Toni Negri
El monstruo rompe con la teología. Montaigne decía que
Dios no siente ningún interés por el monstruo. Hasta Montaigne, que sin embargo
era un gran renovador respecto a la teología clásica, tenía miedo cuando debían
afrontar la idea del monstruo. ¿Miedo de comprender qué? Que el mecanismo
metafísico y ontológico no está fundado en medidas y prototipos, sino, al
contrario, en la libertad, en el kairós, en el cuerpo y su facultad de inventar
y de inventarse. El mundo está hecho de esta forma y para esto. Es la causa de
sí mismo. Es la potencia.
Esto nos da miedo porque es lo que deja vía libre a todas las
fantasías.
Pues claro. Y sobre todo hoy a las fantasías ligadas a
la ingeniería biológica, aunque el problema, en realidad, no es nuevo. Hemos
llegado a este punto con la ingeniería nuclear, tocamos los grandes puntos de
la vida: ser Dios, ¿no es lo que el hombre ha soñado siempre desde que es libre
de pensar? Es divertido ver que, desde un punto de vista filosófico, hasta en
los pensadores reaccionarios, en Platón, en santo Tomás, en Hegel, hay momentos
en que sentimos esa tentación. La encontramos en todas partes porque es la
fuente del verdadero deseo de pensar. Hemos llegado finalmente ante esa cosa
formidable que habíamos dejado a la antropología literaria, y de la que ahora
somos capaces: la metamorfosis. La materia, el monstruo pueden ser dominados
por kairós, y el monstruo puede ser reconocido como posibilidad de
metamorfosis. Pero, como para toda posibilidad abierta, nos encontramos ante
una ambiguedad terrible. ¿Quién decidirá sobre este tema?
Maquiavelo ha dicho muchas cosas. En particular, ha
dicho que la única posibilidad de construir o interpretar lo común es
viviéndolo como una democracia. Maquiavelo considera la democracia como la
capacidad de expresarse sin pasar a través de la unidad: la considera pues como
un fenómeno expresivo. Estoy cada vez más convencido del hecho de que la
metamorfosis es un proceso radicalmente positivo, con la condición de que
consigamos que se convierta en una decisión democrática sobre lo común. No
puede haber grupos de expertos que evalúen y dicidan el desarrollo metamórfico
del hombre: solo la multitud puede decidir en el momento mismo en que se
metamorfosea. Los cuerpos solo podrán decidir cuando hayan aceptado el juego de
la metamorfosis, pero deben aceptarlo de forma común: deben aceptarlo
decidiendo razonablemente aquello en lo que el hombre quiere convertirse.
Hoy, en el actual estado de cosas, es decir, en el
capitalismo global y con ese déficit democrático que tenemos, no se ve cómo la
experimentación sobre la vida podría producir otra cosa que no fuera un
formateo generalizado, la creación de una especie de “raza de esclavos”.
Por desgracia, no hemos tenido que esperar a la
clonación para decidir que ciertos hombres no son en realidad más que piezas de
recambio. Pero sí, la idea es más o menos ésa… La idea de la manipulación del
genoma da miedo. Estamos en un punto en que podríamos imaginar que la historia
de la humanidad se ha acabado. Los hombres tienen que reapropiarse de
la responsabilidad de todo esto. Se dice que la revolución era necesaria: es
una antigua frase completamente idiota, pero hoy vuelve a ser primordial. Hay
que decidir quién es capaz de hacerlo. Nos toca a nosotros decidir.
Dice usted que uno de los criterios objetivos sería la maduración del
pensamiento ¡Otra vez estamos en el Consejo de Sabios platónico!
No, la gente que participa hoy en este proceso es
gente como usted y yo, como nuestros hijos.
Pero mire usted a los científicos con sus comités de ética. Lo
científicos están sumidos en su pasión por conocer, entonces siguen; el proceso
de apropación de lo vivo parece ser irreversible.
Los comités de ética son interesantes, pero tienen una
eficacia limitada. Tendríamos que conseguir que de alguna forma la decisión se
volviera colectiva. Se dice que es el nudo de la democracia: el problema es que
hasta el mismísimo término de “democracia” se ha convertido en una idiotez
porque lo hemos vaciado de toda su potencia. Se dice “el pueblo”: pero ¿qué es
el pueblo? Se dice que hay que remontarse al modelo de la polis clásica, pero esto no tiene nada que ver con la concepción
moderna de la democracia. Es realmente un infierno, no podemos seguir en esta
confusión, hay que plantear las verdaderas preguntas. En lo adelante estamos en
que el problema de la vida, el problema del poder y el de la política se han
vuelto centrales e indisociables. Desde ahí es desde donde hay que volver a
partir.
¿Por eso piensa que el monstruo es una nueva figura?
Sí, porque hay que decidir qué monstruo queremos. El
monstruo es el Angelus Novus. Pero en Benjamin, ese ángel
miraba hacia atrás. Es la revolución comunista; con la impresión de estar
mirando hacia atrás un conjunto de destrucciones y luchas terribles. El Angelus Novus
ha sido esa figura trágica, el símbolo de aquellos que querían seguir con la
revolución, aunque sabían que era imposible. Hoy, el Angelus Novus
se ha convertido en la política del monstruo, el deseo del monstruo: la
esperanza de poder al fin reapropiarse la vida en toda su potencia, en toda su
creatividad. La multitud debe decidir democráticamente el devernir del hombre.
Abecedario biopolítico, Debate, Random House Mondadori, S. A.,
Barcelona, 2003., pp 110-13
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