Gustavo Sánchez Galarraga
Virgen de Cuba, Virgen trigueña y amorosa
que sobre el mar en furia apareciste ayer,
¿Por qué en esta tormenta que a las almas acosa
no tornas dulce madre de nuevo aparecer?
La Patria es hoy palenque donde combaten fieras.
Cada aurora entre sombras ahoga su arrebol.
Y un yerto mar de sangre, sin fondo ni riberas,
va creciendo sus aguas para tragarse al sol.
El odio como un cáncer en las entrañas mina.
Serena este sangriento y loco frenesí.
¡Qué no caiga del mástil la bandera divina
que flotó en el divino ensueño de Martí!
Contén esta epiléptica y suicida demencia.
Derrama en este caos tu limpia claridad.
¡Que brotó mucha lágrima por nuestra independencia!
¡Que rodó mucha sangre por nuestra libertad!
Tú lo recuerdas, Virgen, Tú que miraste un día
en las maniguas foscas al poeta caer,
mientras, porque él volviera, bajo tu imagen fría,
esposa, hermana o madre: rezaba una mujer.
Señala Tú la ruta que salva del abismo.
Dile a los corazones, Señora de la mar,
que estrangulen la sierpe del funesto egoísmo
¡que lo cimero es Cuba, que es templo, Dios y altar!
Tanta victoria bélica, tanto épico trofeo,
todo es legado heroico de la Revolución,
-osadías de Gómez, arrestos de Maceo-
¿no han de domar las iras de nuestro corazón?
¡Mas si no ceja el odio de hermano contra hermano,
si unos y otros no amansan su cruenta hostilidad,
Tú que riges las olas ordena al Océano
que salte y nos sepulte bajo su inmensidad!
Tomado de Gonzalo de
Quesada y Miranda: En Cuba libre; Historia documentada y anecdótica del machadato, La Habana, 1938, pp. 99-100.
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