Soleida Ríos
Había mucho movimiento y podría ser
festivo porque me veo andando con un muchacho yendo y viniendo entre edificios
muy iluminados. El muchacho es alto y delgado, no creo que lo conozca. No es
Gigi. No es aniñado ni lacio como Gigi. Sin embargo, tenemos un acercamiento.
Hay entre nosotros una sensación de espera de lo que va venir, un cierto grado
de calor que yo he sentido erótico y no existe con Gigi. Ese movimiento nos
reúne con otras personas. Parece que es festivo aunque, pensándolo bien, puede
haber otras razones. Pero nada de esto es lo me interesa.
Por la mañana, como en un semisueño, hago por
recordar lo que había visto antes, lo que en verdad me interesaba. Esforzándome
para recordar, de pronto, salto en la cama. Un ratoncito me cruzó por encima, o
me rozó, o vi que iba a rozarme. Salté en la cama, no es que soñara que
saltaba. Salté y pude recorder. Lo que había visto antes era un grupo de
personas que iban por el agua, por un río, para el cementerio. Caminaban en el
agua rumbo al cementerio. Yo los veía de espaldas, veía el boscaje, los
árboles, no el verde de los árboles, y el agua y los pies en el agua. Yo no iba.
Y se lo comenté a alguien, ése que no era Gigi, “no voy al cementerio”. Parece
que había que ir al cementerio, masivamente. No me interesaba ir al cementerio
y además no quería tomarme el trabajo de ir por dentro del agua. La otra
persona, que no es Gigi pero ahora sé que tampoco es el muchacho de la espera,
me responde que yo tendría que ir alguna vez y yo insisto que no.
-Nunca.
El Camino del cementerio antes era
otro. Eso lo sabía, lo tengo claro, y la persona con la que hablo también lo
tiene claro. El Camino anterior era otro, por tierra, como debe ser, y lo han
utilizado para otras cuestiones. Esa persona me hace ver, con excesivos
argumentos, que el cambio de Camino obedece a una necesidad y, como ya es un
hecho el camino a través del agua, dice que yo tendría forzosamente que ir
también por ahí, igual que los demás. Pienso, o le digo, que a mí lo que
molesta, lo que me hace trinar no es ir al cementerio sino ir obligatoriamente
y por un camino que no es el Camino del cementerio.
Calle Concordia, domingo, 12 de agosto de
1990.
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