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miércoles, 9 de mayo de 2012

Relaciones atrasadas


 

 Paseándome a la caída del día por la calle de Mercaderes, vi un joven de estos que llamamos petimetres, de talla esbelta y graciosa, vestido con un estrecho y bien cortado pantalón, media de seda color de carne, zapato escarpín muy charolado, camisa de fina holanda que guarnecían dos hermosos brillantes por botones y un solitario magnífico, chaleco lujoso y casaca de rico paño con el cuello hacia atrás, de manera que descubría perfectamente su corbata anudada con estudiado descuido, completando su vestimenta un sombrero lechuguino. Esto en cuanto a la vestimenta y respecto a su persona el aire de satisfacción que se notaba en su semblante y en todos sus movimientos, la sonrisa halagüeña que vagaba por sus labios, la viveza y penetración de sus ojos, las patillas a lo Abencerrage, la nariz aguileña y el corte griego de su cara que realzaba más su erguido continente, hicieron que de todos los balcones y ventanas se volvieran a él los brillantes ojos de las Ninfas Habaneras. Yo también sin ser ninfa me detuve a contemplar aquel modelo de hermosura masculina y a mi entender más de una joven entusiasmada exclamó al verle: "El es! Le vi en mi sueño!" Pero como ya pasó para mí el tiempo de esas apariciones fantásticas, y no era una virgen la que se ofrecía a mis ojos, sino un querubín; consideraba al nuevo Narciso con el interés del artista que se queda extasiado delante de una pintura de Rafael.

 Acerqueme para verle mejor y reparé en una casi imperceptible contracción de sus cejas: me fue aun más difícil percibir el movimiento de disgusto que manifestó al divisar por la esquina a Mr. Tompson, sastre de todas modas, que a él se dirigía. Sin embargo, continuó impávido su camino manifestando más afabilidad en el semblante; pero al momento conocí que había entre ellos relaciones atrasadas. Encontráronse por fin y el impolítico sastre le saludó diciendo: "Diga V. señor ¿cuando me paga lo que me debe?" Sin manifestar ninguna alteración y con tono satírico, le respondió nuestro Adonis: "Es mucha su curiosidad amigo; quiere V. le diga una cosa que yo mismo ignoro." Y saludándole con mucha cortesía siguió el paseo como si nada hubiera sucedido, dejando al sastre absorto con una repuesta tan inesperada, y a mí como quien ve visiones.

  

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