
por dónde pasará el ciclón o la tempestad, qué regiones devastará, si la
catástrofe ha de ocurrir al día siguiente o al cabo de una semana, y hasta
pronostica los temblores de tierra y los años secos o lluviosos.
Todo esto parece fabuloso. Yo lo doy bajo la
fe de Parville, hombre serio, el cual añade: "¿Cómo hablaba planta de Nowack?
Por medio de sus hojas y de sus tallos. Las hojas son dentelladas, y cada
piquito añade un dato a las revelaciones de las hojas enteras. Se agitan, se orientan,
se elevan, se bajan en su sensibilidad extremada» para las grandes
perturbaciones. Cuando los tallos se yerguen indican un mínimum barométrico y
la rapidez da los movimientos pronostica la pronta llegada de las
perturbaciones. Cada estado particular de las ramas, de las hojas y de las
demás partes de la planta corresponde a fenómeno meteorológico o sísmico.
La planta
mágica tiene una delicadeza extremada. Necesita una estufa especial. Para
regular su temperatura hay que seguir todo un curso. Es además necesario que
esté orientada convenientemente y en el punto preciso de desarrollo. Nowack ha
estudiado al detalle todo esto y conoce
tan bien su planta que con las indicaciones de ella hace mapas que permiten
prever el itinerario de las tormentas y la posición geográfica de la máxima y
de la mínima”.
Parville termina diciendo que ha visto el enorme
mamotreto de las previsiones de Nowack, cuya realización es de la mayor valía, y que sociedades de
seguros marítimos tan importantes como
el Lloyd inglés y el Lloyd austríaco y otras instituciones públicas y privadas han
pedido a Nowack cartas sinópticas diarias de sus pronósticos.
No va a haber más remedio que creer en las virtudes
portentosas del Abrus precatorius y
sustituir las estaciones meteorológicas actuales por observatorios vegetales.
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