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miércoles, 4 de julio de 2012

Epicedio para Lezama




 Gastón Baquero



 Tiempo total. Espacio consumado. 
No más ritual asirio, ni flecha, ni salterio.
El áureo Nilo de un golpe se ha secado,
y queda un único libro: el cementerio.

 Reverso de Epiménides, ensimismado
contemplabas el muro y su misterio:
sorbías, por la imagen de ciervo alebrestado,
del unicornio gris el claro imperio. 

 Sacerdotes etruscos, nigromantes,
guerreros de la isla Trapobana,
coregas de Mileto, rubios danzantes,

 se despidieron ya: sólo ha quedado,
sobre la tumba del pastor callado,
el zumbido de la abeja tibetana. 



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